CRÍTICA DE:

'Antropología de la esperanza', de Pedro Laín Entralgo: la espera y la esperanza

ENSAYO

Oportuna nueva edición de esta obra pionera y clave del pensador turolense, que rescata su hondura filosófica y humana

Biografía de Pedro Laín Entralgo

El médico, ensayista y académico Pedro Laín Entralgo (Urrea de Gaén, Teruel, 1908-Madrid, 2001)

Juana Sánchez-Gey Venegas

Supone un enorme acierto la nueva edición del libro pionero de Pedro Laín Entralgo 'Antropología de la esperanza'. Y, aunque algunos lectores acostumbran a saltar el prólogo, en este caso merece la pena su lectura. Pues está escrito por un destacado estudioso, desde su ... tesis doctoral, de la obra laíniana, el profesor Antonio Piñas Mesa que en breves páginas subraya la magna obra del autor y centra su dedicación en el tema de la esperanza.

El libro, además, está muy bien editado en un formato pulcro y bien cuidado. Así mismo conviene destacar la portada que es un retrato del artista gaditano Hernán Cortés, que capta la mirada y personalidad de don Pedro.

ENSAYO

'Antropología de la esperanza'

  • Autor Pedro Laín Entralgo
  • Editorial Encuentro
  • Año 2025
  • Páginas 334
  • Precio 21 euros

No podemos detenernos en la copiosa obra del catedrático de Historia de la Medicina (1942), Rector de la UCM (1951), director de la RAE (1982) y filósofo. Sin embargo, podemos destacar su interés temprano como médico por la psiquiatría que le lleva a primar siempre la antropología. En efecto, entre los filósofos que respondieron a la crisis occidental con la propuesta de la esperanza sobresale, especialmente, Laín Entralgo.

Don Pedro, como era llamado por todos, se consideró a sí mismo discípulo de Xavier Zubiri. Su obra centrada en la estructura humana exalta dicha condición a través de tres dimensiones: la creencia o condición pística, la esperanza o condición elpídica y el amor o filía. Una obra primera es 'La espera y la esperanza' (1956), también 'Antropología de la esperanza' (1978) y 'Creer, esperar y amar' y 'Esperanza en tiempo de crisis' (1993). Como Zubiri, defiende la concepción unitaria del ser humano. Si la propuesta de Heidegger supone convertir la pregunta en un interrogativo preñado de angustia, Laín se instala en el sentir unitario de la esperanza como respuesta.

Esta obra recoge las importantes distinciones que el autor expone sobre la espera y la esperanza. Con enorme erudición y profundidad distingue la espera como confiada o temerosa, sin embargo, la espera debe abrirse al horizonte de la esperanza. Para significar la espera partimos de la realidad psicoorgánica. El animal vive en «estado de alerta» y el esperar humano exige una espera en forma de proyecto. Así dirá Laín «la espera del hombre es un presente sucesivo consciente de su futurición».

Esta espera responde también a su condición como 'insecurum'. El ser viviente no puede no esperar; espera cuando aguarda y también cuando está en expectativa, es decir, cuando hay una esperanza razonable de que algo bueno suceda. La existencia es espera.

Hay una conversión del «yo real» al «yo ideal». El hombre por su propia condición no se conforma con la finitud

Hay otros momentos de espera o expectación que se convierte en creación. Sea como expectación o como creación siempre el ser humano se implica, elabora o recrea. Por último, la esperanza más radical es la vocación. Ya no es sólo un pasar el tiempo, o la consecución de algo deseado, sino el cumplimiento de una vocación personal. En resumen: la espera es un hábito de la naturaleza humana consistente en la necesidad vital que todo ser humano tiene como forma de proyectar, preguntar, desear y conquistar el futuro bajo los dos modos de expectativa y creación.

Laín ahonda en la esperanza que es espera confiada. A fin de que se convierta en vivencia el ser humano debe vivir la simplicidad y la «fianza» o esperanza confiada. Pues la confianza eleva la espera a la esperanza. Esta es un hábito de segunda naturaleza. La confianza exige actividad y osadía, pues la verdadera esperanza se compromete, supone una consciente y resuelta entrega o darse.

Pues el que confía se apoya en una 'virtus' propia y también en la eficacia de la 'virtus' aliena. No es una esperanza basada en algo ilusorio o en las propias fuerzas, sino que se funda en la verdad. Hay una conversión del «yo real» al «yo ideal». Dicho de otro modo, el hombre por su propia condición no se conforma con la finitud y, en palabras de Laín, ese «ser siempre» es un «ser hacia». Veremos con Laín que el vivir humano trasciende esta condición de la espera porque está abierto a la trascendencia. Comienza así la genuina esperanza. La esperanza nos libera de una espera ansiosa obsesionada pues se abre a la verdadera esperanza.

Actitud arraigada

El movimiento contrario a la esperanza es la confusión. Mientras que la angustia está «desarraigada», la esperanza supone una actitud arraigada en el fondo infinito y fontanal de la realidad. Actualmente, lo que viene en llamarse 'presentismo' o conversión del 'ahora' en como siempre, supone una forma tóxica de la esperanza. Se requiere recorrer un camino para vivir la auténtica esperanza, porque puede adquirirse o perderse.

Esta adquisición surge de la aceptación de la vida tal como es en su raíz. Porque, como añade Laín, la constitución psicosomática, la educación y el destino biográfico, el temperamento, la vida familiar o la propia biografía, todas estas circunstancias responden a la vida como una prueba que nos conduce a la aceptación del fracaso en la confianza o no que adviene.

Una verdadera esperanza es más que espera y más que expectativa pues supone comprometerse de modo personal más allá de todo dato circunstancial. La esperanza no es ajena al conocimiento, pero está por encima o da luz al conocimiento.

Laín rechaza las deformaciones de la esperanza: la naturalización, puesto que la esperanza genuina abre a la trascendencia y no consiste sólo en las fuerzas humanas, y la espiritualización, pues la esperanza tiene como punto de partida la previsión y el proyecto humano, sin ellos se cae fácilmente en lo ilusorio. Frente a estas deformaciones la autenticidad de la esperanza reside en la constante pretensión humana de eternidad. Es decir, de «ser siempre» y de totalidad de «ser todo». Esta aspiración de plenitud o perfectibilidad viene marcada por la vocación personal, pues sin vocación no hay felicidad sino aburrimiento.

El epílogo trata del conocimiento profundo de Laín de los filósofos y teólogos de su tiempo que hablan de la esperanza, especialmente Bloch y Moltmann. A Bloch lo lee entre la primera y la segunda edición de 'La espera y la esperanza', por ello hemos llamado a este libro pionero. No obstante, Laín se interesa por Bloch y también disiente. Porque lo afirmado anteriormente por el autor español no es tan detallado en el caso del filósofo alemán y, además, ambos difieren en su idea de la implantación de la justicia en el mundo.

En cuanto al teólogo Moltmann influyó positivamente en Laín porque abre su consideración antropológica a la teología haciendo ver también las limitaciones de una antropología que no se orienta al horizonte de las claves escatológicas. La bibliografía es un magnífico compendio de lo escrito sobre la esperanza en los diversos campos filosóficos y teológicos.

En fin, un libro que enriquecerá al experto en la materia y a todo aquel que quiera acercarse a este maravilloso tema estructural de la condición humana que es la esperanza y que puede leerse en una cuidada edición.

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