ENTREVISTA
Ramón Andrés: «Al estar en tiempo de descuento, hemos creado neurosis y nihilismo»
El pensador y poeta navarro analiza en «Filosofía y consuelo de la música» cómo desde el mundo clásico los filósofos han reflexionado sobre el arte sonoro
Pep Gorgori
El ensayista, pensador y poeta Ramón Andrés acaba de publicar Filosofía y consuelo de la música (Acantilado), un volumen en el que repasa cómo los filósofos han reflexionado sobre el arte sonoro desde antes de la Grecia clásica hasta el ... siglo XVIII. En sus frases, como en la propia música, se alterna sonido y silencio: silencio para pensar y sonido para emitir palabras serenas, argumentos complejos que a menudo nos plantean más preguntas que respuestas. Buscando algo de consuelo en sus reflexiones, empiezo haciéndole notar que aún quedan personas como él, que escriben mil doscientas páginas sobre algo tan poco comercial como es la filosofía de la música ; editoriales dispuestas a publicar su trabajo y un público ávido de tenerlo el libro entre las manos.
¿Queda esperanza en la humanidad?
Esta pregunta creo que nos la hemos hecho siempre. Estoy seguro de que en la antigua Grecia también se la planteaban, aunque no tenían nuestra noción de humanidad. Quizás la pregunta sería si hay esperanza en el ser humano, que es una cosa tan frágil... ¿Confianza? Es verdad que el ser humano ha conseguido hacer muchas cosas: crear, idear... Pero evidentemente estamos muy, muy limitados por nuestra propia condición. Una fe ciega en la humanidad como se proclamaba a finales del XVIII, yo no la tendría.
«La ideología de la técnica está minando nuestra memoria y el sentido del tiempo»
¿El arte es una manera de abstraernos de la tecnología de la que nos hemos rodeado?
En parte sí, porque el arte obedece siempre a una abstracción. No me hace menos humanista escribir en un ordenador, aunque cuando tengo un un momento complicado, en algún libro, en algún artículo, escribo a mano, necesito el papel. El problema está en sucumbir a la ideología de la técnica, porque esa ideología es la que está minando la memoria y el sentido natural del tiempo que tenemos los seres humanos. La técnica se está convirtiendo en un nihilismo. Esto es clarísimo.
Los griegos no necesitaron ordenadores para cambiar nuestra visión del mundo.
Su tiempo era el tiempo real, el tiempo natural. Nosotros vivimos muy fragmentariamente, en un día estamos en muchos lugares, somos muchas personas diferentes. Antes participaban de otro tiempo. No tenían esa dicotomía que la religión ha ido sembrando en la mentalidad, sobre todo occidental, que es una contraposición entre tiempo y eternidad. Al no sabernos eternos, al ver que el tiempo corre para nosotros como un tiempo de descuento hacia el último paso, se ha creado mucha neurosis y también mucho nihilismo. Las obras de antaño, incluyendo las de los griegos, tenían el apoyo del tiempo, se podían demorar. Era otra cosa. Su día no duraba lo que dura el nuestro.
Si su libro fuese una novela, ¿Pitágoras sería el protagonista?
Pitágoras es fundamental para la historia de la Música y la Filosofía. Pitágoras aprende de oriente, de los caldeos y de los egipcios, que el universo está regido por proporciones numéricas. El número no solamente expresaba una cantidad, sino que tenía un carácter sagrado, simbólico. La teoría famosa de la armonía de las esferas, según la cual el universo se sostiene porque cada planeta emite una nota y eso crea una especie de gran acorde y ahí se sustenta todo... nos puede parecer muy ingenuo, pero en el fondo nos está diciendo que son las proporciones matemáticas, que son las vibraciones proporcionales las que están sosteniendo la física del universo. Esta idea arraigó profundamente. La música contemporánea tiene mucho de cálculo, y no por eso deja de ser pasión. También tiene una parte muy pitagórica.
«Una fe ciega en la humanidad como se proclamaba en el siglo XVIII yo no la tendría»
Este carácter abstracto de la música, ¿la convierte en una disciplina artística especialmente difícil de entender?
