Javier Zalbidegoitia, el furor de la literatura gráfica

Y en paralelo, la promoción permanente de los creadores españoles, con nombres como los de Paco Roca, Alfonso Zapico, David Rubín, Javier de Isusi, Santiago García, Javier Olivares, Nadar, Rubén Pellejero, Ana Miralles, Alberto Vázquez, Gabi Beltrán, Bartolomé Segui, Álvaro Ortiz… Para dar y tomar.

Claro está que, para embarcarse en la aventura, a Javier Zalbidegoitia, editor de Astiberri, no le faltaba motivación. Desde que era bien niño, sufría una «querencia loca» por los tebeos y los dibujos animados. El consejo de cada tarde, en la televisión de entonces de dos canales, de Súper Ratón: «¡Y no olviden mineralizarse y supervitaminarse!». Pero sobre todo los tebeos de Bruguera: Anacleto, Gugú, 13 rue del Percebe… y las aventuras del Jabato, el Capitán Trueno o el Corsario de Hierro. Con algunas rarezas, como las de abrir cada sábado al azar, con su hermano Aitor, la enciclopedia ilustrada de la A a la Z que les habían comprado sus padres: los conceptos, las historias, las palabras, las etimologías… y las ilustraciones.

Como era de Los Hollister, más que de Los Cinco, que «no hubo chispa», un día desembocó en su primer libro «gordo» de la EGB, que se trasegó «en un par de sentadas o tres consecutivas»: El señor de los anillos. Y más tarde, las dos novelas, una de ellas gráfica, que le «volaron la cabeza»: '1280 almas', de Jim Thompson (otra vez Bruguera, en su colección de novela negra), que ya se ha leído siete veces y enseguida irá a por la octava, y 'Paracuellos', del maestro Carlos Giménez, en esa colección, Papel Vivo, que tenía Ediciones de la Torre. «No me podía creer —dice— la barbaridad que estaba viendo, leyendo».

No acabó Periodismo en la Universidad del País Vasco, pero sí trabajó en la prensa. Y su primer contacto serio con la edición surgió como diseñador y maquetador en una empresa de diseño gráfico, Txapó, que creó con otros dos socios en Amorebieta. Sus visitas mensuales a Bilbao, a la librería Jocker, de Fernando Tarancón, le animaron a maquetar su propio fanzine (número único) de «información comiquera», 'Born Again', hasta que en 2003 se decidió a refundar Astiberri, para superar las dificultades que la editorial sufría entonces, entre otras cosas, «víctima de un fuego cruzado de dos distribuidoras». Y al lío, dice, hasta hoy: dos decenios como socio-editor. Un primer año «de traca», en el que la familia y los amigos no dejaban de preguntarle que dónde se había metido. Y al final, un oficio que disfruta mucho, sobre todo cuando se tiene la oportunidad de participar en la publicación de algunas obras importantes de creación española, que tienen después un exitoso recorrido internacional. Estar ahí, ayudar como gestor, «acompañar a obras que te han hecho vibrar, incluso que han llegado a removerte por dentro sin poder controlar el sentimiento, es un lujo, un privilegio», dice.

Si es verdad que hubo tiempo en el que se dudaba, y mucho, de la capacidad de los dibujantes y guionistas españoles de hacer novela gráfica a la altura de los autores europeos y anglosajones, ahora Javier Zalbidegoitia piensa que el nivel nacional es muy alto. Alto y amplio en variedad de temáticas, de registros gráficos, de personas o equipos creativos de dibujo y guion. Tanto en publicaciones españolas como de otros países. Obras de alto nivel y algunas creaciones excepcionales, varias de las cuales brillan en el catálogo de Astiberri, que suma ya más de 900 referencias.

Un esplendor actual al que también contribuyeron, en cierta parte, los días de la pandemia, donde los libros y las novelas gráficas resultaron tener mucho que decir a los cautivos. Y un furor que continúa, con esa dinámica, ese placer de la lectura que quizás se había olvidado un poco y se ha redescubierto. Las nuevas generaciones, dice el editor de Astiberri, leen mucho cómic, en papel como en digital. ¿Qué si es verdad que todavía siguen faltando lectores en España? Pues sí: «Muchos, es un hecho». Pero también son un hecho las «oleadas de chavalería» que se suman cada año al género, incluso cuando tan solo «ven», y no «leen» todavía, las historias gráficas. Al final las acaban pidiendo. Y las acaban leyendo y disfrutando. El doble. ¡Y que no decaiga!