LA DOLCE VITA
Petros Márkaris, el emblema de la literatura
El autor griego regresa con una colección de siete relatos, ‘Cuarentena’, donde aborda el coronavirus y esa otra eterna pandemia: el paso del tiempo
Fernando R. Lafuente
Si la literatura es, como advirtió Cesare Pavese, «una defensa contra las ofensas de la vida» hay dos ofensas, una reciente y otra eterna, sobre las que Petros Márkaris (Estambul, 1937) escribe en su más reciente entrega, ‘Cuarentena’ (Tusquets) y que muestra al escritor ... griego en su más entera plenitud narrativa. Una, la pandemia; la otra, el paso del tiempo. Contra la primera hay vacuna, contra la segunda, sólo queda la memoria y lo escrito . ‘Cuarentena’ reúne siete relatos en los que aparece y desaparece esa gran creación de Márkaris que es el comisario Kostas Jaritos. Junto con Manuel Vázquez Montalbán y Andrea Camilleri, y a ratos, Fred Vargas, Márkaris configuró a su comisario en las antípodas del género negro.
Familiar, sesentón, doméstico, degustador de diccionarios, amable y sabio, buen comedor de los sabrosísimos platos que le prepara su mujer, Jaritos resuelve los casos de asesinatos con una lógica tan cartesiana como familiar . El sentido común rige su actuación y dirige a sus colaboradores.
En medio del caos
Sus relatos están escritos como si nos los contaran al oído una noche de tormenta. En medio del caos todo es serenidad. Los dos primeros, el que da título al volumen y ‘Me llamo Covid y mato’ tienen a Jaritos como protagonista y la investigación, bien compleja, de casos de asesinatos. En ‘El arte del terror’, la paradoja, tan brillante como inesperada y feliz, resume una manera de contemplar la vida desde ángulos oblicuos. ‘Centro de refugiados del coronavirus’ recupera al Márkaris solidario con la desgracia y la soledad. ‘Los tres caballeros’ es una fugaz aparición de Jaritos para resolver un caso en el que s e mezcla la podredumbre humana y la enajenación provocada por la pandemia.
Pero dónde alcanza cotas extraordinarias es en esa obra de orfebrería literaria conmovedora que es ‘La taberna de Karaguiosis’. Cada palabra en ella es un ejemplo de humanidad, de la buena. Cierra el libro un regreso a la infancia del escritor. La maravillosa evocación de sus años primeros en la isla de Jalki. En cada frase se escucha el eco de la memoria conservada como un íntimo tarro de esencias para coincidir con aquello de Leopoldo María Panero: «En la infancia se vive y después se sobrevive». Entre su vasta obra escrita, este conjunto de relatos suma y resume lo mejor de la esencia literaria de Márkaris. Sin más ambición que descubrir un mundo, unos personajes, una atmósfera y unos anhelos profundamente cercanos y admirables.
El Ovetense
Unos días en Oviedo dan para descubrir un clásico: El Ovetense, en la calle San Juan, 6. A un paso de la Catedral desde donde el Magistral contemplaba la capital asturiana y Anita Ozores paseaba sus zozobras amorosas. Uno empezaría por la tortilla, después el pollo al ajillo, el jamón cocido, el hígado encebollado y la reserva de mesas de cinco a siete de la tarde para jugar al mus. De la Atenas de Jaritos a la Ovetense astur, literatura y vida parecen llamarse bajo la sombra del tiempo.
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