30 ANIVERSARIO
De la generación Kronen a la revolución digital
Hace tres décadas también ponían rumbo hacía sus éxitos profesionales algunos autores que en el invierno de 1991 y el verano de 1992 eran todavía unos prometedores adolescentes. Charlamos con algunos de ellos
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Iniciar sesiónEl gol de Koeman y la flecha de Rebollo . Cobi estrellando su barco hinchable en la costa de Arenys de Mar y decenas, cientos de Curros aparcados en una suerte de cementerio para mascotas olvidadas en Alcalá de Guadaira. ... El Triángulo del Arte madrileño y el debut español de Nirvana en Valencia . ‘Échate un cantecito’ y ‘Corazón tan blanco’. ‘Belle Epoque’, ‘Vacas’ y ‘Reservoir Dogs’. Treinta años, diríamos a ritmo de tango gardeliano, no son nada, pero en realidad sí que son.
Y mucho. O, como mínimo, lo suficiente como para que Kiko Amat (Sant Boi de Llobregat, 1971) haya brincado, visto y no visto, del «trabajo manual no especializado a escribir novelas». «En 1992, estaba en Sant Boi. Tenía 21 años. Me ha bía ido de casa de mis padres y vivía en una habitación en casa de mi abuelo, que había enviudado hacía poco. Trabajaba de operario en una fábrica de conservas, Expafruit. Escuchaba ‘hardcore’ y leía cómics. También bebía: pasé todo el verano del 92 borracho en mayor o menor grado. Hacía tiempo que había abandonado cualquier esperanza de ser escritor», recuerda el autor de ‘Revancha’ y ‘Antes del huracán’.
Sacudidas íntimas
Él es una de las voces con las que ABC Cultural ha querido reconstruir, a partir de la vivencia personal y el relato en primera persona, tres décadas de revoluciones culturales y sacudidas íntimas. Los años del ‘indie’ , el atropello tecnológico, el desclasamiento del arte y el triunfo de la autoficción. Los años de, en fin, la hibridación, la yuxtaposición y las fronteras líquidas. El consumo rápido y la sobreabundancia creativa. «Lo mío es de ciencia ficción total», reconoce Amat. De ahí que, celebra, para él la «(pequeña) revolución» fue de clase. «Cuando yo publiqué por primera vez, era casi el único autor sin estudios y de clase obrera , y que hablaba de ello, sin ambages ni subterfugios, en el panorama literario español. Durante muchos años esto había sido un coto privado de pijos. Ahora hay más autores y autoras con orígenes y biografías similares a la mía», explica.
Ahí está, por ejemplo, esquivando barreras y subiendo muros prácticamente infranqueables, Laura Fernández (Terrassa, 1981), a quien ‘La señora Potter no es exactamente Santa Claus’ ha convertido en inesperado fenómeno literario de la temporada. Para ella, reconoce, también todo esto tiene algo de sorpresa «desproporcionadamente inesperada». «Viniendo de la nada más absoluta, sin nadie en mi camino que pudiese tenderme una mano, un guante, nada que se le parezca, podría decirse que he hecho lo que Stephen King me pidió que hiciera: leer mucho y escribir mucho», relata. Cuando habla de «la nada», la autora de ‘Connerland’ se refiere en realidad a su cuarto en Terrassa, donde a los 11 años hacía puzles escuchando sus primeros discos.
«Ya escribía, en mi máquina de escribir vieja, que entonces era nuevísima y hacía un ruido tremendo, y lo que hacía entonces era copiar: copiaba párrafos de cualquier novela que tenía por casa, y como me cansaba de copiar, al poco, en menos de tres líneas, ya estaba escribiendo lo que me apetecía, continuando la historia», recuerda. Ahora, pasado el tiempo y con otras cinco novelas que –ahora lo sabemos– no eran más que la carrerilla para poder salir de órbita, Fernández cree que la gran revolución que se ha fraguado en la literatura ha sido «la expansión del relato que ha hecho, por ejemplo, Karl Ove Knausgård , acabando con la impostura en la autoficción e inventando un yo que, si lo dejas, acaba dentro de ti».
La gran bola de nieve
Si hubiera que buscarle banda sonora a este momento, una buena opción sería el ‘Bonito es’, de Los Sencillos , himno pop que hace justo tres décadas se convertía «en una gran bola de nieve», tal y como recuerda el cantante de la banda, Miqui Puig (L’Ametlla del Vallès, 1968). Desde entonces, asegura, las cosas han cambiado a velocidad de vértigo. ¿Lo más significativo? «El paso a lo digital en todos los sentidos», apunta. «Con Los Sencillos grabábamos todavía en cinta abierta. Luego llegaron los ‘samplers’, mi gran aliado en música, y las redes sociales; quererlas y odiarlas», ilustra.
