LIBROS

Atlas de cosas que no salen en los mapas

Un nuevo «Atlas global» con sesenta infografías inéditas demuestra que todo se puede cartografiar: la belleza, la felicidad, las cárceles, los residuos, los virus, los hábitos alimenticios, la vejez... Surge un mundo diferente que da que pensar

La proyección de Bonne, con forma de corazón, parece apropiada para este mapa de la felicidad (detalle)

EDUARDO MARTÍNEZ DE PISÓN

Eduardo Martínez de Pisón

¿Están de moda los atlas? Sería mejor precisar: ciertos atlas, no los escolares de antaño y siempre, es decir, los topográficos y descriptivos. Me refiero a la proliferación repentina de atlas de temas singulares , por ejemplo de islas ... deshabitadas, de sitios soñados o de lugares inexistentes.

Pero no veo a mi alrededor a la gente mirando el mapa o el plano, ni en la montaña ni en la ciudad extraña. Hoy se viaja sin mapa . Acaso el GPS guía por un plano abstracto a los que se desplazan sin saber si suben o bajan, si van hacia el norte o tuercen al oeste, o si atraviesan una selva o un desierto. Ahora se viaja sin apartar la mirada del teléfono móvil, acaso de sus planos, en general sin salir de la órbita de las relaciones personales cuyos mensajes entran y brotan constantemente del enjambre del aparato. Sin embargo, vivimos en un mundo lleno de paisajes contrastados y de seres diversos , cada vez más accesibles y transitados, en los que habría que situarse y sobre los que habría que informarse. Los geógrafos tendríamos que hacer una cruzada para que el mundo levantara la vista de los teclados y las pantallas, mirara a su alrededor y, al preguntarse dónde está, buscara la respuesta en un mapa de verdad, es decir, de papel.

Real y perturbador

Recientemente ha publicado la editorial Cátedra un «Atlas global», dirigido por Christian Grataloup y Gilles Fumey, que también se refiere a las otras cosas que no están en los mapas habituales. Pero los temas representados en él, 60 en total, no son pintorescos, sino que pretenden reflejar un mundo tan real como algo perturbador y, en general, oculto en las dimensiones y figuras de los mapas habituales : historias complementarias, como la de África en la Edad Media, miradas sobre el mundo como la de Julio Verne , la geografía de la felicidad, el cine como imagen del mundo, los virus que viajan en avión o los mundos de internet. Forma, con ello, un verdadero atlas, de los de papel, que contiene, como vemos, información cartográfica de lo que ni en Google ni en los servicios oficiales o con intenciones didácticas se suele ofrecer.

«Los geógrafos tendríamos que hacer una cruzada para que la gente levante la vista de la pantalla»

Hacer un mapa de cosas como la felicidad tampoco es algo insólito. A mediados del siglo XVII se dibujó, por ejemplo, un mapa de la ternura como una geografía amorosa para ilustrar un libro de Scudéry, que también se dedicó suelto a la marquesa de Rambouillet. Sin duda era otro asunto y había un distinto propósito, pero la busca de lo raro ya estaba ahí. Que el mapa del mundo sirva para una expresión política es algo encerrado en el enigmático cuadro de Holbein «Los embajadores», de 1533, con sus dos globos, el terráqueo y el celeste, junto a los personajes. En cuanto a una de las proyecciones aquí utilizadas para representar la esfera completa, la más llamativa, la llamada cordiforme (o acorazonada), procede de los cartógrafos del siglo XVI, como Stabius, Werner, Finé y hasta Mercator. Y la representación conjunta -o intención global- no es sino la de cualquier mapamundi de la historia. Lo propio y original realmente de este atlas son, pues, su índice, su actualidad y las perspectivas desde las que se eligen y tratan sus temas.

Historias conectadas

Se pueden agrupar los 60 mapas en tres etapas : la historia, la actualidad y las tendencias y, para entender tanto su conjunto como sus particularidades, hay que partir del voluntario enfoque general del atlas. Según un verdadero sermón introductorio de sus autores, su intención estriba en representar interdependencias, historias conectadas, la mundialización como una idea de la humanidad en conjunto. La selección de temas respondería así a mensajes y sesgos explícitos, como cambiar el foco, ampliar el campo, modificar la escala, pensar globalmente, proponer «El Mundo» como topónimo , despertar en suma al ciudadano del mundo. Todo mapa del mundo es, en realidad, global; la cuestión estriba más bien en situar su centro.

Reparto espacial

El mapa descentrado sería en este caso el procedimiento de mostrarlo. Sin embargo, algunas de las proyecciones usadas, por ejemplo la de Lambert o la de Fuller, no acaban de evitar que el eje gráfico de las figuras siga pasando por Europa occidental . Además, al representar los datos por países, se falsea el efecto óptico de su reparto espacial sobre el terreno en dependencia de la dimensiones de las naciones, pues no será igual determinado tema figurado con un color sobre toda Rusia o sobre Panamá, sobre Estados Unidos o Trinidad y Tobago, sobre media Asia o el mosaico de América Central. Así se pasa de grandes espacios uniformes en países extensos a mosaicos abigarrados en agrupaciones de naciones pequeñas que no responden a repartos territoriales o regionales reales. No es lo mismo Siberia que Moscú.

En cuanto al enfoque del atlas, sus mapas históricos -resueltos con los procedimientos gráficos de siempre- dan grandes saltos, destacando los referidos al islam, a las lenguas precolombinas o a la conversión de Europa en centro del mundo. Aunque la primera mundialización pertenece obviamente a la época de los descubrimientos, aquí se expone bajo los títulos de «Europa gran depredadora» y «¡Europa es muy contagiosa!», de modo que se llega a decir que sin exportación de epidemias no habría habido conquista de América por los españoles. No hay razón aparente para que se destaquen en tal conjunto mapas de las novelas de Verne y las historietas de Tintín y Corto Maltés , aunque se ofrecen como expresiones de sus escenarios globales.

Un libro chocante

Hay que advertir, respecto a Verne, que hay en su mapa ausencias notables de sus viajes extraordinarios y algunas equivocaciones en los itinerarios dibujados. Hay, sin duda, mapas interesantes, como los de la energía, el comercio o internet , pero otros asuntos que tienen también aquí su cabida (cánones de la belleza corporal, el fútbol, etcétera) me parecen muy secundarios.

En fin, este atlas trata de ser chocante. Según se dice en sus páginas de texto, intenta «descolocar las percepciones» , «desorientar las certezas» y «jugar al aguafiestas». Personalmente, a mí todo esto me resulta ya poco seductor y escasamente simpático. Estas últimas advertencias están en la conclusión del atlas; opino que, en todo caso, deberían pasarse a su prólogo.

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