Muchas personas, incluso personas cultivadas, no pueden entrar en la música porque es la abstracción de la abstracción. La música del Romanticismo es muy narrativa, está influida por la ópera, por lo escénico. Pero en la contemporánea o la de los maestros francoflamencos, en el siglo XV o XVI, no hay una narración sino sonido y combinaciones de sonidos. Era un arte que no tenía la necesidad de explicar la vida del compositor. A partir del XVII, con el triunfo de la melodía, se empieza a desarrollar una expresión muy personal de los sentimientos propios, hasta llegar a una saturación que yo creo que originó la necesidad de buscar de nuevo la abstracción, como lo hizo Webern influido por Schönberg, y después, Stockhausen, Ligeti, Kurtág y tantos más.
Lutero decía: «Si un maestro de escuela no sabe cantar, ni lo miraré». Ahora la presencia de la música en las aulas es testimonial.
No es la misma situación en Europa que en España, que ha sido un país bastante sordo a la música, como a otras tantas cosas. El ministro Wert decía que la música de la enseñanza es una asignatura que dispersa, que distrae. Hace poco alguien del gobierno sostenía que la educación tiene que ser para aplicar. Hombre, no digo que haya que hacer como en mi época, que teníamos que repetir cantando las tablas de multiplicar para memorizar, pero hay que dar a las nuevas generaciones un conocimiento para ir más allá de una aplicación práctica. Eso, y trabajar la memoria. La memoria está en nuestros genes, no es algo que ha quedado pegado en los libros de historia, está en nosotros. Privar de esto es expoliar al individuo de un potencial que le es innato y le es negado por este enfoque pedagógico nuevo que es bastante absurdo, creo yo.
¿Cómo explicaría a un gobernante la importancia de trabajar con la música en las aulas?
Del mismo modo que la informática es un lenguaje paralelo al oral, la música es otro lenguaje todavía más inabarcable que el de la informática. Estamos preparando ordenadores cuánticos, pero la música también puede partir de lo cuántico. Tenemos medios técnicos para que así sea, y esto quiere decir conseguir nuevos sonidos, sonidos que jamás el ser humano ha oído, y relaciones nuevas entre sonidos. Es inabarcable. La música ocupa un papel fundamental en la mente de las personas como apertura, como riqueza de un lenguaje distinto, y eso es de una amplitud de miras asombrosa.
«El ser humano necesita de consuelo no solo por las adversidades de la vida, sino porque tenemos un fondo que es la despedida»
Y al mismo tiempo, nos consuela, como usted explica en el libro.
Cada capítulo lo culmina un texto, sea mío o de otro autor, sobre el efecto de consuelo de la música. El ser humano hoy, como ayer y anteayer, necesita de consuelo ya no solo por las adversidades que surgen en la vida, sino porque tenemos un fondo que es el de la despedida, el irse. Eso ha impregnado todos nuestros actos, la necesidad de tanta creación, no solamente artística, sino de fabricación, de construcción, de ideas, de objetos. Todo son conjuros contra la muerte, y la música es un conjuro muy efectivo. A lo largo de la historia siempre encontramos referencias al consuelo que produce una melodía, una determinada danza... Y eso lo que querido mantener en cada capítulo.
Parece una selección muy minuciosa.
He ido rastreando mucho, sí. Yo todavía trabajo con fichas en muchos casos. Siempre, desde muy joven, he recopilado fichas. Si viviera trescientos años, podría escribir un montón de libros sin recopilar nada más ya. Soy como una hormiga preparándose para el invierno final. La búsqueda de esos consuelos forma parte de este aspecto mío de hombre-hormiga.
No va a ser, pues, su último libro. ¿En qué está trabajando ahora?
Es mi último libro de esta envergadura. Tengo que ser honesto: por fichas podría escribir muchos años más, pero por fuerzas, no. Ahora tengo ya avanzado un libro muy particular, un ensayo sobre Josquin Desprez. Juego temporalmente entre nuestra época y la suya, enlazando los quinientos años que nos separan.
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