LIBROS
William Boyd: «Se me habría dado mejor capturar espías que serlo»
«Yo habría sido un pésimo espía». No es extraño que esta frase la pronuncie el escritor inglés William Boyd. Porque su última novela («Solo») recupera a James Bond, el célebre personaje de Ian Fleming. 007 regresa con licencia para matar y para leer
William Boyd: «Se me habría dado mejor capturar espías que serlo»
William Boyd, mi nombre es William Boyd . Resulta toda una tentación arrancar con este saludo al más genuino estilo Bond. Pero cuando el escritor británico, nacido en Ghana, abre las puertas de su casa londinense en el exquisito barrio de Chelsea, a escasos 800 ... metros de la que Ian Fleming construyó literariamente para su agente secreto 007, simplemente lanza un «polite» «Hello. Nice to meet you» de curso de inglés «on line». Una pronunciación pulcra, como su pulcra educación, que hila con suma facilidad toda esta entrevista: desde que ofrece un vaso de agua o pregunta dónde me quiero sentar en una sala en la que ya está encendida la chimenea –nos encontramos recién inaugurado noviembre–, mientras en España la energía solar nos recalienta la cabeza y sofríe el cerebelo. Así se lo hago saber.
Antes de llegar a este saloncito «british total», hemos subido por las escaleras tres plantas, que distribuyen estancias también muy «british» empaneladas con libros de arriba abajo y de derecha a izquierda. Sin duda, nos encontramos en la casa de un escritor inglés de los pies a la cabeza, de los que comparten cartel con lo más granado de literatura actual (Salman Rushdie, Martin Amin, Ian McEwan), aunque su sangre y su literatura se trufe de los entreverados ascendentes que le han visto nacer y crecer: de África a la más rancia Europa, esa a la que las islas casi siempre han mirado de espaldas. Boyd no, pero también se ha ganado a pulso el título de Caballero del Imperio Británico, y ahora con mayor motivo, pues ha escrito la última secuela autorizada de la saga que Ian Fleming inmortalizó hace ya sesenta años en «Casino Royale». No olvidemos que James Bond escoltó a la Reina Isabel II. Palabras mayores. Bond, Fleming y Boyd, Caballeros del Imperio Británico de toda la vida.
¿Cómo le llega este encargo?
«James Bond, el personaje literario, llora mucho, siente las cosas»Es algo totalmente inesperado. Un día me llamó por teléfono mi agente y me preguntó si me interesaría escribir la próxima historia de James Bond. Fue como si me tocara la lotería. Los herederos de Ian Fleming querían conocerme, y yo a ellos: tenía muchas preguntas. Ellos no buscaban que siguiera una fórmula determinada, puesto que sin un poco de libertad, si me hubieran sugerido cómo tenía que escribir el libro, no lo habría hecho. Tuve completa libertad para inventar la trama, los personajes, y, lo más importante, para utilizar una voz propia. Por tanto, lo que hicieron fue darme este regalo, que es el personaje de Bond, y el resto corrió de mi cuenta. Supuso un desafío bastante grande, pero fue una tarea muy divertida y muy emocionante.
Apuntaba que es como si le hubiera tocado la lotería: ¿qué tiene James Bond para que resulte tan atractivo literariamente?
Yo he publicado dos novelas de espionaje, que están editadas en España: una es «Restless» ( «Sin respiro» ) y la otra, «Waiting for Sunrise» («Esperando el alba»). La segunda está ambientada en la Primera Guerra Mundial, y la primera, en la Segunda Guerra Mundial. Con este «remake» de James Bond se me ofreció la posibilidad de hacer una novela de espías ambientada en la «guerra fría». Así completaba mi tríptico de novelas de espionaje; por eso lo que me atraía literariamente era el género, no solo que se tratara de James Bond. Fue un inmenso placer el haber recibido este regalo, este personaje tan emblemático, conocido en todo el mundo, como podría ser Sherlock Holmes o Alicia en el país de las maravillas. Y, como ya les comenté a los herederos cuando me entrevisté con ellos, mi idea era ambientar la trama de forma que fuera también una narración realista, que tratara sobre un hombre de carne y hueso; no quería ningún cuento fantástico. De ahí en adelante, lo que intenté descubrir es la personalidad de Bond, su vida interna.
¿Cómo se puso en la piel de Ian Fleming conservando a la vez la de William Boyd?
«Bond no es tanto un antihéroe como un ser humano complejo»Volví a leer de forma cronológica las novelas de Fleming sobre James Bond, y los ocho relatos cortos, tomando notas, analizando, digamos que incluso diseccionando. Y me resultó fascinante, puesto que en todas esas páginas descubrí que había muchísima información sobre el personaje, como persona de carne y hueso, como hombre, cosas que yo desconocía o las había olvidado. Es muy importante hacer la distinción entre el Bond literario y el Bond de las películas. El personaje literario es muchísimo más complejo, tiene una personalidad más inquieta, más sórdida que el personaje de las películas.
¿Cómo es ese James Bond de carne y hueso, sin efectos especiales?