En términos musicales, 1992 fue el año en que Usura, El Regalo de Silvia, Penelope Trip y Bach is Dead colocaron la primera piedra del ‘indie made in Spain’ con la gira Noise Pop. Por ahí andaba, a cierta distancia y con algo más de veteranía, Fernando Alfaro (Albacete, 1963), cabecilla de esa rareza manchega llamada Surfin’Bichos , que acababa de volar a Lincolnshire para grabar ‘Hermanos Carnales’, el tercer disco de la banda. Luego vendrían Chucho, Los Alienistas , los discos en solitario y una evolución que –coincide con Puig– ha ido pareja a los avances tecnológicos, aunque no siempre para bien.
Y es que, para Alfaro, el gran cambio ha sido «en un lado de la balanza, la revolución digital, con todas las facilidades que ha dado a los creadores, y la ruinosa devaluación de la obra terminada, en el otro». Pesa, y mucho –añade– «la aceleración de los tiempos: el consumo rápido y ávido de estos días, que no se compadece en absoluto con el tiempo que ha de emplearse para madurar una obra, para hacerla lo mejor posible».
Los primeros noventa, con el advenimiento del ‘grunge’ y el auge de lo alternativo, fueron también la marmita de la que salió una de las novelas que cambiarían el cine y la literatura. «El verano del 92 fue uno de los más salvajes de mi vida. Andaba escribiendo la primera versión del ‘Kronen’. Había cosas que, según las iba viviendo, las iba metiendo en la novela. Por eso tiene esa textura tan realista. Si se dice que en el telediario se estaba hablando de las Olimpiadas del 92, de la Expo, de la guerra de Yugoslavia, es que se estaba hablando de ello. Si aparecen los conciertos de Nirvana o Elton John , es porque tocaron en Madrid durante esas fechas», recuerda el escritor y guionista José Ángel Mañas (Madrid, 1971), finalista del Nadal en 1994 con ‘Historias del Kronen’ y ganador de un Goya al mejor guión por la adaptación de Montxo Armendáriz de 1995.
La gran sacudida
La gran sacudida desde entonces, valora Mañas, también tiene que ver con la revolución tecnológica, aunque su enfoque es ligeramente diferente: «Hace tres décadas la novela competía con pocas alternativas de ocio : el cine y la música, principalmente. Hoy, competimos con opciones muy poderosas y atractivas como los videojuegos, las series y, sobre todo, las redes sociales. Internet, claramente, ha sido la gran revolución. Ha cambiado la manera de comunicarse, de trabajar y de consumir ficciones. Y ha robado mucho tiempo a la lectura de libros». Es lo que Gemma del Valle, cofundadora de la discográfica Subterfuge Records , llama «la guerra por la atención del consumidor».
Para ella, que hace tres décadas estaba editando de forma artesanal el ‘fanzine’ ‘Subterfuge No Arte’ , el cambio también es más que evidente y se traduce en «la revolución tecnológica, la llegada de internet y los dispositivos móviles, la digitalización del trabajo y de los contenidos, las redes sociales, el abaratamiento de formas de grabación y producción de música, la bajada de ingresos para artistas y discográficas por el cambio de modelo y la consiguiente adaptación a nuevos tiempos y tipos de consumo de contenidos». Un sismo descomunal del que tampoco se libra algo tan aparentemente artesanal como la edición de libros.
Lo explica Anik Lapointe (Montreal, 1964), directora literaria de Salamandra . «La gran revolución de los últimos 30 años ha sido, sin duda, la transformación tecnológica y digital. Y no sólo por la diferente manera de trabajar los libros y de publicarlos. Cuando yo empecé, la oferta de un libro se pasaba por fax, apenas había ordenadores, aún existían fotolitos , el correo electrónico e internet eran herramientas aún en estado incipiente. Todo esto ha cambiado radicalmente y ha comportado un cambio a la hora de entender, publicar, comunicar y vender los libros», relata.
La editora, una de las voces de referencia de la novela negra, aterrizó en Barcelona precisamente en 1992, año grande para la capital y, claro, también para ella. «Fue el año en el que me enamoré de la ciudad y aprendí catalán y castellano a la vez. Fue uno de los años más decisivos de mi vida », destaca. «Aterricé como una joven extranjera y ahora soy mayor y me siento como en casa. El resultado ha sido muy dinámico y estimulante para mí, aunque duro en ocasiones, y me ha permitido cumplir mis sueños personales y llegar a un puesto de trabajo al que no habría podido en mi país natal: editora de ficción extranjera», añade.
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