LIBROS
Emily Dickinson, una mujer dotada con Paraíso
Ana Mañeru Méndez y María-Milagros Rivera Garretas proponen desde la editorial Sabina una visión radicalmente feminista de la biografía y la obra de Emily Dickinson, la fundadora de lo más íntimo de la modernidad
Somos muchos los que llevamos años pidiendo una Emily Dickinson desde dentro , que nos introdujera en el sufriente y singular mundo de la autora y que nos acercara su unitaria, novedosa e innovadora literariedad. Y ello no porque fuera desconocida en nuestro idioma, ... al que varias veces ha sido vertida ya su obra -en fecha muy reciente por Margarita Ardanaz y por José Luis Rey -, sino porque pensábamos que esta escritura tiene una serie de rasgos diferenciales que funcionan en lo que la propia Dickinson llama «tono menor» y que corresponde a un habla por completo femenina, cuyo código -como explicita la composición 1.318- son e l secreto y la confidencia , que constituyen aquí un modo de habla, más que de lengua, y que articulan lo que ella misma -en su composición 1.696- denomina su «intimidad polar».
La poesía de Emily Dickinson nace de lo que su autora define como «diferencia», y que lo es no sólo de la sociedad patriarcal en que nace sino de la norma literaria que esta misma sociedad impone y de la que ella, con valentía y firme voluntad , se aparta: «La fruta prohibida un sabor tiene / que burla los huertos legales», dice en el poema 1.482.
No es tarea fácil
La mayor aportación de Ana Mañeru Méndez y María-Milagros Rivera Garretas -en «Poemas 1-600. Fue-culpa-del Paraíso»; «Poemas 601-1.200. Soldar un Abismo con Aire»; y «Poemas 1.201-1.786. Nuestro Puerto un secreto» (Sabina)- es proponer una visión radicalmente feminista de la biografía y la obra de su autora, con interpretaciones nada desencaminadas , que los propios poemas refrendan, y conseguir que esto se transparente en la misma escritura y, en este caso, en la versión de esta escritura, en la que se hace un uso no sexista del lenguaje , cuyo mérito (sobre todo en el desciframiento de los pronombres personales de tercera persona) hay que destacar. Pero también incurre en errores como la etimología de la palabra símbolo (p. 13 del tomo segundo) o «dedicataria» (p. 59 del tomo primero) en vez de «destinataria», que es el lexicalizado.
De Emily Dickinson parten no pocas líneas de la mejor poesía moderna: las que conducen a Pessoa, Eliot, Stevens y Cernuda
Traducir a Emily Dickinson no es tarea fácil: la complicada historia del texto, sus distintas ediciones, su compleja ortografía y su misma singularidad oponen múltiples resistencias. Pero e sta traducción sale bastante airosa de ellas, pues se ha hecho palabra por palabra y con más cuidado de la literalidad que de la literariedad. Lo que es tan bueno como malo, cuando de poesía se trata: por un lado, es precisa y exacta; por otro, no tiene en cuenta el ritmo ni la sonora dicción de la palabra.
La de José Luis Rey es, desde el punto de vista poético, mejor, y la de Margarita Ardanaz, filológicamente más equilibrada. Lo que esta, de Mañeru y Rivera, permite advertir muy bien es la unidad que forman la vida y la obra de la autora , como queda patente en una larga serie de poemas, en los que no se oculta su relación con Susan Huntington Dickinson, destinataria de la mayor parte de su obra: «El espíritu se esconde dentro de la Carne / como las Mareas dentro de la Mar». Y no sólo eso: también s u relación con la mística y su enorme cultura literaria, su conocimiento del mundo clásico -había estudiado latín e Historia antigua- y su curiosidad intelectual, que le había llevado a construir un sistema referencial en el que se aúnan su interés por la entomología -visible en el símbolo y motivo de la abeja- y la botánica -su obsesión por la la flor llamada en inglés «Indian Pipe»- y el que siente por la geografía, las telas y los tejidos. Lo primero explica los ecos de Alceo y Horacio , visibles en los poemas 6 y 1.232; lo segundo, los tecnicismos de su terminología, a los que alude en el poema 1.570, y la poetización de la Filología en otros como el 1.243 y el 1.715.
Serenos gritos
Pero no es su culturalismo lo que nos atrae y nos impacta, sino el misterio y el enigma de una voz poética , dotada de una sólida arquitectura mental que tiene su correlato en una no menos arquitectónica orquestación lingüística, manifiesta en esta especie de «kenningar»: «Blanda como la masacre de Soles / Asesinados por sables de Tarde». Eso es tal vez lo que en la hermenéutica de Mañeru y Rivera se echa de menos: la falta de una profunda indagación en su representación verbal de su realidad y en su visión poética de la misma -en esos «serenos gritos», en los que aúna belleza y verdad, ese «destilar sentidos asombrosos / de significados corrientes», que forman sus «temas sin voz» y su «melodía sin letra».
En este sentido constituye un adecuado comentario el que Carmen Oliart, en «Siguiendo a Emily Dickinson» (Sabina, 2016), hace a alguno de los poemas, viendo en ellos lo que tienen de teresiano castillo interior, subrayando su componente de misterio, el concepto de amor que lo anima y esa «conexión del alma con lo inefable que puede dar lugar al éxtasis o a la revelación».
Billetes de amor
Su definición de estos poemas como «cartas» no puede ser más acertada, pues eso es lo que en su mayor parte son: «billetes de amor» y misivas de comunicación con el mundo escritos por una mujer «dotada con Paraíso», que sabe que «Todo es - el precio del Todo» y que «la Percepción de un objeto cuesta / precisamente la pérdida del Objeto».
De Emily Dickinson parten no pocas líneas de la mejor poesía moderna: las que conducen a Pessoa, Eliot, Stevens y Cernuda, y la que, a su modo, supo tan bien y también columbrar Juan Ramón. Emily Dickinson fue -y sufrió por ello- sobre todo eso: una fundadora de lo más íntimo de la modernidad.
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