Kevin Johansen: «El creador de canciones es un arqueólogo de las palabras»

Lo cierto es que Kevin Johansen no se define, ni quiere . Siempre ha rondado el pop latino entendido como algo alejado de modas y disparates, y sin renunciar a sus querencias por el pop. Admite sus orígenes dispares (en la imagen de la portada aparecen sus padres: una, argentina; el otro, estadounidense), y va sin cortes del tango al country, a Brasil o a los Andes , o nos deja una versión de Modern Love de David Bowie (junto a un curioso Everybody Knows tanguero, de Leonard Cohen , únicos temas de los veintinueve que no son de su autoría. Por cierto, desde su casa en Buenos Aires, lo primero que hace es felicitarnos por los éxitos de la selección española de fútbol: «Además de que compartimos unas raíces, ya estaba bien de catenaccio. Por fin triunfa un fútbol lindo».

«Bi» es un título que suena cargado de ambigüedad.

Siempre digo que el creador de canciones es un poco arqueólogo de las palabras, y jugamos con el sentido y la sonoridad de ellas. Entonces, barajando un poco el concepto del disco doble, se me venía a la cabeza lo de «Bi». Por supuesto la gente va a pensar en bisexualidad, entramos todos como unos caballos por ese lado. Pero sucedió una cosa casual, o no, que fue que mi hermana encontró dos retratos de nuestros padres cuando eran jóvenes. Vi claro que esa era la cubierta, porque uno piensa que todos venimos de un padre y una madre, somos literalmente bisexuales, mitad hombre mitad mujer, aparte de la orientación sexual de cada uno que luego viene con la vida. Hay tantas sexualidades como personas en el mundo, y pasa lo mismo con las sensibilidades musicales. Pero pasaba más por el lado bicultural y bilingüe. De hecho, entraban todos los «bi» de la vida.

El hecho de hacer un disco dividido por estilos, ¿fue una idea previa o llegó un momento que se fueron acumulando y había que dividirlas?

Fue un proceso muy orgánico. Alrededor del 2009 y 2010, comencé a grabar material acústico, folclórico, que tenía que ver con cosas que habían quedado fuera de Logo (su anterior álbum de estudio, de 2007, elegido como uno de los cinco mejores discos del año por Los Angeles Times ) y que me gustaban. Había barajado ya la idea de Jogo y Fogo como tres patas de Logo y, bueno, el disco folclórico fue tomando forma, con sonidos del sur pero con una mirada, desde la Argentina, hacia Uruguay y Brasil. Me interesaba seguir colaborando con artistas uruguayos y brasileños, como Fernando Cabrera y Daniela Mercury, además de algunos músicos especialistas en cada estilo. Me gustaba también la palabra «subtropicalia», como homenaje a los tropicalistas de Brasil. Por otro lado, me junté con Tweety González , un productor acá famoso que trabajó mucho con Gustavo Cerati y con Spinetta, que falleció el año pasado y tenía ganas de hacer un disco conmigo. A mí me gustaba también la idea de hacer un álbum más rockero. Ahí nos juntamos el año pasado y empezamos a grabar un material que él eligió de canciones mías, muchas que no habían visto la luz, como algunas composiciones de los noventa, cuando yo vivía en Nueva York y tocaba en CBGB (legendario local de punk-rock cerrado en 2006). Así fue tomando forma Fogo (Pop heart).

Cuando compone una canción, y teniendo a mano tantos estilo e idiomas (español, inglés, porteño), ¿de qué depende ir por uno u otro camino?

Varía mucho, pero es muy básico. Es un poco como una burbuja invisible. Uno va tarareando inconscientemente algo y, sin darte cuenta, estás tirando de una frase, una línea que te gusta en base a esa melodía o a ese ritmo que te atrapó, y que te acaba llevando a la guitarra. Yo compongo mucho en mi cabeza, y cuando paso al instrumento lo suelo tener ya estructurado armónicamente. Y suelo ir con las dos cosas a la vez: música y letra.

En España lo vimos, en 2011, con el espectáculo que llevaba junto a Liniers, en el que él dibujaba mientras sonaba la música. Es curioso: él juega con las imágenes para crear visiones sorprendentes, algo parecido a lo que hace Kevin Johansen con las palabras.

Seguro. Con Liniers sucedió algo muy bonito, y fue que encontramos una afinidad estética partiendo de disciplinas diferentes. Lo normal es que esto te ocurra con un colega de la misma disciplina, como me ha pasado con Paulinho Moska, de Brasil. Creo que Liniers tiene un juego solapado con lo naíf, con la ingenuidad aparente, y por debajo te tira la zancadilla, y te obliga a una segunda lectura. De algún modo, a mí me gusta hacer algo parecido desde la canción. Me gusta tirar una frase que pueda parecer una joda, o una línea engañosa, y después darle la vuelta, o hablar de algo aparentemente inocente y después poner la zancadilla, y referirme a algo político o a algún desengaño amoroso.