LIBROS
La generación «beat» se hace mayor
En torno al autor de «En el camino» gira el ensayo «Kerouac y la generación ''beat''». Entrevistas en las que Jean-François Duval deja que sean los propios integrantes del movimiento quienes ofrezcan sus mejores retratos
JUAN MALPARTIDA
¿Pero hubo alguna vez una generación «beat»? Sin duda, el término se ha utilizado a lo largo de cincuenta años, pero no parece resistir un análisis exigente si hablamos de literatura, porque apenas hay semejanzas entre la obra de Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gary ... Snyder, William Burroughs, Anne Waldman, Gregory Corso y Ken Kesey.
Todo cambia un poco si introducimos (y no hay modo de evitarlo) a alguien que no nos dejó una obra (salvo el texto autobiográfico «El primer tercio» , publicado en 1971, tres años después de su muerte), sino una leyenda: Neal Cassady, que aparece en las páginas de «En el camino» como Dean Moriarty y cuya vida y milagros fueron objeto de otro libro de Kerouac, «Visiones de Cody», donde se le da el nombre de Cody Pomeray.
El poema «Aullido», de Ginsberg, que mereció un juicio por obscenidad
Cassady fue, en el doble sentido de la palabra, un personaje: culto, seductor, alcohólico y drogadicto. Él condujo el «Further», el autobús psicodélico de los Merry Pranksters que los llevó desde la costa Oeste a la costa Este de Estados Unidos en 1964. Organizó, con Kesey (autor de «Alguien voló sobre el nido del cuco» ) y los Pranksters, los Kool-Acid Test.
El panorama del mundo estaba, especialmente en EE.UU., marcado por la «guerra fría», un acentuado materialismo y una censura pacata. Estos jóvenes supusieron un comienzo de libertad e imaginación no exento de una desesperación que hizo de muchos de ellos el campo de batalla de fuerzas encontradas. Un poco antes de las grandes obras de los «beat», aparecen en el cine Brando («Salvaje») y Dean («Rebelde sin causa») y la explosión musical del «rock». Inmediatamente, quizás como eco de todo ello, surgieron las generaciones «beatnik» y «hippie», que, junto al pacifismo, reivindicarían las tradiciones budistas e hinduistas y una suerte de vuelta al origen anticapitalista marcada por los signos del placer y la rebelión.
El lado menos «diablo»
Jean-François Duval ha escrito un libro valioso , en el que reúne, además de útil documentación bibliográfica y síntesis biográficas, entrevistas con Ginsberg, Leary, Waldman, Kesey, Carolyn (esposa de Cassady y amante de Kerouac) y Joyce, la novia del autor de «En la carretera» (1957). El poema «Aullido» (1956), de Ginsberg, que mereció un juicio por obscenidad, fue, junto con la novela de Kerouac, el gran acontecimiento literario que marcó la contracultura norteamericana, cuyo eje estuvo en San Francisco.
Carolyn, Cassady: «Neil y Jack se esforzaban por ser personas correctas»
Duval entrevista a Ginsberg en 1994. El poeta, que siempre cultivó el lado menos «diablo» del grupo, piensa que la famosa generación «solo es una alucinación psicodélica de los medios». Habla de su interés por el budismo y su iniciación en la meditación con el maestro Chögyam Trungpa, con quien fundó, junto a Waldman, la Jack Kerouac School of Disembodied Poetics . Considera que su lírica procede de la de Kerouac, de la que «es una imitación». Exalta la música folk y a Dylan como el gran poeta americano de la segunda mitad del siglo XX.
Notable es la entrevista con Carolyn Cassady, realizada en Londres en 1999 y 2011. Tras divorciarse de la jovencísima LuAnne Henderson, Cassady contrajo matrimonio con ella en 1948. Tuvieron dos hijos y se divorciaron en 1964. Es autora de «Off the Road», donde cuenta su vida con el gran personaje, con Kerouac y con los otros «beat». Observa que «Neal y Jack no se habían sublevado contra la sociedad de su tiempo, no eran unos rebeldes».
Una forma de inteligencia pura
Kerouac: «De una timidez extrema, atenazado por una culpabilidad ligada a su religión». Cassady: de padre vagabundo y alcohólico y abandonado por su madre a los seis años, era «una forma de inteligencia pura, nada contaminada de intelectualismo», aunque observa que «durante nuestro matrimonio no recuerdo haberlo visto leer otra cosa que libros que trataban más o menos de metafísica».
«Lo que hoy nadie quiere entender es que Neal y Jack se esforzaban por ser personas correctas, decentes, respetuosas de las costumbres de la sociedad», añade. Kerouac, según Carolyn, fue siempre reaccionario, «no solo en los últimos años», aunque era difícil saber «qué opinaba, qué pensaba».
Muy buena la entrevista con Kesey, muy americano en lo contracultural
Algo importante sobre la redacción de «En el camino» que nos hace entender que su fluidez fue producto de un arduo trabajo: lo reescribió numerosas veces, desde 1948 hasta la fecha de su publicación en 1957, año en el que estalla su éxito, que no pudo asimilar: el alcoholismo le destruyó en 1969. Cassady murió un año antes, alcoholizado también: «Su intención –dice Carolyn– era matarse a través del alcohol, la forma de suicidio que menos se contradecía con sus convicciones católicas».
Burroughs es visto como alguien frío, inteligente, al que no le gustaban las mujeres (en ningún sentido, y no solo porque «jugando» a Guillermo Tell matara a su esposa). Genial escritor, merodeador de los desastres, mago, profético; un personaje múltiple e inalcanzable.
Consagrado al retorno
De Leary dice Anne Waldman : «Encarna la figura del embaucador, del charlatán dotado de poderes chamánicos, tocado por cierta locura. Por eso me gusta tanto». Y ve a Kerouac a la altura de Faulkner.
Es muy buena la entrevista con Ken Kesey, alguien muy americano en lo contracultural y nacionalista convencido, brillante y divertido, que dice de Thoreau: «Era un hombre consagrado al retorno». Algo que lo define a él: la ficción es el fruto «del fracaso, producto del pecado original».
Vagabundaje, budismo, LSD, desesperación y leyendas que han dado que hablar
Kerouac, sí, es el centro de los «beat» y, por lo tanto, de este libro. Su obra es vista en una suerte de paralelismo con el existencialismo. Es verdad que no hay trama en sus libros, pero sin duda hay historias, así sean atomizadas; una suerte de testimonios fragmentarios que dibujan un rostro: la errancia y un acento intenso de vidas que se disipan. Parece acertado que Kerouac se describiera a sí mismo como un «''running'' Proust». Pero hay que recordar otros aspectos: a diferencia de Ginsberg, fue nacionalista y muy conservador en lo político y social.
Vagabundaje, budismo más o menos cristianizado, LSD, benzedrina, marihuana, homosexualidad reivindicativa, alcohol, melancolía, desesperación y leyendas que han dado mucho que hablar, junto a varias obras literarias notables.
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