arte

Una Casa de Alba de Museo

La afición coleccionista de la Casa de Alba se remonta al siglo XV. Desde entonces, sus fondos han crecido con obras de primer orden que ahora se exponen en Madrid en una muestra sin precedentes

delfín rodríguez

El enigmático y simbólico mundo del coleccionismo se viste de significados añadidos cuando se trata de colecciones históricas, sobre todo si de engarzar eslabones del tiempo se trata. Lo que en un momento original y fundacional determinado pudo responder a argumentos casi exclusivamente históricos, señales ... de prestigio y poder, de riqueza y magnificencia, de virtudes entendidas como autorretratos alegóricos de un coleccionista o de un linaje, casa nobiliaria o principesca, con el paso del tiempo y la acumulación de sucesivas colecciones –unas veces queridas y buscadas, incluso como signo de distinción; otras sobrevenidas en función de la incorporación de otros títulos y tradiciones de coleccionar–, se transforman también en colecciones artísticas, en una manera de ampliar una forma de habitar en su propia historia, cruzada con la de otros.

La muestra se extiende de Tiziano a Rubens; de Murillo a Mengs

Es el caso ejemplar de la Casa de Alba y sus colecciones, que teniendo sus orígenes en el siglo XV , con el primer duque, García Álvarez de Toledo, no cesó de ampliarlas desde entonces, especialmente mediante matrimonios que permitieron la incorporación de otras grandes colecciones españolas y europeas, de la del marqués del Carpio a finales del siglo XVII –que asumía también las de Olivares y Monterrey– a las de los duques de Berwick, fundamentales en una nueva concepción del hecho de coleccionar obras de arte (ya propia del siglo XIX), y otras tantas familias y linajes, incluida la especial y fascinante relación con Napoleón III y Eugenia de Montijo, cuya hermana Francisca de Portocarrero había casado con Jacobo Fitz-James, VIII duque de Berwick y XV de Alba.

Un animado círculo cultural

La importancia política, militar y nobiliara de la Casa de Alba durante estos siglos y la incorporación de grandes colecciones y propiedades, incluidas las pertenecientes a su patrimonio arquitectónico, bibliográfico y documental, además del específicamente artístico, la convierten en una suerte de casa en maqueta de las relaciones entre Arte e Historia , entre artistas y coleccionistas, tal y como fueron entendidas en un tan amplio recorrido histórico.

Podría decirse que, desde el siglo XVI, con el Gran Duque de Alba como protagonista clave en la política de Carlos V y Felipe II, la Casa no ha cesado de «habitar en colección», que también es una forma de comportamiento, una manera de estar en el mundo. Pintado por Tiziano y otros grandes retratistas, el Gran Duque no solo supo rodearse de importantes obras de arte, sino que consolidó una relación con artistas que se mantendría y acentuaría en los siglos sucesivos, especialmente durante el XVIII y el XIX. Es el caso de Goya y la XIII duquesa de Alba a finales del siglo XVIII , pero también de otros artistas y arquitectos, de Ventura Rodríguez, autor del Palacio de Liria en Madrid, propiedad del duque de Berwick, a Mengs, que pintaría varios retratos de miembros de la familia.

El duque de Berwick y Alba proyectó un museo-academia en Madrid

Y sería la casa de Berwick la que, a partir de 1802, cuando hereda la de Alba y todos sus títulos y colecciones, daría renovado y consciente impulso, entre ilustrado y romántico, a esa peculiar e histórica manera de habitar en colección. Figura fundamental sería precisamente la del primer duque de Berwick y Alba (VII y XIV, respectivamente). Coleccionista apasionado y viajero por Europa, especialmente por Italia , entre 1814 y 1821, con una estancia previa en París en 1812, Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva hizo de aquellos años un peculiar Grand Tour en el que coincidieron intereses artísticos y culturales con los patrimoniales. Fueron decisivos no solo en su formación, sino, sobre todo, por las relaciones que mantuvo con artistas y escultores como Lorenzo Bartolini o Antonio Canova, con intelectuales, anticuarios y músicos, como Rossini, estableciendo en el Palacio Braschi un animado círculo cultural.

Lo que Francia aportó

Fue en sus recorridos por Italia –de Venecia a Milán, de Roma a Nápoles o Palermo, de Florencia a Herculano o Pompeya– durante los que adquirió, con afortunado criterio y convulso comportamiento de coleccionista, obras de escultura clásica, cerámica griega y romana, pinturas y esculturas modernas, de Poussin a Canaletto –apasionándose por la moderna pintura de paisaje y por los vedutistas–, de Rubens a Mengs, llegando incluso a encargar dos pinturas a Ingres (Felipe V imponiendo el Toisón de Oro al mariscal de Berwick y El duque de Alba en Santa Gádula), estampas, libros y otros tantos objetos de colección, de muebles y chimeneas a otras piezas ornamentales y que hoy forman parte fundamental de las colecciones de la Casa de Alba, como puede comprobarse en esta magnífica y elocuente exposición.

La Casa de Alba no ha cesado de «habitar en colección»

Su actividad fue decisiva en la Historia de la colecciones de la Casa de Alba, llegando incluso a proyectar una especie de pionero museo-academia en Madrid para deleite del público aficionado y para la formación de jóvenes artistas. Encargó, en 1825, con este fin, una galería en las cocheras del Palacio de Liria al arquitecto Isidro González Velázquez , aunque finalmente no se llevaría a cabo. Otro momento particularmente significativo y emotivo sería el período de relación con Francia en tiempos de Napoleón III y Eugenia de Montijo, hermana de la que sería mujer del XVI duque de Alba. La primera llegaría a encargar nada menos que a Viollet-le-Duc un mausoleo para su hermana, prematuramente fallecida en 1860. Con posterioridad, el legado de Eugenia de Montijo a la Casa de Alba habría de enriquecer notablemente las colecciones. Tarea en lo que no han cesado los duques y duquesas posteriores, hasta la actual.

Así, esta exposición muestra momentos y piezas fascinantes conservadas con mimo en la Casa del habitar en colección que es la de Alba: de Tiziano a Rubens; de Ribera o Zurbarán a Goya; de Antonio Joli a Guardi; de Murillo a Mengs, Ingres o los Madrazo; de Corot y Fantin-Latour a Renoir, Benlliure, Zuloaga o Chagall, y tantos otros documentos y estampas memorables, incluida la extraordinaria Biblia de la Casa de Alba (ca. 1430).

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