Los caprichos de la memoria

‘Desde dentro’ (Anagrama) de Martin Amis (Swansea, 1949) es algo más que un libro de memorias, por un lado es la continuación, a su manera, de ‘Experiencia’ (2000); por otro, introduce un curioso l aberinto de géneros literarios en torno a la memoria. Unos lo leerán como unas memorias moderadamente noveladas. Otros, verán una novela cuyo fundamento es la vida (la que el escritor quiere contar, ojo). Para algunos será un formidable tratado sobre la fuerza y el ímpetu de la literatura.

Sea cuál sea la vía de lectura el trazado es un viaje al interior de Martin Amis. Tres son los ejes en que confluyen vida y literatura, tres nombres que enlazan con el autor hasta grados extraordinarios: Saúl Bellow, Christopher Hitchens y Philip Larkin, solventado el asunto con el padre, Kinsley Amis , ahora se amplía el círculo familiar, los recuerdos trágicos de la hermana muerta y los momentos de esplendor narrados con desparpajo y sin contemplaciones.

La arquitectura del libro se asienta sobre cuatro pilares hoy esenciales en la creación literaria, tal vez siempre: memoria (somos memoria), historia (no se ocultan los fogonazos del turbulento presente), ficción y realidad, una realidad contemplada desde la perspectiva personal, inevitable, sus páginas sobre la gran escritora Elizabeth Jane Howard, su madastra y autora de una de las sagas británicas más formidables, ‘Los Cazalet’ , tienen el sabor de lo vivido sin reparos. Amis reúne en torno a ellos la gran prosa británica del siglo XX, cercana, directa, repleta de ideas inteligentes. Escrito desde porque apunta hacia. Y ese hacia es el lector. Sale del reino interior para instalarse en la memoria del lector. Lo que queda. El itinerario de una vida confundida con la literatura y la literatura nutriéndose de la vida, a grandes y esplendorosos tragos.

Frente a la majestuosa sede del Ayuntamiento de Madrid, la que fue Cervecería de Correos, con sus maravillosas jarras de barro, se recupera, enhorabuena, como Barato, un bar, o taberna, de tapas, cerveza, vermut y lo que se ponga. Todo es lo de siempre, con el sabor de lo clásico, los flamenquines, los torreznos (que no falten nunca), las bravas a lo bravo, los berberechos, el bacalao, como si en la mesa de enfrente nos contemplarán los jóvenes airados del 27. Todo es memoria, tan caprichosa, sí, como la propia existencia.