Laura Revuelta - CINCO MINUTOS DE GLORIA
Leer a Ken Follett
El escritor galés, un habitual en la lista de ‘best sellers’, sabe por dónde van los desafíos del presente
Ken Follett
Me gusta cotillear la lista de los libros más vendidos todas las semanas. Sí, tal cual lo confieso a bocajarro, sin paños calientes. Mi objetivo: saber por dónde van los lectores, sus preferencias, sus filias... No suelen dar demasiadas sorpresas, ni ... de las buenas ni de las malas. El ejercicio comercial resulta bastante previsible desde hace tiempo. Hay autores, de esos que tildamos de ‘best sellers’ , que se encaraman en uno de los diez números del escalafón desde el minuto uno, en cuanto su última novedad pone un pie en la calle. Luego, el proceso no suele alterar demasiado el pulso. El electrocardiograma dibuja una línea bastante estable. Suben y bajan por los peldaños de la fama -del uno al dos, luego al tres…- y no se caen hasta que llega otro habilidoso colega que amablemente les abre la puerta de atrás. Ley de vida en el universo superventas.
Nunca le he hincado el diente a ninguna de sus novelas porque he sido presa de los prejuicios
En este orden planetario, entre los libros que me llegan cada semana, aparece uno más de Ken Follett que entra raudo y veloz en la lista. Abro paréntesis: otra regla no escrita reza que los escritores/as superventas publican mucho; puede que un libro o dos al año . Cierro paréntesis: Follett tiene a bien seguir esta costumbre de no parar, escribe que te escribe.
Otra confesión que pongo sobre el tapete: nunca he hincado el diente a sus novelas, ni siquiera a su ultra famosa ‘Los pilares de la Tierra’ . Perdón, miento: sí que curioseé un opúsculo que editó en homenaje a Notre Dame . Con Follett he sido presa de los prejuicios y, mira por dónde, después de una muy reciente entrevista suya, me he topado no solo con un ‘gentleman’ -dueño y señor de un castillo y de la campiña aledaña-, sino también con un personaje que sabe más por dónde van los vericuetos y desafíos de este presente sin demasiado futuro que otros tantos que se visten cada mañana con las ínfulas de una intelectualidad peligrosamente cejijunta. Lo dicho: voy a leer Ken Follett para ahuyentar el aburrimiento, la pedantería y los peligros extremos.