ARTE
El «abecedario amazónico» de José Manuel Ballester
Desde hace años, José Manuel Ballester documenta el arte popular de las tribus del Amazonas. El resultado es «Amazonía», un proyecto que se despliega como piezas de un alfabeto con el que conecta culturas ancestrales con el arte de la vanguardia
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Iniciar sesiónEn los cristales de las puertas del estudio principal en Madrid de José Manuel Ballester (1960) pueden leerse los nombres de ciudades en las que este artista, Premio Nacional de Fotografía 2010 , ha trabajado y cuyos paisajes «ha vaciado»: localidades chinas como ... Suzhou o Chengdu, la ex colonia británica de Shanghai; Toronto, Dallas, Roma, París ... Escenarios urbanos que conectan con nuestra dimensión más cosmopolita.
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Pasado el dintel, y cuando el ojo se acostumbra a la luz , el invitado casual no puede dejar de reparar en el pequeño remanso natural que el artista se ha generado a sí mismo: «No te puedes imaginar –repara– la de tiempo que paso en este jardín improvisado porque me ayuda a pensar . Eso es un fresno –señala con el dedo– y esta mañana me di cuenta de que ya está empezando a brotar. Sin embargo, ese otro ejemplar –y con su voz acompaña mi mirada–, pese a que le da más el sol, aún no se ha despertado».
El florido pensil
Envolvente jardín. Frondosa vegetación. Una «selva condensada» , como la que nos ha invitado a conocer, razón de esta visita a su estudio. Remanso de paz ante la vorágine que queda ahora mismo a ambos lados: de uno de ellos, la calle, no excesivamente bulliciosa pero sí lo suficientemente viva para perturbar el oído. Del otro, un estudio-museo-almacén, que a lo que confunde es al ojo, que no sabe dónde descansar , de todo lo que su propietario atesora: obras propias, sí, pero también cientos de libros, películas, objetos, y, sobre todo, los ejemplares de una colección antropológica que Ballester lleva generando desde hace más de 30 años . A sus puertas, tenemos la sensación de encontrarnos en una especie de oasis vegetal, de frondoso bosque que nos aisla momentáneamente de nuestro yo «civilizado» y «culturizado».
«No he entrado en el Amazonas. He querido ver su riqueza desde fuera, desde el respeto, lo que implica distancia»
Precisamente Amazonía es el proyecto que en la actualidad mantiene allí ocupado al madrileño, cuyas piezas, más de quinientas , ortogonales estructuras de madera de distintos tamaños e intervenidas con dibujos geométricos, generan, situadas en el suelo, el cauce de un río de madera tan sugerente y extraño como el Amazonas que baña las tierras en las que se inspiran. ¿Cuál será su significado?
«Lo que me mueve a poner en marcha un trabajo así es lanzar la idea de que la Amazonía es mucho más rentable como selva que como explotación agrícola y minera. Su deforestación supone además la expulsión y la aniquilación de cientos de tribus que ocupan ese espacio desde hace cientos o miles de años».
Más de 200 ha catalogado Ballester en cuatro años , con tan sonoros nombres como los de arará, kayapó, yawalapiti o kamayurá , y que traduce a sus signos identitarios: los tatuajes de sus rostros y los símbolos de sus vestimentas y objetos cotidianos, que, en este conjunto, se convierten en una especie de puzle, un inabarcable abecedario abstracto de inumerables combinaciones.
No es esta, ni mucho menos, la primera incursión de Ballester en Brasil. Los vinilos de la puerta, chivatos , constatan su paso por Río, por Brasilia, por Salvador de Bahía... Sin embargo, tocaba ahora mirar a la selva, «la otra cara del país». Y hacerlo, paradójicamente, sin poner un pie en la misma : «Yo no he entrado en el Amazonas, he querido ver su riqueza desde fuera, desde toda la documentación que se ha generado, y, sobre todo, desde el respeto, lo que implica tratarla desde la distancia». Porque, para el artista, la primera agresión a su riqueza natural se produce al entrar en contacto con sus comunidades, para las que enfermedades comunes como la gripe o el sarampión ya suponen un riesgo a su supervivencia. «Una de las maneras más salvajes de acabar con ellos es matar a sus mujeres. Así aseguras que no hay descendencia. El covid y las políticas sanitarias de Bolsonaro está haciendo ahora el trabajo sucio».
En el punto de partida
Así que el punto de partida de Ballester fue, por ejemplo, su colección de plumaria, la que nos salta a la vista en su estudio, o toda la bibliografía recogida hasta el momento, cuyo título más reciente sería el Tristes trópicos de Levi-Strauss , y donde sobresale un nombre: el del etnólogo del XIX Theodor Koch-Grunberg.