Un punto muy interesante es que James Bond, el personaje literario, llora mucho, es un hombre que siente las cosas. Por ejemplo, cuando ve un cuerpo deshecho le entran náuseas y vomita; está interesado en la vestimenta de las mujeres, no le gusta que se pinten las uñas, y nunca se pone zapatos con cordones. Y con todo este tipo de datos se puede construir una visión bastante realista de este personaje, de carne y hueso. Para todas esas cosas que pudieran parecer insólitas o sorprendentes, uno se puede remitir a Ian Fleming, como el hecho de que la procedencia de Bond es mitad suiza, mitad escocesa. En la novela dice que se siente como un extraño en Inglaterra, que es algo fascinante para mí, y lo intento explotar en mi libro. Una vez que tenía este personaje realista, lo metí en una situación bastante realista: una guerra civil en un país de África.
Por lo que está describiendo, el James Bond literario es un antihéroe frente a ese estereotipo que parece más sacado de un cómic, una especie de Supermán.
No es tanto un antihéroe como un ser humano bastante complejo, como el resto de nosotros, pero es que la imagen del James Bond de las películas resulta unidimensional. Lo que quería reflejar en la novela es la complejidad: como espía, es un profesional muy competente, pero tiene su lado oscuro; es muy melancólico, tenía sus debilidades.
Destacaba que ha leído todas las novelas de Ian Fleming. ¿Ha visto las películas?
«La actividad traductora del español al inglés no está muy consolidada»En mi novela no hay ninguna referencia a lo que pasa en las películas, a pesar de que las he visto todas, pero he intentado mantener las cosas muy separadas. Curiosamente, conozco a tres de los actores que han encarnado a 007: Sean Connery, Pierce Brosnan y Daniel Craig, puesto que he escrito guiones para películas que han protagonizado todos ellos, pero el Bond literario no tiene nada que ver con el de las películas, con lo cual intenté mantenerlos muy separado.
Se lo preguntaba porque, en la última entrega cinematográfica, la protagonizada por Daniel Craig, sí que se ve un punto más humano, un Bond que pasa por crisis, por dudas, al más puro estilo shakesperiano.
En cierto modo sí, porque en la última película, «Skyfall», protagonizada por Daniel Craig, intentan extraer todos los datos de la historia vital de James Bond, todo el telón de fondo, pero hay que tener en cuenta que en las películas, el 007 cinematográfico es muy moderno, y se va alejando cada vez más y más del original. Si tenemos en cuenta la diferencia cronológica –la próxima película va a salir en 2015 y se ambientará en esa actualidad, y la última novela que escribió Fleming está situada en 1964–, es una brecha de 50 años, por eso yo quería ambientar mi novela, y de hecho está ambientada, en 1969, para volver a esa era Bond original.
Usted ha trabajado como periodista, Ian Fleming también, en la agencia Reuter, y aquí James Bond se infiltra, se hace pasar por periodista. ¿Un homenaje a la profesión?
Era también para darle un guiño realista, como hombre pensador, y no solamente como hombre de acción. Es cierto que Ian Fleming trabajó como periodista y yo ejerzo como tal de vez en cuando. En este sentido, sí es un pequeño homenaje, pero el personaje de Bond en las novelas lee mucho. Ian Fleming describe su piso –que está a 800 metros de aquí, de mi casa– como un lugar con las paredes forradas de libros. Es autodidacta e inteligente.
Lo preguntaba porque usted es bastante crítico con la profesión en estos momentos.
«Con la tecnología estamos eliminando lo que representa el agente»En mi opinión, sigue habiendo grandes periodistas en la actualidad, sobre todo en Inglaterra. No obstante, reivindico una época en la que uno no podía depender de la tecnología, no había GPS, ni móviles, ni la vigilancia digital y tecnológica que tenemos actualmente. Entonces suponía un reto ser un espía, uno tenía que confiar en su instinto y utilizar cualquier instrumento que tuviera a mano. Lo mismo sucede con la actividad periodística.
Ya que hablamos de tecnologías y de espías, es inevitable que le pregunte qué piensa sobre el asunto de las escuchas de Estados Unidos a los países aliados.
El público, en general, no se sorprende demasiado. Los ciudadanos somos un poco más escépticos a la hora de enfrentarnos a estas cosas, y a mí no me sorprende que un órgano como la Agencia de Seguridad Nacional (National Security Agency) esté interceptando las conversaciones telefónicas y los correos electrónicos. Son cosas que tenemos asumidas. Ahora, y siempre, han espiado a sus aliados, y viceversa. El espionaje es más antiguo que el mundo, pero es una actividad que ha ido cambiando a lo largo de los años, puesto que ahora estamos tan basados en la tecnología que lo que se hace es una vigilancia a través de escuchas. Estamos eliminando al personaje o lo que representa el agente. Por eso me gustaba volver a esa época de la «guerra fría», donde encontramos este tipo de agentes.
En España, donde somos mucho más tiquismiquis, no le aseguro al cien por cien que hubiera estado bien visto que un autor «serio» como usted se hubiera dejado seducir por lo «popular».
