Maribel Verdú: «Me gusta trabajar con gente guay, no con intensos, que son un suplicio»

Pero no es el Séptimo Arte -sin olvidar las series de TV- el único que acapara sus afanes. «El teatro es mi pasión» , confiesa. Esa pasión la ha desplegado en numerosos montajes, desde que en sus comienzos dio vida a dos personajes clave: la shakespereana Julieta, y la Doña Inés ideada por José Zorrilla. Y vuelve a hacerlo, en uno bien distinto, la Emilia de «Invencible» -hasta el 4 de enero de 2020-, del británico Torben Betts, en versión de Jordi Galcerán y montaje dirigido por Daniel Veronese.

«Invencible» es muy divertida, pero también encierra un poso amargo que invita a la reflexión...

En teatro sobre todo prefiero hacer comedias, pero que tenga un fondo de peso. Y que al terminar la función, te cuestiones cosas, te preguntes qué hubieras hecho tú en esa situación. En Invencible unos ganan y otros pierden. Y también nos plantea hasta qué punto la verdad es importante o no. Aunque cada espectador debe sacar sus propias conclusiones.

¿Hay algo de Maribel Verdú en la Emilia de la pieza?

Para nada. Tan extremista y radical como ella es lo menos que soy yo. Tengo un poquito de su obsesión porque todo esté impecable, pero sin exagerar. Emilia es tremenda. Aunque creo que, al final, el público la redime cuando se entera de lo que le sucedió en el pasado.

¿Cuándo le llega un guion o una obra de teatro, qué le inclina a aceptar el proyecto?

Me fijo en todo: la historia, el personaje, la producción, el director... y, por encima de todo, los compañeros. Me gusta trabajar con gente guay, aunque luego a veces te llevas sorpresas, que no sean unos intensos que convierten todo en un suplicio. No soporto los malos rollos, los gritos... Hay veces que te llaman al final cuando ya está fijado el director y el reparto, y si no me convencen me invento una excusa para decir que no.

¿Qué recuerda de Coppola, a cuyas órdenes trabajó en el filme «Tetro»?

Vio «Y tú mamá también» y le preguntó a Alfonso Cuarón por mí. Es estupendo, nos adoramos y mantenemos el contacto. Me apoyó muchísimo. Fue una experiencia increíble.

¿Por qué decidió ser actriz?

No lo planeé. Me vino, aunque en el colegio dirigía funciones, monté entremeses de Cervantes y, como el que parte y reparte... elegía el papel. Me gustaba hacer de hombre. Luego, un día estando en una cafetería al salir del cole, se me acercó un señor y me dijo que buscaban a una chica que se pareciera a Victoria Abril para un capítulo de una serie, y que si quería ir al «casting». Me quedé muerta. Le di el teléfono de mis padres. Mi padre puso el grito en el cielo, pero le pedí a mi madre que me llevara. Fuimos a escondidas. Se trataba de «El crimen del capitán Sánchez», capítulo de «La huella del crimen», dirigido por Vicente Aranda. Vicente me dirigió después varias veces, y «Amantes» fue un antes y un después en mi trayectoria. A partir de «El crimen...» busqué un agente, lo que no fue fácil, y empecé a trabajar en el cine y en el teatro me hinché a hacer clásicos por ahí, al aire libre, en plazas...

¿Su padre aceptó finalmente su profesión?

No tuvo más remedio. Al principio decía: «Bueno, que vaya a los "castings"», quizá pensando que no me cogerían. Pero sucedía que sí, y cada vez trabajaba más.

¿Tiene algún ritual antes de salir a escena?

Llegó al teatro más o menos una hora antes de la función, pongo música y a veces el camerino se convierte en un centro de reunión con los compañeros para charlar. Y luego, aunque no sea exactamente un ritual, antes de salir a escena me abrazo con ellos y decimos: «Reconozco al ser divino que hay en ti». Y en la obra que represento ahora, nos preguntamos: «¿Qué somos?». La respuesta: «Invencibles»

¿Y algún método interpretativo?

-Mi escuela ha sido el trabajo desde la honestidad, la disciplina y la profesionalidad, la única manera en la que lo concibo

Uno de los personajes de «Invencible» señala que está harto de los políticos. ¿Comparte su opinión?

Claro, y pienso que todos los españoles. Estamos hasta las narices.