LIBROS
Carlomagno, justo, recto y ecuánime
Eginhardo, uno de los eruditos que el emperador reunió en Aquisgrán, escribió esta biografía: fiel retrato de época

Para empezar, confieso que soy un rendido admirador de Carlomagno (¿742? - 814) y que todo lo relativo al personaje y a su época ejerce en mí una fascinación que raya en lo hipnótico, si es que no me conduce a las riberas del friquismo. ... Me cae bien el emperador de la barba florida, el héroe que abatió, según la leyenda, las murallas de una Pamplona islámica para volverse luego a la dulce Francia dejando a sus espaldas, al pie del Pirineo, a la retaguardia de su ejército, haciendo así posible la Chanson de Roland .
Todas mis filias y mis fobias tienen, allá en el fondo, una justificación literaria, y no conozco mejor justificación de mi amor hacia Carlomagno que apelar a ese maravilloso cantar de gesta que, copiado (o compuesto) por el monje normando Turoldo hacia 1170, constituye uno de los ejemplos más rutilantes de la literatura universal.
Pues bien, Carlomagno reunió en su capital, Aquisgrán (actual Aachen), una pléyade de eruditos e intelectuales de primer orden, como Alcuino de York, el español Teodulfo de Orleans, Paulo Diácono, Clemente Escoto, Angilberto o, junto a ellos, quien nos ocupa ahora, Eginhardo (circa 770 - 840), autor de esta Vida de Carlomagno que Alejandra de Riquer ha trasladado, impecablemente, de su latín original al español en un precioso tomo de la colección de bolsillo de Alianza Editorial.
Dinastía
La traductora enriquece su labor con una excelente introducción de su autoría de cerca de 40 páginas, una bibliografía selecta, una cronología muy didáctica y, al final del volumen, unos cuadros genealógicos de la dinastía carolingia y, como colofón, un estupendo índice de nombres, de lugares y de etnias: todo ello rinde un gran servicio al lector curioso de la Vita Karoli que quiere saber más.
Por él sabemos que Carlos el Grande era grande de verdad, pues medía cerca de dos metros
La tarea de Eginhardo refleja un gran dominio de la síntesis, pues redacta la biografía de Carlomagno en poco más de 60 páginas que, sin embargo, rebosan de información fehaciente acerca de la trayectoria política, militar, administrativa, intelectual y humana del emperador . Por Eginhardo sabemos, por ejemplo, que Carlos el Grande era eso, grande de verdad, tanto de cuerpo como de estatura, pues medía cerca de dos metros, lo que supone una altura inusual para cualquier época, pero mucho más para el siglo VIII. «Tenía el cráneo redondo, los ojos muy grandes y vivos, la nariz un poco más larga de lo normal, una hermosa cabellera blanca y el rostro agradable y alegre ... Aunque su cuello pudiera parecer grueso y corto, y su vientre algo prominente [¡cuidado con ese patriótico y continuo trasiego de cerveza, querido Carlos!], todo esto no se notaba gracias a la perfecta proporción de los otros miembros».
Así de detallista se muestra Eginhardo en la descripción física de su biografiado. En los demás aspectos de su vida también es una fuente importantísima la aportada por el autor, un venero fundamental a la hora de informarnos sobre la peripecia biográfica del caudillo franco, tan implacable en sus campañas contra los sajones como entrañable y hasta tierno en su faceta de esposo, padre y abuelo. Pero siempre actuando según los cánones que marcan la justicia, la rectitud y la ecuanimidad.
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