ARTE
«Noli me tangere»: Un ensayo sobre el tacto en la galería The Ryder
La joven galería madrileña reflexiona sobre lo corporal y lo identitario con una muestra que recoge obras de autores desde los sesenta hasta la actualidad con las que genera una interesante topografía de lo táctil
Miguel Cereceda
Ha sido posiblemente el filósofo francés Jean-Luc Nancy quien, después de Derrida , más intensa y más bellamente ha reflexionado sobre la importancia del tacto en una cultura como la nuestra, enteramente dominada por la mediación del lenguaje y la visibilidad. Si ... en Corpus ya había dicho, de la mano de Sigmund Freud , que «la psique es algo extenso», en su libro titulado precisamente Noli me tangere , abunda en su reflexión sobre el tocar como mover y conmover.
Distancia interpersonal
Citando explícitamente a Nancy, la galería madrileña The Ryder nos propone ahora una nueva reflexión sobre género e identidad sexual, bajo el sugerente título de Noli me tangere. Como si la identidad sexual fuese también algo que tiene que ver con el cuerpo y con la piel, más que con el orden del discurso. Aprovechan además la ocasión para invitarnos a pensar en eso del tacto y del contacto , ahora que, a causa de la pandemia, hemos sustituido el tacto corporal por el contacto telemático. Pues nunca como hasta ahora ha habido tanto «contacto» sin verdadero tacto.
A pesar de ello, las piezas presentes en esta exposición no son precisamente táctiles –como aquel célebre Prière de toucher de Marcel Duchamp– , aunque sí que invitan a una reflexión sobre el contacto. En ella se presentan dos propuestas interesantes de dos grandes artistas (mujeres) precursoras del activismo y del feminismo contemporáneo, como son la surrealista suiza Meret Oppenheim (1913-1985), célebre por su taza forrada de piel, o la activista austriaca Valie Export (nacida en Linz, en 1940), especialmente conocida por su Tapp und Tastkino (Cine para tocar) , una acción callejera en la que permitía que los transeúntes tocasen sus pechos, ocultos en el interior de una caja de cartón, mientras ella miraba fijamente al interfecto.
La cuestión del tacto y del contacto puede estar también presente en las obras textiles de la ucraniana Anna Perach (1985), cuyas cabezas de lana y pelo tocan también explícitamente el tema de la identidad sexual; así como en los inquietantes dibujos de Eva Fábregas (Barcelona, 1988) o en las psicodélicas animaciones digitales de Saelia Aparicio (Valladolid, 1982), en las que se representa una ingesta y una digestión, a través del interior del cuerpo.
Solamente la obra del granadino Miguel Benlloch (1954-2018) queda en este contexto un poco desenfocada. Pues si es cierto que, como activista, se enfrentó abiertamente con el problema de las múltiples identidades que contiene un cuerpo, la relación de su trabajo con el tema del tacto no parece tan evidente. Excelente e interesante exposición, en cualquier caso.
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