LA DOLCE VITA

La vida en un trago: radiografía de los bebedores

Con una copa en la mano, el británico Lawrence Osborne recorre varios países de Oriente y Occidente y reflexiona sobre sus usos y costumbres bebedoras

«Días de vino y rosas»

«La peor época del año para el bebedor, o el alcohólico, es Navidad y Año Nuevo. Quizá sea la peor época para todo el mundo, pero para el bebedor decidido y solitario tiene un matiz coercitivo y deprimente porque, de pronto, su vicio privado ... se convierte en una virtud pública en la que se le obliga a participar». Estas palabras son de Lawrence Osborne (1958) y abren el capítulo ocho de su libro Beber o no beber. Una odisea etílica . Sí, he ahí la cuestión. Beber o no beber, pero sin dramatismos. Recordaba George Steiner que «los estereotipos son verdades cansadas» y hay mucho cine, mucha literatura y mucha doctrina sobre esto del beber y del estereotipo surgido al albur de ciertas mitologías. Porque «las estadísticas son lágrimas petrificadas».

Sentido del humor

Osborne trae a cuenta alguna de esas estadísticas que no dejan de asombrar: «Cada hombre, mujer y niño del planeta bebe el equivalente a seis litros de alcohol puro al año . Por lo que sé, los mayores bebedores son los hastiados moldavos con dieciocho litros al año, seguidos por los no menos hastiados checos, con dieciséis (...) en los Balcanes beben menos que en Finlandia; los alemanes y los franceses superan a los italianos y españoles» . Y así el maltrecho mundo de las estadísticas deslumbraría al más cabal. Pero en el caso de Osborne se trata de otra cosa. El libro, soberbio en su narración, imponente en su sentido del humor condenadamente británico (de la Britania antes del Brexit , claro), trasluce una manera de entender esta desdichada existencia (este año más que otros y ya veremos lo que viene) en la que el placer no se entiende como enfermedad, la mesura en el goce es una estética y el andar y ver por la vida con una copa en la mano, un escenario tan excéntrico como familiar, tan cercano como entretenido.

El libro es una guía de países, licores, vinos, espumosos, platos, hoteles, bodegas, dominios, restaurantes, copas y de los sacrosantos bares. Así, recuerda cómo el término «bar» apareció, por primera vez en inglés en 1592, en el drama de Robert Greene A Notable Discovery of Coosnage , después comenzó la polémica con los victorianos sobre quién lo había inventado, hasta concluir que el bar es inglés. Tan inglés como la taberna es griega o española, con sus variantes. Echarse un trago en cualquier lugar, la gracia de Osborne es que se los echa en países en los que el alcohol está prohibido, más o menos, y así establece una profunda reflexión sobre los usos y costumbres bebedoras entre Oriente y Occidente .

Desasosegante

Una de las películas donde el alcohol es tan protagonista como sus dos principales intérpretes es la extraordinaria Días de vino y rosas de Blake Edwards , con una pareja inmensa: Jack Lemmon y Lee Remick . Una historia tremenda, dura, desasosegante. La disección sombría de una amor perdido entre las brumas del alcohol. Una puesta en escena deslumbrante, con un San Francisco en el que se combina la oscuridad del alcoholismo con el resplandor del amor, como nunca se ha filmado. Emociona y conmueve.

Del Diego

Clásico de las copas en Madrid hay uno. Lo abrió Fernando del Diego , venía de su experiencia en los mejores días de Chicote , y está en la madrileña calle de la Reina, 12. Hoy continua la saga familiar con unos cócteles tan clásicos como es la esencia de los días en un trago. Sin estridencias, un lugar donde recogerse y ver pasar las jornadas con una sonrisa de compasión, por si acaso.

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