PUES DICES TÚ
Aquí y allá es lo mismo
El encuentro de las dos personas 'normales' en un quiosco les lleva a hablar de periodismo. Como siempre, hilarante
Las dos personas normales coinciden en el quiosco, un quiosco de los de antes (que es como son los quioscos ahora), con su toldo, sus diarios severos, sus coleccionables, sus libros de éxito (o casi) y su selección de revistas de gente enamorada de gente.
La primera persona normal se topa, al girarse, con la segunda. Se lleva la mano al pecho.
—Ay, qué susto.
—¿Te he asustado?
—Un poco sí, perdona. Es que no esperaba ver a nadie.
—Normal. Yo vengo por aquí mucho, pero para estar tranquilo.
—Aquí es que hay mucha paz. Aquí no viene nadie.
—Aquí se puede estar. Aunque luego salen los niños del colegio y vienen aullando a por los chuches. O a por un juguete o algo, que se los piden a las madres, que les tiran de la mano y les dicen que se los compren ya mismo.
—¿No es «las chuches»?
—¿Cómo «las chuches»?
—¿Cómo es, «los chuches» o «las chuches»?
—«Los chuches» digo yo.
—Pues yo «las chuches».
—Pues yo «los chuches» de siempre. Como «chuche» acaba en «e»…
—Por eso mismo lo digo. Si acaba en «e», no se sabe si es niño o niña. Si acaba en «e», todos son dudas.
—Mira «Jaime».
—Y mira «Irene».
—Ah. Ya te entiendo, ya.
—Ahora sí, ¿no?
—Sí, sí. Ahora sí. Ahora se entiende muy bien. Pero ¿no viene «chuche» de «chucherías»?
—Pues más a mí favor. Será «las chuches».
—Pues ahora que lo dices…
—Pues eso. Y ¿qué has comprado?
—El periódico. Que ahora lo quiere el pequeño, me dice. Ahora le ha dado por comprarlo en papel, que dice que es mejor en papel, que es importantísimo comprarlo.
—Es que ahora se dice mucho de qué son las cosas.
—Pero luego me dice que baje al quiosco yo.
—¿Y qué periódico es? ¿De los de aquí o de los de allá?
—Pues depende del día, que hay que comprarlos todos, me dice. Primero de los de aquí, para ver qué pone, y luego de los de allá, para que te den la razón.
—Yo hago lo mismo. Vamos, yo no, que yo no compro el periódico, que yo he venido a por un mechero. Pero haría lo mismo, vamos. Si lo hiciera. Quería saber el que llevabas, nada más. Como lo llevas doblado…
—Es que yo de política no hablo, ni quiero que me hablen los demás. Y menos cuando me llevo lo que me llevo hoy, que es más de los de allá; si fuera de los de aquí me importaría menos, pero ya sabes el pequeño, que me ha pedido que compre de los dos. Y como es el pequeño…
—Yo es que creo que aquí y allá es lo mismo, ¿no?
—Lo mismo. Es todo igual.
—Aunque yo soy más de los de allá. Que son todos iguales, pero por los menos los de allá tienen, creo yo, más cosas que decir, que por lo menos proponen algo, que los de aquí son más de insultar y no hacer nada, que parece que no tengan otra cosa que hacer que meterse con los de allá.
—Pues como todos.
—Pues como todos.
—Es que habrá que hacer propuestas, digo yo. Porque si no… Propón tú algo, si eso, que lo que está mal ya lo sé yo, pero habrá que proponer cosas, ¿no? Tomar medidas. Habrá que proponer medidas y cosas, me parece a mí.
—Habrá que decidir medidas. Habrá que tomar iniciativas.
—Habrá que poner en marcha decisiones, digo yo. Habrá que sudar la camiseta. Habrá que remangarse las mangas. Habrá que darle al pico y a la pala, como digo yo, no quedarse en la queja y en el lloro, que eso lo sabemos hacer todos, que para eso tenemos democracia, digo yo, para hacer las cosas. Para tomar decisiones.
—Son las reglas que nos hemos dado.
—Como digo yo.
—Y yo.
—Que para eso hemos pasado una guerra. Para vender periódicos.
—De los dos.
—De los dos. Que para eso le subo el periódico al pequeño. Para que sepa lo que es la libertad.
—Pues dices tú, pero mira la mía, que quería ser periodista.
—¿Y ya no?
—No. Ya no.
—¿Por qué? ¿Chica no se puede? ¿Le han puesto un techo de cristal?
—Sí que se puede, no es eso. Y antes también, me parece, que había chicas hasta en las guerras, y se llevaban a la guerra una libreta y escribían lo que les había parecido, y luego lo publicaban como si fueran artículos normales.
—No sabía que antes hubiera reporteras.
—Y ahora.
—Y ahora. Pero en la guerra, digo. No sabía que hubiera corresponsalas.
—Pues ya te digo yo que había. Y no les importaba el barro, demostraban mucho valor.
—¿Y eso tú cómo lo sabes?
—Lo supongo. Si iban a la guerra…
—Ah, ya. ¿Y eran de allá o de aquí?
—Creo que eran más de unos, pero que había de todos.
—Bien hecho. Así ganaba una siempre.
—Por eso se repartirían.
—Pues está muy bien pensado.
—Pues sí...
Las dos personas normales se quedan meditando un rato. No esperaban tener que valorar tantos asuntos desde tantas perspectivas. La segunda persona normal rompe el silencio.
—¿Sabes qué? Igual le subo un periódico a la mía y me olvido del mechero. Para tomar medidas.
—Pues sí.
—Para poner en marcha cosas.
—Pues que sea de papel.
—Pues que sea de papel.