Una noche con la jueza RBG

En los últimos tiempos solo me he sentido reconfortada en ese reposo del sofá y la cena frente al televisor cuando he conectado con el humor crepuscular de los «pitopáusicos» Michael Douglas y Alan Arkin en «El método Kominsky». He esperado con ansia la vuelta de la abogada Diane Lockhart en «The Good Fight», que ya está aquí de nuevo, para taconear sobre cristales rotos.

Y en el guion no escrito de este artículo, una ley lleva a otra o una abogada lleva a un juez. En este caso, a Ruth Bader Ginsburg , la jueza RBG para sus amigos (y enemigos) y para el documental que cuenta sus venturas y desventuras en la carrera judicial norteamericana. Sí, sí, también me he enganchado a los documentales que tienen poco de distopía y que te descubren personajes como esta dama menuda de 86 años (los cumplió ayer) que ha dado titulares muy largos por sus sonados golpes en la mesa del Tribunal Supremo de Estados Unidos .

Alguien que -se pueda estar de acuerdo o en desacuerdo, amplio es el campo de minas en su carrera- tiene la capacidad de reírse de sí misma y de ser íntima amiga hasta de sus más acérrimos enemigos ideológicos merece una noche de sofá y copa de vino para reconciliarte con el género humano. « RBG, jueza icono» es el título del documental, que estuvo nominado en los recientes Oscar . Desde luego, no hay distopía que valga si Ruth Bader Ginsburg se lo propone.