PUES DICES TÚ
Ahora es así
Desternillante conversación de las dos 'personas normales' sobre la Naturaleza y Pío Baroja
Las dos personas normales pasean por el campo, un campo normal. Por lo general suelen conformarse con algún parque frondoso en mitad de la ciudad, pero hoy han decidido coger un autobús y plantarse en mitad de la Naturaleza, por si allí hay más pájaros. ... La primera persona normal mira complacida alrededor.
—Antes todo esto era campo.
—Lógico.
—Qué bien los árboles, ¿no?
—Pues sí.
También la segunda persona normal se diría a gusto, aunque es la primera quien lleva la iniciativa.
—Qué bonitas las hierbas de los caminos. Y los caminos mismos.
—Muy bonitos.
—Qué bonitas las piedras y el musgo de las piedras.
—Muy bonitos los dos.
—¿No es más azul aquí el cielo?
—Eso ya no.
—Ah, ¿no?
—Yo creo que no; digo yo que el cielo será el mismo.
—Será el mismo, pero de otro color. Por el contraste con tanto verde, será, o por lo que sea. Seguro.
—Pues seguro.
La primera persona normal se relaja un poco; por un momento ha creído que le llevaría más tiempo convencer a la otra de sus explicaciones. Las dos personas normales continúan la caminata.
—Pues dices tú, pero aquí huele distinto. Como a hierba, huele. O a lavanda.
—Yo es que no sé a qué huele la lavanda.
—Pues a ropa limpia, creo. O a ambientador. ¿Has visto esos conejos?
—¿Qué conejos?
—Los que se han escondido al vernos. Qué listos los conejos, ¿no?
—No creo.
—Pero qué rápidos van. Y qué regates más buenos, que parecen el pequeño cambiando de cadena.
—La mía hace lo mismo; tiene el mando medio loco.
—Es que ahora los chavales no saben estarse quietos, ni delante de la tele ni detrás, que hacen lo que tengan que hacer y a la vez están mandando mensajes con el móvil, que no sé ni cómo no se lesionan.
—Ahora es así. Ahora hacen muchas cosas y ninguna. Y no los traigas tú al campo.
—No los traigas…
—Que van y te preguntan que para qué es. Que se creen que la leche sale del cartón.
—Y del cartón sale, ¿no?
—Pero antes de eso, digo. Aunque ya ni leche toman, que ahora la quieren desnatada, o de avellana.
—Es que ahora la leche es así. La sacan de las aceitunas. Pero luego tienen mucha sensibilidad para las cosas, que ahora les molesta todo.
—Sí, eso sí.
—Será por lo que leen.
—La tuya más que el mío. Aunque el otro día me dijo el mío que parecía Pío Baroja, me dijo. «Pareces Baroja, papá», me dijo. Que no sé qué querría decir.
—Ese es el que era un mártir, ¿no?
—El primer cura con boina que hubo en España, me parece.
—Ahí me pillas.
—Por lo visto era listísimo, todo el día enfadado. Creo que también tenía un árbol.
—Como estos de aquí, serían.
—Pues igual. Era el padre de Unamuno.
—Ya sabes que los curas antes…
—Y tenía un sobrino negro. De una tribu. Hizo un libro sobre eso.
—¿El sobrino?
—O el tío, no sé. Creo que el sobrino. Creo que era del Athletic; el tío, digo. Igual que tú.
—Es que los del Athletic son españoles todos, no como esos equipos de ahora, que la mayoría son extranjeros, que a saber en qué hablarán. Igual se refería a eso el pequeño, a que soy del Athletic.
—Igual es porque tú también caminas con las manos para atrás.
—¿Caminaba así Baroja?
—Pues no me extrañaría.
—¿Y yo?
—¿Pues no te ves? Tú te fijas poco en las cosas, ¿no?
—¿Yo? Muy poco.
Una ardilla saltarina se cruza rauda ante ellos. Las dos personas normales la ven perderse entre los árboles.
—Menuda prisa esa, para estar en el campo, ¿no?
—Será una ardilla de ciudad. O igual es que es así de carácter.
—Pues seguro.
—¿Tú crees que los animales tendrán temperamentos distintos?
—Pues no veo por qué no.
—Pero no un lobo y una oveja, digo. Me refiero a un lobo y otro lobo.
—Pues igual.
—Igual hay lobos más descuidados, es un decir, y lobos que están a lo que hay que estar. Lobos que están al detalle.
—O lobos con piel de cordero, como digo yo.
Las dos personas normales se pierden en hondas divagaciones sobre el talante y la natural idiosincrasia de cada cual. Viajan luego a sus infancias —ya lejanas—, cuando hasta en la ciudad cabía una selva; dentro, por ejemplo, de un solar.
Un pájaro cruza el cielo, piando indiferente al aire de la mañana.
—Cómo vuela, ¿eh? Qué tío.
—Será un aventurero, como don Pío Caro Baroja.
—¿Se llamaba así, de corrido?
—Pues me ha salido así. Hay también un libro sobre eso, me parece: «Anasagasti el aventurero». Luego abrió un restaurante. Me suena que a veces llevaba sombrero.
—¿Además de boina?
—Además.
—Y ¿para qué?
—Pues no lo sé. Para taparse más, sería.
—Pues, para un cura, casi peor.
—Igual es que no era cura cura.
—O igual es que los curas eran así antes.
—Antes todo era distinto.
—Antes sí.
—Y ahora, lo mismo, te aviso.
—Pues sí, pues sí…