Patrick Alfaya: «Traer a Anne-Sophie Mutter era una tarea pendiente para el festival»
El director de la Quincena Musical de San Sebastián desvela alguna de las claves de esta edición, que contará con intérpretes de primer nivel mundial y con favoritos del público donostiarra
Patrick Alfaya, durante la Quincena Musical
La Quincena Musical de San Sebastián –que, pese a su nombre, ocupa casi todo el mes de agosto, desde el pasado día 1 hasta el próximo 27– es uno de los festivales de música clásica con más tradición de España. Después de una edición ... obligadamente 'local' el año pasado por causa de la pandemia, este año vuelve a contar con orquestas internacionales y con intérpretes que se cuentan entre los primeros espadas del panorama mundial. Su director desde 2009, Patrick Alfaya (Madrid, 1971), nos habla sobre esta edición y sobre los retos que afronta el sector cultural.
Imagino que esta edición supone la recuperación para la Quincena, después de los problemas de año pasado por la pandemia. ¿Se puede hablar de vuelta a una normalidad relativa?
No diría al 100 por ciento, pero sí un 75 o un 80 por ciento. La Quincena ha tenido una tradición de grandes conciertos, intenta abordar un repertorio que muchas veces es difícil escuchar en otros sitios. Por ejemplo, hace no tanto, el ‘Te Deum’ de Berlioz, que supone tener a cuatrocientas personas en el escenario. Y este año no estamos llegando a eso ni de lejos, debido a la necesidad de mantener distancias seguras. Pero sí hay ya conciertos (como el ‘Cristo en el Monte de los Olivos’ de Beethoven) con coros más pequeños, de unas sesenta o setenta personas, que cantarán con mascarilla. Estamos volviendo lentamente a la normalidad. Ahora lo que tienen que empezar a cambiar son los aforos, cuando lo permitan las autoridades. Gran parte de nuestra financiación procede de la taquilla, en ese sentido somos una rareza en España.
Usted lleva ya más de 10 años como director de la Quincena. ¿Me equivoco si digo que una de las señas de identidad de su etapa es la diversificación artística del festival?
Aquí había desaparecido bastante la música de cámara y he intentado volver a potenciarla. Y lo mismo con la danza, he intentado que la danza contemporánea juegue cada vez un papel más importante.
Otra apuesta importante es por el talento local y por las obras de nueva creación. ¿Considera que esto es algo irrenunciable para un festival de estas características?
Creo que en España nos encontramos con un problema: hace 50 años, España daba bastante poco al mundo de la música; luego, se ha hecho una apuesta fuerte, han aparecido muchas orquestas, la educación ha mejorado mucho, cada vez hay más jóvenes intérpretes de calidad españoles, lo cual es excelente. Y tenemos que dar salida a todo esto. Desde la Quincena intentamos que tengan conciertos, que vayan aprendiendo lo que es el mundo profesional. Y hay gente que ha empezado aquí, como Xabier Anduaga , que hizo algún pequeño concierto con nosotros y ahora está cantando en La Scala como primera figura. Y, desde el punto de vista de la creación, lo intentamos sobre todo por el lado de la música de cámara, ya que con orquestas invitadas es muy difícil, porque están de gira y es imposible que cada festival les pida que preparen una obra de un compositor local. Así que nos centramos en la música de cámara y, dentro de lo que podemos, en producciones 'diferentes', como espectáculos infantiles.
«La música clásica no tiene que ser algo elitista: aquí se viene a disfrutar, a sentir emociones»
En la edición de este año, destaca que se estrenan en la Quincena tres intérpretes que son verdaderas referencias a nivel mundial: Mitsuko Uchida, Anne-Sophie Mutter y Yuja Wang.
A Yuja Wang llevamos tres años anunciándola: en 2019 canceló porque venía con el violinista Leonidas Kavakos y pocos días antes del concierto el padre de él falleció; en 2020, por el coronavirus; y este año esperemos que a la tercera vaya la vencida. A Uchida puedo decir que yo fui la primera persona que la invitó a hacer un recital en España, cuando yo llevaba el Ciclo Grandes Intérpretes de la Fundacion Scherzo en el Auditorio Nacional de Madrid. Es una persona muy agradable, nada diva. Hizo un recital estupendo y volvió alguna otra vez. Así que le insistí para que viniese a San Sebastián. Y Mutter nunca pensamos en que viniese porque es una estrella con un caché elevadísimo y a mí nunca me ha gustado jugar a eso. Lo respeto, he trabajado con gente como Lang Lang y entiendo que si haces una caja de 100.000 euros te lleves un porcentaje muy importante. Pero este es un festival donde procuramos que haya entradas desde 11 euros y, si estás en paro, desde 3. Y entrar en el nivel de caché de Mutter nos asustaba un poco, porque es jugar muy fuerte y te puedes quemar. Pero ella desde el principio dijo que estaba dispuesta, porque son circunstancias excepcionales y quería tocar y sabía que en España los festivales estamos funcionando bien. Estamos encantados, porque en un festival como este, que tiene 82 años, que no hubiera venido Mutter era una tarea pendiente.
Por otro lado, vuelven grandes favoritos del público donostiarra, como Grigory Sokolov o la Budapest Festival Orchestra. Supongo que es importante equilibrar la innovación con contentar al público de toda la vida, ¿verdad?
En España hay cierta manía de que hay que traer siempre cosas nuevas. Pero una orquesta como la de Budapest , que ha estado muchas veces, genera una relación especial con el público. El director, Ivan Fischer, y los músicos han hecho grandes conciertos aquí, han trabajado con coros locales amateurs. Y se acaba generando una empatía que es muy bonita y que yo creo que es necesaria para los festivales. Los grandes festivales europeos, como Lucerna, repiten año tras año las mismas orquestas. Y eso no está nada mal. Hay que buscar esa conexión, que el público tenga esos referentes a los que han ido escuchando en el festival, con los que han disfrutado.
