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LIBROS

«Joyland»: la casa embrujada de Stephen King

En «Joyland» un conciso Stephen King vuelve a probar que sabe contar y emocionar como pocos. Una pequeña joya con guiños a Ray Bradbury y a «La zona muerta» del propio «rey King»

«Joyland»: la casa embrujada de Stephen King

RODRIGO FRESÁN

Es una pena que la versión española de «Joyland» no haya conservado la portada original de la editorial norteamericana Hard Case Crime , a la que Stephen King ya había entregado, en 2005, «Colorado Kid». Porque –como aquel otro– «Joyland» es un libro que sí puede juzgarse (y entenderse) por su portada . Mejor me explico, me explico mejor: la Hard Case Crime está consagrada a la celebración del «noir» y lo «hard-boiled», rescatando clásicos descatalogados e inéditos extraviados de firmas «vintage» o investigando nuevos talentos.

Y sus portadas son deliciosamente retro y muy «pulp-fiction».

Así, en «Joyland» , Stephen King juega no solo a la revisitación de un género sino, también, al autohomenaje justificado. Porque el King de la pequeña «Joyland» es, también, el King de inmensas «nouvelles» como las recopiladas en «Las cuatro estaciones» y «Corazones en la Atlántida» o en el folletín «La milla verde». Un King conciso y funcional que vuelve a probar aquí que es un hombre que sabe contar –y emocionar– como pocos.

«Joyland» nos distrae mientras esperamos «Doctor Sueño»Hay en una sola página de «Joyland» más sentido del entretenimiento y buena literatura que en toda «La verdad sobre el caso Harry Quebert» , de Joël Dicker. En «Joyland», King no quiere parecerse a Vladimir Nabokov ni a Philip Roth, sino a lo mejor de sí mismo. Y con eso alcanza y sobra.

Y digámoslo también: el misterio de la identidad de quién es el asesino que acecha parques de diversiones no es lo que aquí importa. Y cualquier lector más o menos curtido en estas lides lo averiguará a las pocas páginas. Lo que aquí sí importa y vale y deslumbra es el modo en que – incluyendo jerga ferial – King transmite melancolía retrotrayéndonos al verano de 1973 en una playa de Carolina del Norte.

Un carricoche empujado por el miedo

La voz es la del alguna vez joven Devin Jones –quien echa la mirada atrás desde su sexta década, convertido en un escritor de poca monta, seguro de que «cuando se trata de recordar, todos escribimos ficciones»– perdiéndose y encontrándose en la carnavalesca atmósfera de una feria de tinieblas con guiños a aquella de Ray Bradbury regentada por Mr. Dark, a aquella otra de Charles G. Finney donde atendía el Dr. Lao, y hasta a esa misma con la que King abría «La zona muerta».

Deslumbra el modo en que –incluyendo jerga ferial– King transmite melancolíaDurante sus días y noches en «Joyland», Davin Jones –porque, finalmente, «Joyland» aborda una historia de iniciación– es alguien al que todavía le duele su pasado y asusta su futuro . De ahí que se concentre en su presente y en un reparto que incluye a una pareja de amigos; a una novia traicionera; a un humilde y crepuscular magnate de los carnavales que ya anticipa la amenaza de los grandes parques temáticos; a una adivina que tal vez sí pueda ver lo que vendrá; a una madre joven y rebelde y experta tiradora; a un adorable e inquietante niño agonizante y – larga vida al «Rey King» – la sutil pero decisiva pincelada de un fantasma clamando justicia desde una Casa Embrujada de esas a las que hay entrar subidos a un carricoche empujado por la electricidad y el miedo.

Y «Joyland» no es más que una distracción estival mientras esperamos que abra sus puertas la atracción principal, que llegará con las sombras del otoño: «Doctor Sueño», la muy esperada continuación de esa Gran Novela Americana que es «El resplandor». Su portada es muy moderna. Y da mucho miedo .

¿Nos atreveremos a entrar a semejante laberinto del terror?, nos preguntará entonces este gran maestro de ceremonias. Alguien que, por supuesto, ya sabe y siempre supo cuál será nuestra respuesta.

Pasen y lean.

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