Ni un hueso en Alfacar

Ayer, la imagen del olivo era descorazonadora. Rodeado con una rafia verde, el tronco cubierto con tres planchas de uralitas metálicas, una manguera sin recoger después de haber reblandecido el suelo para excavar y, a pocos metros, un montón de arena. Las nubes que amenazaban tormentas tampoco eran las de una madrugada de agosto del 36 cuando fusilaron a Lorca, al maestro Dióscoro Galindo y a los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.

Pudieron morir allí, entre el olivo y el monolito. Pero lo que es seguro es que ninguno está enterrado en este lugar. El sitio que Manuel Castilla -el supuesto enterrador- le confesó a Agustín Penón en 1955. El mismo testimonio que años después amplió Ian Gibson. El mismo olivo sobre el que se construyó un parque en 1986. La historia habrá que reinventarla.

El informe, redactado

La excavación de las presuntas fosas de Alfacar se dará oficialmente por finalizada hoy a las once de la mañana. Ayer sólo quedaba el 7 por ciento de la zona por destapar, según fuentes de la investigación. Pero -salvo sorpresa mayúscula- ya se da por hecho que en esos 400 metros cuadrados del parque no hay ni un solo hueso. Hasta el punto de que el informe que leerá hoy la consejera de Justicia, Begoña Álvarez, está redactado. Después de dos meses de búsqueda no ha aparecido nada.

La Junta se limitó a tramitar una petición y a cumplir la Ley de Memoria Histórica. Sí elaboró un protocolo especial para la ocasión que ahora tendrá que extender a cuántas excavaciones vengan detrás.

Por eso se hizo un informe científico con georradares para sondear el terreno y se montó una carpa de 200 metros cuadrados -luego fueron dos- para que no se filtrara nada. Las máquinas identificaron seis posibles tumbas, de las que sólo cuatro tenían verdadero interés. Pero no había ninguna.