El infierno familiar

Plaza lleva a cabo una lectura que en absoluto es conservadora, sino fiel a un despojamiento de efectos, a ese choque entre realidad social y deseo personal que puede llevar a la anulación, la autodestrucción o el suicidio. Lorca sabía lo que se traía entre manos, lo había visto en la Vega granadina en toda su trágica elementalidad, en todo su primitivismo exacerbado, revestido de un fondo religioso, de unas costumbres perpetuadas que escondían una forma de poder que trataba de abolir cualquier salto moral y no podía hacer frivolidades de ningún tipo. Sabía, en definitiva, la magnitud del deseo y hasta qué punto debía tratarlo de una forma intensa, con ese lenguaje que se va haciendo a sí mismo en todo su esplendor y en toda su carga emotiva. Como decía Nietzsche, «el énfasis en el gesto no es propio de la grandeza, quien necesita del gesto, es falso».

José Carlos Plaza hace un acercamiento exquisito al mundo de Lorca intensificando eficazmente el papel de la trama, poniendo encima del escenario sentimientos, un juego de personalidades, un 'drama em gente'. En ese sentido traza muy adecuadamente la geografía de este infierno familiar y potencia los mecanismos de supervivencia de cada una de las hijas respecto a una Bernarda que, sin duda, insiste en vivir la histeria del tiempo viejo y caduco, de una herencia que es cultural y política y que se metaforsea hasta nuestros días. Esta dimensión de actualidad es muy importante para encuadrar adecuadamente el trabajo que nos propone José Carlos Plaza porque crea con esta 'Bernarda Alba' un espejo en que se reflejan muchos de los comportamientos sociales de hoy, mucho de nuestra mentalidad de individuos alienados por autoritarismos incomprensibles.

Como no podía ser de otra manera, brilla en esta puesta en escena especialmente el trabajo interpretativo, con esos diferentes modos de encajar y dar respuesta al encierro, al sexo o a la violencia, desde la sumisión al enfrentamiento. Un montaje, por tanto, más de esencias que de especulaciones, más de abismos interiores que de artificios, indicado sobre todo para esos espectadores que sepan ver esta historia de soledades, que acierten a entender que Federico García Lorca crea un universo de monodramas personales donde cada una de las protagonistas se enfrenta a un único e insalvable destino personal. A veces querer vivir una vida normal resulta un trabajo de héroes, a veces los sentimientos más comunes, las ambiciones más humanas son perseguidas como si fueran peligrosas. Un trabajo hondo y conmovedor, de una claridad y una sencillez muy sorprendentes y muy originales porque asomarse al salón de casa puede ser visitar el infierno.