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de puertas adentro

Julia Llerena: Dormir sobre una montaña, comer frente al universo

En el imaginario de Julia Llerena se pliega el universo, se magnifica el paso del tiempo, se conquistan montañas. Y todo ello se desarrolla en el ámbito de una pequeña vivienda poblada por los objetos y los materiales que son afines a la artista

Julia Llerena: Dormir sobre una montaña, comer frente al universo óscar del pozo

javier díaz-guardiola

Imaginamos por un instante cómo es ese momento cuando Julia Llerena llega a casa. Su primera reacción será la de echar mano al bolsillo y sacarse de él todos los pequeños tesoros que ha ido encontrando por la calle y que podrían acabar formando parte de alguna de sus obras. Nos encontramos ante una artista recolectora, chamarilera –como muchos otros de los que han pasado por esta sección–, expansiva... De los que ven vida en los objetos inanimados. Llerena se sincera y nos confiesa cómo se lleva eso de vivir entre piezas y materiales: «La verdad es que es un problema. Algunos trabajos acabados conviven conmigo, como este cajón –explica, mientras señala el típico clasificador de oficina, que aquí ocupa un lugar destacado en el salón de su vivienda–. Con él trato de hacer una metáfora contenida del universo . La buena noticia es que utilizo elementos muy cotidianos como punto de partida, por lo que pueden pasar desapercibidos en el entorno».

Historias maravillosas

La artista se refiere a los relojes-despertadores que en su día conformaron la obra La caída en el tiempo («a veces, desmoto las piezas y las reubico en mi espacio personal »); o los tinteros que ahora copan las estanterías de su cuarto y buena parte de las del comedor, y que acabarán siendo un proyecto para OTR o para Injuve, sus próximas citas expositivas Pero, en ocasiones, a la creadora se le va la mano , y es más complicado encontrarle un lugar a trabajos fundamentales ya en su trayectoria. Y entonces Llerena cuenta historias maravillosas como la que sigue: «Recientemente construí la pieza La noche cíclica , un dibujo tridimensional y circular, con un diámetro de un metro y medio. Inspirada en Borges, formaba parte de una muestra en la galería Astarté , donde quedaba impresionante suspendida del techo . Pero llegó el día de la clausura de la muestra, y el día en el que me llamaron de la galería para ir a recogerla. “¿Recogerla?” pensé. “¿Y ahora que hago con ella?” .

«Mis compañeros no se merecen mi invasión. Les he llegado a ver comer sobre mis cristales»

En un principio, Llerena intentó tirar de amigos, pero no hubo manera. En casa era imposible meterla, por lo que, durante semanas la situó en medio de su habitación, como si de una alfombra que no se podía pisar se tratara. «Llegó un momento en el que consideré que aquello no podía seguir así. Así que la metí debajo de la cama . Ahí sigue. Ahora está cambiando de forma, básicamente porque las patas la están deformando , pero mi obra habla justamente de eso, de cómo hacer cercano lo lejano y qué riesgos hay que asumir para que así sea». Pocas personas, pues, pueden afirmar que duermen sobre una montaña o que comen frente al universo, aunque sea en minuatura.

No hace falta decir a estas alturas que Julia Llerena es una artista que trabaja en casa . Hace dos años que se mudó aquí, cuando se trasladó para estudiar un máster en la Universidad Complutense . «Entonces pensé que estudiaría y trabajaría en la universidad, pero me di cuenta de que necesito hacerlo rodeada de los objetos que voy creando». En su Sevilla natal ( ella jura y perjura ser de allí , pero no tiene nada de acento), sí que llegó a contar con estudio («pasé mucho tiempo en un rincón del de arquitectura de mi hermana. Bueno, no sé si fue mucho tiempo, pero a mí se me hizo muy largo »). Lo que no ha experimentado nunca ha sido trabajar junto a otros artistas: «Se me hace raro compartir con otros el proceso de creación. Y eso que yo pregunto mucho sobre lo que voy haciendo, “me expongo” mucho antes de mostrar en público lo que me traigo entre manos. Sin embargo, soy consciente de que los artistas, sobre todo si somos emergentes, podemos ser muy pesados , siempre hablando de lo que nos preocupa cuando nos juntamos. No quisiera llevar eso también al tiempo de labor».

