SERIES

Dos modos de cocinar un calamar

La serie del momento recurre a juegos infantiles y los inyecta de violencia. 'El juego del calamar' se puede tomar más o menos en serio, pero entra solo

Lee Jung-jae, protagonista de 'El juego del calamar' y una estrella en Corea Netflix

Como tantas historias de éxito, 'El juego del calamar' fue un proyecto rechazado durante años. Hwang Dong-Hyuk no perdió la paciencia, al contrario que John Kennedy Toole , pese a que no podía imaginar que diez años después Netflix convertiría ... su idea en el mayor pelotazo de la plataforma. Hasta pasado mañana, cuando sus más de 200 millones de abonados sean aún más, pese a las subidas de precio. El gigante practica su propio juego: entre todas las producciones que controla en los siete mares, alguna pesca siempre el último récord, por pura aritmética.

Hoy es fácil predecir el pasado y explicar por qué ha triunfado el drama que nadie quería producir. La lista de referencias es larga, aunque algunas sean falsas y sobrevenidas, pero parece evidente que el calamar toma prestados elementos de 'Los juegos del hambre' y el 'humor amarillo' de Takeshi Kitano , cineasta y actor que aglutina todo lo necesario para parir al cefalópodo.

En la estela cromática

'El juego del calamar' sigue la estela cromática de 'La casa de papel' y 'El cuento de la criada', pero podríamos añadir a Escher y Strauss en la coctelera. Y por qué no echar también un chorrito de cine de culto de la tierra, como Park Chan-wook y Kim Ki-duk . Ni siquiera necesitamos recurrir a 'Parásitos', otra ventana deformada por la que Occidente se asomó en masa a esta sociedad extraña.

En realidad, la del calamar es una serie-reality, un 'Supervivientes' con pistolas (esto es copiado), un entretenimiento que lleva al extremo su sencillez, empezando por el escondite inglés y otros juegos infantiles. Incluso 'Insiders' , el primer reality español de Netflix, que se estrena en unos días, parecerá una secuela. Esa estilización extrema del esfuerzo intelectual se ve reforzada por formas geométricas no menos básicas y por unos personajes arquetípicos, mil veces vistos en el cine bélico. Adivinar quién va a morir antes y quién resistirá al menos un juego más es sorprendentemente fácil.

Una secuencia de la serie de Netflix

Y ya que estamos en la guerra, saltemos al otro extremo, la violencia extrema , aunque sea tan irreal como la de un videojuego, a lo 'Kill Bill', para que no arruine la cena. Esto también es esencial, porque además nos permite dejar que nuestros hijos la vean antes de tiempo o que jueguen en el patio a algo horrendo. Por esas dobleces de la moral, no importa que se vean cientos de asesinatos, pero es fundamental que apenas haya sexo.

Como exige el tópico

Tampoco nos pongamos moralistas. Al calamar no se le puede negar lo vistoso que es y la forma tan hábil de trazar su pequeña parábola sobre el capitalismo moderno, y salvaje, como exige el tópico, pero esta vez de verdad. Como en los juegos del hambre del mercado laboral, los participantes se presentan voluntarios. Como mínimo, que no lo parezca.

'El juego del calamar' no profundiza en la teoría de juegos, sería demasiado intelectual, pero desnuda al ser humano enfrentado a unas pruebas tan frívolas como trascendentales. En la mesa y en el juego se conoce al caballero. La lástima, o su mayor acierto, es que cuando se pone estupenda sus reflexiones caben en una galleta de la fortuna.

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