Se me dio mucha libertad a la hora de continuar esta saga, con lo cual, yo creo que puedo colocar la novela en la estantería con el resto de mi obra literaria. Por otro lado, el tomar un personaje prestado y adaptarlo no es una cosa que me haya resultado ajena, porque a menudo he hecho adaptaciones en el cine. Por ejemplo, he trabajado con obras de Vargas Llosa. También he hecho películas sobre personajes reales, como Adolf Hitler o Charles Chaplin. Actualmente estoy escribiendo una sobre Lawrence de Arabia.
Pero es curioso que teniendo tanta relación con el mundo del cine, sin embargo, la parte cinematográfica de James Bond no le atraiga. ¿Sería capaz de hacer una versión fílmica afín a ese personaje más humano?
«He leído mucha literatura de Iberoamérica y conozco a Marías»Sí, sería capaz, pero la empresa que produce la versión cinematográfica de James Bond no lo aceptaría. Nunca produciría una película de 007 ambientada en la década de 1960. Por cuestiones de la empresa, o de las personas que en este momento tienen los derechos, no encajaría, no podría darse la complejidad de estas novelas dentro de una película. James Bond es una marca mundial, por lo que las películas se ven en cierto modo simplificadas, porque se proyectan en Nueva York y la gente tiene que poder identificarse con ellas, igual que en Tokio, en Moscú o en Londres. El cine y la literatura son dos artes completamente distintos. El cine, aunque parezca un poco tópico decirlo, es fotografía, de modo que es una cosa muy objetiva, pero la novela te permite introducir elementos muy subjetivos, y eso es muy difícil de trasladar al cine.
Dentro de los autores que han trabajado el género del espionaje, usted siempre ha destacado a Graham Greene.
Es interesante comprobar que, dentro la literatura inglesa moderna, el género del espionaje es muy popular; ahí tenemos ejemplos de categoría y serios, como Conrad y Graham Greene. Gusta mucho y resulta muy atractivo dentro del siglo XXI. Quizá sea cosa cultural de los británicos, no sé. Por otro lado, admiro a Graham Greene. No lo he conocido, pero me interesa mucho su vida, porque es un escritor que refleja mi trayectoria: tiene un perfil muy ecléctico, escribió guiones, fue periodista… Desde ese punto de vista, como hombre, me interesa mucho, pero yo no diría que es mi autor favorito. Graham Greene fue espía y me interesa desde ese punto de vista porque, en mi opinión, hay una especie de posturas encontradas, de superposición del papel del espía y del papel del escritor, ambos tienen esa curiosidad por descubrir cosas: el escritor, para obtener datos, y el espía, para protegerse. Otra cosa que se me quedó en el tintero es que Graham Greene me interesa porque cada una de sus novelas es distinta.
¿Le hubiera gustado ser espía?
Yo habría sido un pésimo espía, pero se me habría dado muy bien capturar espías. Creo que no tengo el talante para ser espía, aunque he conocido a algunos. Repito que lo que me interesa es que hay muchas similitudes entre la persona del novelista y la del espía, en la forma en que observan el mundo.
Antes citaba a Vargas Llosa, usted lo ha adaptado al cine. ¿Qué destacaría de la literatura en español?
«Hay una superposición del papel del espía y del papel del escritor»Bueno, lamentablemente, es algo que depende muchísimo de la traducción. La actividad traductora del español al inglés, en mi opinión, no está muy consolidada. Sí que he leído mucho de literatura iberoamericana que se ha traducido, como García Márquez, Vargas Llosa, Jorge Amado y algunos otros. Conozco la obra de Javier Marías, que está traducida, y lo conozco personalmente, pero me parece que hay una falta de representación de lo que es la literatura en español traducida al inglés.
Escritor, director de cine, guionista, periodista... Usted es un creador polifacético. ¿Cómo es capaz de acometer tantos frentes sin morir en el intento?
Es un fenómeno muy británico. Incluso mis contemporáneos, como Martin Amis y Salman Rushdie, escriben muchísimo. Quizá me podría remontar al siglo XIX, a Dickens, que hace lo mismo. En mi caso, cuando empiezo una novela nueva me dedico solo a eso. El libro que estoy escribiendo ahora me llevará nueve meses, la previsión es acabarlo en junio de 2014. Me iré de vacaciones, cortitas, y luego empezaré a escribir una película, o una obra de teatro, que es mi nueva ocupación, o escribo algo de periodismo.
Citaba a sus colegas, Martin Amis, Ian McEwan, Salman Rushdie... He leído que no se siente muy cómodo metido en ese grupo generacional. ¿Es cierto?
Es algo que ocurre en todas las culturas: se tiende a agrupar a los creadores, como pasó con el realismo mágico en América Latina. Conozco personalmente a todos mis colegas, y fuimos un grupo que se inició a comienzos de la década de los ochenta. Una explosión de jóvenes autores en este país. De hecho, hay una foto muy famosa en la que estamos todos en 1983, los veinte autores, y de esos veinte, creo que quince todavía seguimos escribiendo, a pesar de que somos cincuentones.
Ver comentarios