El Unamuno de Jon Juaristi

El verdadero sentido de la vida de Unamuno se va ganando a través de los muchos sentidos que la constituyen y la fueron forjando en el tiempo, porque uno de los aciertos de la biografía de Juaristi consiste en habernos dado la modulación de esa vida en el sucesivo proceso de irse haciendo , desde sus sucesivas aperturas hacia un futuro siempre incierto y cambiante, y no desde nigún punto fijo de ese mismo proceso, por relevante que pueda haber sido.

Llama la atención el despliegue de conocimientos acumulados que esta biografía pone en juego: no se trata solo de los hechos de la vida de Unamuno , de los detalles y anécdotas que la constituyen, tampoco del negativo que Juaristi sabe sopesar y dar forma en su escritura, los deseos insatisfechos, las esperanzas frustradas, los sueños incumplidos, sino de ese conocimiento contextual que acompaña a todo ello y se hace parte esencial de la escritura de la vida, porque lo era también de la vida.

Unamuno aparece siempre envuelto en las sucesivas circunstancias en que se fue desenvolviendo su vida: el pequeño mundo de la infancia , los estudios en Madrid, el retorno a Bilbao, los años de opositor, la cátedra de Salamanca, el rectorado, el éxito del escritor, el destierro y el exilio, el retorno y la participación en la vida republicana, el extravío en el laberinto de la política, la Guerra Civil y la soledad de sus últimos meses.

A este conocimiento circunstancial, de la cultura y de la política, de la Historia y de la literatura del periodo, Juaristi añade un conocimiento poco común de la obra de Unamuno. Un conocimiento que es fruto de una larga frecuentación intelectual, que tiene que ver con la verdad de la vida, en este caso de la de Juaristi , y que por ello se sitúa en las antípodas del especialismo y convenientemente fuera de las lindes del cultivo de la unamonología. Otra virtud de esta biografía.

No es Unamuno un autor cómodo. El mismo Juaristi declara su preferencia por Ortega, por ejemplo, pero hay algo que obliga a volver a él , como si en esa vuelta se consumara una cuenta pendiente de la cultura española. Dos de los mejores discípulos de Ortega, María Zambrano y Julián Marías , cada uno por su lado, hicieron de la vuelta a Unamuno un paso necesario de su particular modo de comprender el desarrollo hacia adelante del orteguismo. Convendría no olvidarlo y meditar un poco mejor esa «vuelta».

La biografía de Juaristi ayuda. Hace ver que Unamuno apunta hacia algo irresuelto, hacia un lado oscuro en el que no podemos dejar de reconocernos. A la postre, Unamuno nos despierta de todos los sueños , también de las ilusiones y de las quimeras que nos acompañan en este curso acelerado hacia la nada. Hoy como ayer.

No parecen ser los nuestros tiempos propicios para la ejemplaridad. El progresivo desgaste del horizonte ilustrado y la creciente inundación posmoderna han acabado por cerrar el paso a los ideales de mejoramiento y nos han entregado a un presente en el que el valor de las cosas y los hombres se mide por el triste reflejo de una pantalla. En la sombra Unamuno espera. Y Juaristi lo sabe.