LIBROS
‘Defendiendo España’, de Henry Kamen: un completo ejercicio de hispanofilia
El historiador británico prosigue con asuntos de los que se ha ocupado de manera reiterada, a través de enfoques originales y combativos, durante las últimas décadas
Manuel Lucena Giraldo
«No defendimos lo suficiente nuestro ser. Y ahora estamos a merced de los vientos». La memorable cita de Ramiro de Maeztu y Whitney con la que se abre el último libro de Henry Kamen resume un estado de ánimo abatido. No solo en España ... o Gran Bretaña, sino en toda Europa. Aquí, ciertamente, estamos como estábamos. Algunos continúan atrincherados con su ficción del Estado-nación España fracasado, «por culpa del imperio». No se cansan de escribir siempre el mismo libro. En el Reino Unido, han descubierto el efecto tóxico de la nostalgia post-imperial. ¿Se equivocaron las elites, anómicas, desconectadas, viciosas, abúlicas? El pasado ya no solo reluce, también molesta. Bienvenidos al club (nunca mejor dicho). Marcadas ambas, España y Gran Bretaña, por un pasado imperial y el impacto de la globalización, contemplamos en ambas naciones, en compensación, la emergencia de una potente y rica sociedad civil multiétnica, ansiosa por comprender.
Sostiene Kamen que, en realidad, «no hay nada nuevo bajo el sol». El que alumbraba el imperio global de Felipe II no deja de ser el mismo que tenemos en el siglo XXI. ‘Defendiendo España’ supone una continuidad con asuntos de los cuales se ha ocupado de manera reiterada, con enfoques originales y combativos durante las últimas décadas. El subtítulo, ‘Verdades y leyendas de nuestra historia’, acota la narrativa historiográfica y abre un prólogo iluminador: «Todos trataron de participar en la aventura de España, porque había mucho que ganar».
Efecto opuesto
Existen dos asuntos que, desde antiguo, ocupan al autor y encuentran en este volumen un desarrollo actualizado y brillante. En primer término, e l carácter internacional, global , de quienes sirvieron y sostuvieron el imperio español. En segundo lugar, la existencia de comunidades políticas distintas, asimétricas, hasta contradictorias en sus fines y lealtades, que fue inherente a cualquier imperio. De ahí la importancia del monarca español, Austria o Borbón. Lejos o cerca, representado por sí mismo o, como se decía de los virreyes americanos, «en otro cuerpo», más enteramente real en su majestad y poder arbitral.
Kamen recuerda que la «maliciosa leyenda negra antiespañola» nace como tal a comienzos del siglo XX -los fascinantes estudios realizados por Luis Español sobre Julián Juderías son fundamentales al respecto-. Cada uno de los 18 capítulos sucesivos se ocupa luego de un ámbito de experiencia en el cual palpita un efecto opuesto. Es decir, una hispanofilia furibunda a cargo de extranjeros, una defensa de España y sus hechos memorables, inesperada y en muchos casos conmovedora. «Más allá de la tribu», señala el autor, el capítulo segundo muestra la admiración de un embajador inglés por España en 1554: «Nada hago con mayor diligencia que tomar notas». Para aprender. Si las líneas dedicadas «al placer de la comida española fuera de España» parecen escritas ayer mismo, el choque de mundos, el Descubrimiento de América y la apertura de la ruta marítima con Asia determinaron un contexto comparativo en el cual el providencialismo religioso y la fundación de las relaciones internacionales y los derechos humanos cambiaron el devenir del mundo.
Kamen recuerda que la «maliciosa leyenda negra antiespañola» nace como tal en el siglo XX
Quizás lo más llamativo, en un volumen que constituye también una historia hispana global, sea l a revisión de los mitos decimonónicos que suponen la «conquista» americana solo como un hecho épico «español». A Kamen el indigenismo no le explica nada. De ahí que los brillantes epígrafes posteriores, dedicados a la colaboración política, la ausencia de militarismo, o la fuerza naval, resulten tan interesantes. El titulado ‘Los piratas que defendieron España’ recupera un episodio desconocido y significativo -no esperen una película de Hollywood al respecto-. En 1615, Felipe III emitió patentes de corso, que fueron aprovechadas en su mayoría por guipuzcoanos, si bien naturales de Dunkerque y Ostende también «acrecentaron mucho la reputación de España» merced a su práctica.
Dinastías y militares
En páginas posteriores, esta parte resulta muy original, se aborda el papel de dinastías y militares extranjeros, ingleses y franceses, en la defensa de los Habsburgo españoles. Se trata de un capítulo de historia imperial que investigadores holandeses, italianos e hispanoamericanos han cultivado en décadas recientes, con resultados admirables. La parte dedicada al redescubrimiento de la Alhambra, el orientalismo y la herencia musulmana , el británico Richard Ford y el estadounidense Washington Irving, ofrece menos sorpresas, en la medida en que se halla integrada en una autoimagen de España que alcanza incluso a la promoción turística.
Esa filiación contrasta con la «conexión francesa» , iniciada con una frase de Cervantes: «En Francia, ni varón ni mujer deja de aprender la lengua castellana». Como «vecinas íntimas», estaban condenadas a desarrollar una profunda antipatía, salpicada de una fascinación impostada. En el país de la ‘Enciclopedia’, con el insultante «Qué se debe a España», la defensa de la cultura española también hizo furor y terminó en la fascinación ‘kitsch’ que fue la «españolada» decimonónica. Cualquier parecido con la realidad española solo podía resultar de una casualidad. Por eso, la mención final al británico Gerald Brenan en un texto que data de 1950, «España ha sido como un cuenco grande, en el que se mezclan las culturas», suena a reconciliación.
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