La presión es menor

Pese a ello, Llerena no vive sola. Comparte vivienda con otros dos compañeros. La artista se defiende: «Como se dedican a otras cuestiones que no se relacionan al cien por cien con lo que yo hago, la presión es menor». Julia juega con su memoria, con su capacidad de atención. A veces mueve los muebles, o va escondiendo por las estancias pequeños objetos –esos que recoge de la calle– para ver si se dan cuenta de los cambios. «Se han acostumbrado a no hacer preguntas. En ocasiones, les gusta lo que estoy haciendo y me “amenazan” con versionarlo para ellos . Son muy buenos, pero soy consciente de que no se merecen tal invasión. Les he llegado a ver comer sobre mis cristales...».

«Se me hace raro compartir con otros el proceso de creación. Y eso que yo pregunto mucho»

Y todo comenzó con una piedra . Llerena trabajaba en ese momento sobre el concepto de deriva, y un canto de jardín, de superficie rugosa, le pareció un meteorito ( «para mí, era un meteorito» , afirma contundente). Ahora, es fácil toparse por la casa con cajas llenas de vidrios trancados, con recipientes en los que descansan espejos destrozados (si bien no ha optado por fijar sus fragmentos en la pared); con mueblecitos en los que se agrupan tornillos, pequeños objetos, piezas sueltas... «Convivo con obras que voy produciendo y cuya apariencia final no veré hasta que no las despliegue en el museo o la galería. Eso me pone nerviosa, pero tiene la gracia de que convierte el ámbito artístico en prolongación del estudio ».

Llerena embelesa cuando habla. Su voz es dulce y se va perdiendo a medida que avanza en su discurso: «Soy artista visual, pero nunca me he planteado lo de ser artista. Fue un descarte en la vida. Entré en Bellas Artes porque quería estudiar diseño de muebles, pero al final, deseché la idea. Acabé la carrera sin saber a qué me iba a dedicar. Entonces me di cuenta de que llevaba toda la vida produciendo objetos . Me interesan los grandes temas, amplios e inabarcables, como el tiempo, su paso, la nostalgia, el recuerdo, que están muy manidos pero que son “los temas”. Creo que es lo más honesto . Y esos macromundos, yo, los habito y transformo en cosas, y con cosas cercanas a mí, lo que me hace pensar que no están tan lejos. No sé: Siempre he tenido la sensación de estar en otra parte. No es nostalgia. Te sientes marciana, pero, según creces, te das cuenta de que no eres marciana. Eres muy terrícola ».

Una luz que va ubicando

Nuestra joven creadora es asistente de otros artistas. Eso determina también su forma de trabajar. «Tu tiempo se organiza en función de los de ellos. Para mí, ningún día es igual que otro . Voy improvisando». Lo único que se mantiene es esa costumbre de levantarse muy pronto y de no anclarse a ningún punto concreto: «Trabajo en cualquier sitio». La misma disciplina la aplica en su propia casa, donde cuenta con un cuarto propio inmenso, pero donde termina invadiendo el salón . «Eso me viene de pequeña, donde tenía mi zona de estudio. Pero yo prefería trasladarme a otro lugar. Me motiva cambiar de escenario : el salón, un café, una biblioteca... El tiempo también me influye. Esta casa es fría y la luz me va ubicando».

Esta, situada en el barrio de Chueca, ahora, está inundada de tinteros, de fragmentos de espejo y de postales de cascadas . La artista compone con ellas, al desplegarlas, nuevas cataratas (como las que en su día interesaron a John Berger y a las que dedicó un libro que Llerena nos enseña como si de un tesoro se tratara ). Con ellas, la artista reflexiona sobre la percepción, la repetición, la memoria... «Sin duda, el espacio condiciona el trabajo, aunque sea inconscientemente. Por ejemplo, en el uso de determinados materiales. En un taller no te importa destrozar el suelo o las paredes. Por eso, seguramente, en un futuro tenga que contar con un estudio. Ahora la actividad no es grande, y tampoco hace falta. Pero si el ritmo de producción crece, será necesario, aunque sólo sea para almacenar lo que culmino. Eso y contar con mis propios asistentes ». Lo que no cambiará es que Llerena lo convertirá en su pequeño universo. Un espacio en el que lo lejano parezca cotidiano. No será nostalgía: será necesidad.

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