LIBROS
«El salvaje», la llamada del Yukón
«El salvaje» es la última incursión narrativa del director de cine mexicano Guillermo Arriaga
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Iniciar sesiónHay algo enciclopédico en «El salvaje» del mexicano Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958). Para él la novela es la escritura en libertad capaz de compendiar el diario, la mitología, la explicación filosófica, el diccionario personal, el apólogo mítico o legendario, la historia ... realista, la nota filológica, la simple cita, el caligrama. A todas da cobijo este volumen sumario. Como si su autor nada quisiera olvidar, sin importar su homogeneidad, o más bien contra ella. Su escritura es tan agreste y selvática como la naturaleza que exalta. Para decir lo que se ha propuesto, Arriaga acumula peripecias y prolonga la trama en una interminable cadena de sucesos. Un momento de la lectura nos descubre cómo a Juan Guillermo, el protagonista, le piden que escoja diez palabras para sobrevivir en el caso de una catástrofe natural. Y, claro, diez no le alcanzan. El autor del libro necesita multiplicarlas por diez, por cien, por mil. Y, claro, no le alcanzan.
Para expresar sintéticamente lo que esta voluminosa novela quiere contarnos debería ser suficiente, sin embargo, un haiku o tal vez un verso. El poeta uruguayo Eduardo Milán escribió: «Me refiero a ti como dos fieras porque/ una herida son dos fieras». «El salvaje» es el relato prolijo de dos fieras, un joven mexicano cercado por la muerte, la violencia, la corrupción y los celos. A cada una de esas fuerzas debe resistir emergiendo de un golpe tras otro. Vive en una colonia en que la delincuencia es reprendida por el fanatismo religioso con el consentimiento de la policía. De su hermano, narcotraficante, hereda a su novia; de sus padres, muertos en un accidente de coche cuando no alcanza los diecisiete años, la costumbre de la desgracia. Encerrado en su apartamento, la salvación le llegará a través de la llamada de lo salvaje: unos vecinos le hacen heredero de un lobo portentoso e indómito . La historia del encuentro de esas dos fieras es el propósito del libro.
«Apetecida fiera»
A Juan Guillermo lo acorralan las desgracias y la hostilidad del medio en que vive. El lobo al que trata de domar contraviniendo los principios de la naturaleza es una directa proyección de su instinto. En su deseo de liberar la frustración, parece seguir el dictado del Borges soñador de tigres : «Mis sueños saben engendrar la apetecida fiera». Pero la crea para reintegrarla a su medio; porque, al fin, acaba comportándose como un personaje de Jack London y aceptando que no es posible negar la naturaleza. Leyendo a Faulkner aprende que la piedra quiere permanecer piedra y el tigre, tigre. ¿Cómo hará él para permanecer entre tanta desgracia como le rodea?
Sortea la locura de la bilis negra, la melancolía , y se propone: «Seré el Salvaje». Pero entre la enmarañada selva de despojos humanos que lo asedian un domador de circo lo protege; Chelo, que amó primero a su hermano, le inspira el amor enemigo de los celos; y encuentra la primera respuesta a su deseo de persistir y permanecer en la lectura montonera y heterodoxa, la que le acerca a los mitos antropológicos y a la ciencia de Newton y a la obra del viajero inglés Richard Burton y a su admirado Pío Baroja . Entre tanto, vamos sabiendo de la vida de Amaruq y de la veneración por los lobos de los «inuktikut». Arriaga se muestra poco confiado en la felicidad que es posible alcanzar en común y convencido de las bondades que emanan de la naturaleza. La salvación que nos propone está más cerca de la huida que del cambio o la transformación. «»El salvaje es la novela de un Robinson urbano que sólo consigue abolir la soledad en uno de los más apartados territorios de América, en el Yukón.
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