ESCULTURA
Muñoz y Espaliú, polifonía de ausencias
La Sala Verónicas (Murcia), se convierte en escenario perfecto y caja de resonancia de la potencia del encuentro de los dos escultores
La iglesia barroca del convento de Verónicas, en Murcia , es el escenario en el que las obras de los prematuramente desaparecidos Pepe Espaliú (Córdoba, 1955-1993) y Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001), dos de los creadores insustituibles del arte español de las últimas décadas del siglo pasado, se encuentran en un diálogo en el que sus «voces» parecen empastar. El título de Correspondencias da la medida de cómo ambos comparten temas (la fragilidad, la ausencia, la imposibilidad, la incapacidad), recursos (el carácter ambiental de sus esculturas o el uso del metal eludiendo lo abstracto) e imágenes o iconografías.
Debe destacarse el trabajo de comisariado de Jesús Alcaide , quien ha generado encuentros de extrema convergencia y pertinencia entre las producciones de ambos y los ha articulado en una propuesta absolutamente escénica que refuerza la capacidad de las mismas para azorarnos, sumiéndonos en la intensidad y lo punzante de las obras que sostienen el diálogo .
Esas «voces», más cercanas a un tímido susurro que puede conmovernos e incluso helarnos, se amplifican gracias a un espacio que actúa como verdadera caja de resonancia ; un marco que refuerza el recogimiento cuasi religioso al que nos abocan algunas de las piezas, llegando a provocar el sobrecogimiento.
Acento barroco
Espaliú y Muñoz poseen un incontenible eco barroco que, en diálogo entre ellas y en el marco de Verónicas, se acentúa. El símbolo, la alegoría, el emblema, la angustia existencial, la «otredad», «la diferencia», la enfermedad, el desequilibrio, la muerte, la transmisión de los sentimientos, «lo trágico», el pathos o el irrenunciable valor escenográfico o de puesta en escena son valores que definen el trabajo de ambos, y que, en gran medida, son parte del Barroco y de aquello que Eugenio d’Ors denominó «lo barroco»; un eón o una actitud inextinguible que en ciertos periodos se manifiesta dominante y como «aire de un tiempo» . El carácter metafórico, simbólico o alegórico que plantean las piezas desemboca en ocasiones en registros propios de la literatura de emblemas, pudiendo rastrearse la presencia de algunos motivos desde la Hieroglyphica de Horapolo a los Emblemas morales de Horozco , pasando por los Emblemas de Alciato . Es el caso de la tortuga, irónicamente símbolo de la longevidad, aunque también de la sabiduría o de la perseverancia. Muy oportunamente, las obras de ambos que usan al animal, o los desequilibrios de elementos como las sillas, se hallan en la intimidad del espacio de clausura del convento.
Juegos de espejos
Pero como si no fueran suficientes esas correspondencias entre Espaliú y Muñoz, se establecen otras entre las piezas y el marco que las acoge. La escala de la iglesia y el carácter cultural, de recogimiento y escenográfico, operan en las mismas y en nuestra relación con ellas. Sin embargo, nos referimos a una suerte de replicación o juego de espejos entre las obras y los pormenores de la arquitectura.
Pareciera como si el susurro de las obras se expandiese a modo de eco por el edificio . De este modo, el balcón de forja de la tribuna que se asoma a la nave central parece el figurado eco del balcón de Muñoz, que se sitúa en una nave lateral; las jaulas de Espaliú, que penden del techo, parecen proyectarse en los pilares y capiteles del altar mayor; o la orgánica retícula de los caparazones de las tortugas resuena en la regular verja de la clausura que las encierra.
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