«Acerca de los pueblos primitivos –escribía el explorador alemán para su conferencia Inicios de las religiones primitivas de 1914–, el lego suele hacerse falsas impresiones que se relacionan con el concepto de falta de cultura , y cree que estas personas no están muy lejos de ser animales . Cuántas veces me he esforzado por tratar de aclarar que aquellos llamados "salvajes" son el el fondo hombres como nosotros y, en algunos casos, mejores hombres ». Ballester toma conciencia de estas realidades desde un plano estético: «Entiendo que el arte, como el ser humano, tiene una dimensión racional, más intelectualizada, y otra más visceral, en la que se insertan estas manifestaciones creativas populares que, además, tienen una misión comunicativa ».
«No se trata de idealizar a estas tribus. Las matanzas y guerras entre ellas por el territorio ha sido una constante»
Porque, solo cuando el artista empieza a explicarnos ciertos símbolos, esas piezas comienzan lentamente a hablar : «Digamos que el 90 por ciento de estos signos son tatuajes. Los que están dispuestos en maderas cuadradas de menor tamaño corresponden a los pómulos. Los más rectangulares, a pectorales. Las largas láminas nacen en decoraciones de chozas, instrumentos musicales, tótems... Ese signo cruzado significa que su poseedor es un hombre soltero . Ese es su equivalente femenino. Aquí, el número de flechas indica el número de hijos...». ¿Lo más sorprendente? Cada pueblo tiene su propia pintura, nunca son iguales .
Y a partir de este momento visibilizamos el bosque desde un punto de vista iconográfico , reparamos en que aquellas son las grafías de un alfabeto de miles de años, que, además, remite inesperadamente a ciertos maestros de las vanguardias: «Ahí tienes los signos propios de autores como Sol Lewitt , como Albers , Alfredo Volpi o Lina Bo Bardi ». Ballester menciona también a españoles como Hernández Pijuan o Luis Gordillo . Entro en su juego y veo el trazo de otro artista, Torres-García , el hombre que le dio la vuelta al mapa de América y puso así a Iberoamérica en «su sitio». De repente, como en ese simple ejercicio, el arte occidental se mira de tú a tú con este tipo de manifestaciones artísticas.
Y como un mapa, otro, visualiza el artista su propuesta, que le servirá para inaugurar la nueva sede de la galería Dan en Sao Paulo (en Madrid sigue siéndole fiel a Daniel Cuevas ): Sobre la pared, compondrá un gran mural, una especie de altar que conecta con la espiritualidad del trabajo. En él, las piezas, agrupadas por tribus, generarán un mapa con la distribución de las mismas en la selva. Y para entender el origen de esas marcas, una procesión de pequeños maniquíes –que como en una guerra imaginaria se parapetan ahora en dos bloques en sendos puntos del taller– formará una gran espiral, similar a aquellas con las que estas comunidades desarrollan sus danzas, conformando una única tribu.
Maniquíes, tan recurrentes, una vez más, en la vanguardia: de De Chirico , a Hans Bullmer , de Man Ray a Dalí o Duchamp . Por último, una tercera pata de la propuesta traslada esos mismos dibujos a objetos tan comunes para nosotros como un televisor o un ordenador: «Ahí quiero jugar a ver qué ocurriría si una familia de uno de estos grupos invadiera nuestro espacio doméstico como nosotros, hombres occidentales, hemos colonizado sus espacios».
El tono de la piel
La materia prima del abecedario de signos de Ballester es la madera. Pero el suyo es un material de desecho , reciclado, algo lógico si se está criticando la deforestación del Amazonas. Y su color, el más parecido al tono de piel de sus gentes.
No es él el primer creador interesado por estas cuestiones antropológicas. Entre los más recientes, Ernesto Neto con la comunidad Huni Kuin , a la que trasladó literalmente a la TBA21 de Viena. El madrileño ha dedicado años al proyecto y no tiene prisa ni por culminarlo, ni por enseñarlo. Tampoco es este un ejercicio de sublimación : «No se trata de idealizar a estas tribus. La vida es un drama en sí, y las matanzas y guerras entre ellas por el territorio siempre ha sido una constante».
Amazonía es, no lo olvidemos, una propuesta artística, donde el carácter científico queda amortiguado por la poética, donde hay ausencias y un hallazgo marca un avance. «No hay prisa –remata–. Quiero cuidarlo ». Lo cierto es que, antes o después, contaremos con un alfabeto con el que «comunicarnos» con la selva. Esperemos que antes de que su voz quede muda.
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