LIBROS
Chirbes, diarios póstumos de la amargura
Se publican los ‘Diarios’ del autor que alcanzó la fama tardía con ‘Crematorio’. Una perspectiva de ‘llanero solitario’
Rafael Chirbes (Valencia, 1949-2015)
Le vino tardíamente a Rafael Chirbes el éxito lector y reconocimiento de crítica que alcanzó con ‘Crematorio’ (2007) y ‘En la orilla’ (2013). Los ‘Diarios’ están redactados antes de 2005, año en que los cierra. Es Chirbes autor de una obra notable, que ... pese a su irregularidad tiene muy buenos logros especialmente los que considero sus dos mejores libros ‘La buena letra’ (1992) y el póstumo ‘París- Austerliz’ (2016), novela que tiene bastante que ver con el primer libro de los ‘Diarios’, pues trasladaba a ese género la relación con su amante François en tugurios parisinos. Lo que sobre esa relación deja escrito en los ‘Diarios’, que llenan casi la mitad del libro, es sobrecogedor por amargo y ácido, con unas escenas de relación erótica explícitas y descarnadas .
Siente el lector una pena inmensa por quien las escribe, porque no aparece casi nunca (podría quitar el casi) felicidad en el reconocimiento del otro. Cuanta soledad, qué grado de incomunicación con el amante, pero sobre todo cuánta culpa lanzada sobre él mismo y qué desprecio hacia las querencias del cuerpo. El narrador de los diarios no se perdona como personaje.
‘Diarios: a ratos perdidos 1 y 2’. Rafael Chirbes. Anagrama, 2021. 472 páginas. 20,90 euros
Análisis cruel
Vive amargamente su relación con el cuerpo y su gusto por la procacidad, con un grado de sinceridad y lucidez sobre sí mismo que sin duda van a marcar un hito en la escritura diarística española. Nunca los habría publicado en vida, aunque lleva a uno a pensar que los escribía sabiendo que iban a publicarse, presumo incluso que queriéndolo, como ocurre con la mayor parte de quienes dicen que escriben para sí mismos. No deja el lector de pensar que la línea maestra que cruza el punto de vista de Chirbes es moralista, hija de educación de internado católico para huérfanos pobres , y proclive a negarse el ideal amatorio que le hubiese gustado vivir, y que nunca logró, según va contando.
No puede uno dejar de pensar en Carmen Martín Gaite y sus ‘Cuadernos de todo’, como contrapunto a estos ‘Diarios’, y es una pena que descubriera los cuadernos de Gaite (de quien reconoce su gran dimensión humana y literaria) casi al final, cuando editó Maria Vittoria Calvi, unos cuadernos que Chirbes tuvo antes y prologó. Si se les compara se ve que, por triste que fuera lo que Carmen M. Gaite contaba, y también sus lecturas y anotaciones de viaje, destilaba una mirada exenta de culpa que Chirbes no ha sabido o no ha podido tener.
Quizá le haya beneficiado tal tono agraz y ácido, con destellos de enorme lucidez
No es este un juicio exclusivamente literario, aunque lo es si nos fijamos en el tono, siempre tamizado por una inteligencia sutil en Carmiña, sin gana de sutileza en Chirbes. Pero es el caso que quizá literariamente le haya beneficiado tal tono estilísticamente agraz y ácido, con destellos de enorme lucidez que el libro despliega con gana. La segunda parte ya no es amorosa, sino un diario de escritor que fracasa, que ve su obra y la analiza con crueldad hacía sí mismo, señalando la impotencia de alcanzar lo que quería con ella.
Crítica a coetáneos
Hay en el libro muchas lecturas de escritores y pensadores alemanes y sobre todo franceses , no siempre los convencionales; anotaciones y citas de enorme densidad cuando se trata de literatura de la clasicidad europea de los siglos XIX y XX. Otra cosa ocurre con los coetáneos escritores en español, de quienes salva de modo inequívoco la genialidad del Marsé de ‘Si de dicen que caí’, y el Galíndez de Vázquez Montalbán, pero sea por razones ideológicas, de clase, o literarias casi ningún escritor coetáneo se libra de una criba que por sincera no deja de ser arbitraria.
En muchos casos ideológicamente previsible (como en el de Pérez-Reverte) en otros muy atenido a la dimensión roma que literariamente advierte en Belén Gopegui . Incluso sus discípulos literarios y camaradas como Bértolo quedan en lugar poco glorioso. Les puede consolar que tampoco Vargas Llosa, Villoro, Muñoz Molina, Bolaño . No deja uno de pensar si acaso esa perspectiva de valiente llanero solitario en su rincón, no escondía miedo y quizá conciencia de no llegar literariamente a donde quería. Es un libro que recomiendo porque pocos diarios se publican que contengan tan descarnada verdad sobre uno mismo como hombre, lector y escritor.