«Me temo que la vuelta del público a las salas va a ser más compleja de lo que pensamos»
En cuanto al repertorio, este año han tirado de los clásicos: Beethoven, Mozart, Mendelssohn, Schubert… ¿No es año para riesgos?
Esa no es la única razón. También es una cuestión de las plantillas orquestales. En el momento en que te metes en Stravinsky y similares te vas a orquestas muy grandes. Por ejemplo, casi hasta el final mantuvimos en el programa que la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo y Yuja Wang iban a hacer ‘La ejecución de Stepan Razin’ y el ‘Concierto para piano nº1’ de Shostakovich y algo de Stravinsky, pero vimos que eso suponía una orquesta de más de cien personas y un coro de ochenta o noventa, lo que no era viable económicamente y, además, no permitía mantener las distancias seguras. Y, con el repertorio clásico, según vas retrocediendo en el tiempo, cada vez las plantillas necesarias son más pequeñas.
¿Cuál cree que será la revelación de esta edición, el concierto o el espectáculo que va a sorprender al público?
Creo que el de Uchida lo será, porque es una pianista muy conocida, pero poco escuchada en España. Otro concierto que tengo muchas ganas de escuchar, de un pianista muy conocido, es un pequeño concierto en todos los sentidos: la ‘Música callada’ de Mompou, interpretada por Stephen Hough . Mompou es uno de los grandes del piano de principios del siglo XX, muy poco valorado en España: se le toca más fuera que aquí. Hough nos pidió un sitio de recogimiento y le propusimos el claustro de San Telmo, que tiene muy buena acústica. Es un concierto al que me apetece mucho ir, porque creo que se va a generar una energía muy especial. También creo que puede ser muy bonito el de Judith Jáuregui , que ‘juega en casa’ y hace tiempo que no toca aquí. Va a estar también en San Telmo, con Jesús Reina . Y, también en el claustro, el de Carmen Artaza , que ha ganado varios premios fuera de España y también el Premio Tenor Viñas –el premio de voz más importante en España– y es una cantante que creo que va a ser cada vez más conocida y que también tiene el factor emotivo de que es donostiarra y empezó en el Coro Araoz Gazte.
De cara al futuro, ¿cuál cree que es el principal peligro para la Quincena?
Espero equivocarme, pero creo que es principal peligro para el futuro del festival –y, en general, de las artes escénicas– es que la vuelta del público a las salas va a ser más compleja de lo que pensamos. Y no únicamente por la pandemia. La Quincena ha tenido siempre un número muy sólido de abonados. Esto supone gente que todos los años reservaba unos 500 euros de media en verano para comprar sus entradas de la Quincena o su abono. Esta gente lleva dos años sin hacer eso, porque era imposible sacar abonos, con cuatrocientas localidades el año pasado y seiscientas este, no cabían. Y ese dinero ya lo utilizan para otras cosas. En algún momento vamos a notar más lo que está ocurriendo con la economía, va a haber gente que se piense mucho el volver a gastar en artes escénicas. Y, por otro lado, tengo miedo de que haya una pérdida de costumbres en cuanto al consumo de artes escénicas y de cultura en general: yo siempre he ido mucho al cine y he seguido yendo algún día, pero a veces lo pienso y me doy cuenta de que llevo tres meses sin pisar una sala de cine. Y estoy leyendo algún discurso triunfalista de que está todo lleno; sí, pero con aforos al 50 por ciento. Va a ser muy duro volver a llenar las salas y ya veremos cuántos años nos lleva.
«Gran parte de la financiación de la Quincena viene de la taquilla, lo que es una rareza en España»
Y, en el sentido contrario, ¿cuál es la mayor fuerza de la Quincena?
El público, sinceramente. Nuestros 82 años han permitido generar una vinculación emocional muy fuerte con un sector del público, tanto donostiarra como veraneante. Hay gente cuyos abuelos se abonaron en 1939 y ellos también son abonados. Tener taquillas como las de 2018 o 2019, que nos íbamos al al millón o millón y poco de euros, se debe a que siempre hemos tenido un seguimiento muy fuerte del público. También por esa tradición coral de familias: aquí todo el mundo tiene un primo, un hermano o un tío que canta. No es como en otras zonas de España donde mucha gente no ha tenido ninguna vinculación con la música clásica. Aquí, aunque nunca hayan venido a un concierto, tienen cierta idea de qué va por alguien de su familia.
Hilando un poco con eso, ¿qué le diría a alguna de esas personas que nunca han ido a un concierto de música clásica para que se animasen?
Les recomendaría que se asesoren un poco: no es lo mismo ir a ver un concierto sinfónico que ir a ver un recital de piano, o un cuarteto. Es más fácil que te guste un concierto sinfónico cuando no tienes experiencia en la música clásica. Y dentro del repertorio hay autores que entran con más facilidad, como pueden ser Tchaikovsky o Beethoven. Y también les diría que lo escuchen antes, porque la música no es como el cine o una novela, donde no quieres saber el final. La música siempre la estás descubriendo, pero el cerebro necesita tener unos referentes para poder seguirla con mayor claridad, con mayor apreciación, y eso te lo da haberla escuchado antes. Puedes ponértela mientras estás trabajando en el ordenador, o haciendo tus tareas, o en el gimnasio. Y que no tiene que ser nada elitista, ni económica, ni culturalmente: aquí se viene a disfrutar, a sentir emociones, a sentir la música, que es un lenguaje universal.