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HORIZONTE

QUE CANONICEN A HERODES, POR FAVOR

RAMÓN PÉREZ-MAURA

Prima un egoísmo por el que los padres no pueden ocuparse de dar ni una mínima educación a sus hijos

IBERIA Express 3857. Lanzarote-Madrid. Vuelo abarrotado. Con lo que eso representa en una compañía víctima de la degeneración en el transporte fomentada por marcas como Ryanair. Estas líneas aéreas acabarán por demostrar de forma incontestable que los esclavos que cruzaban el Atlántico amontonados en las sentinas de bergantines no viajaban tan incómodos como otros en la actualidad. Y a base de romper los precios del mercado han conseguido que compañías como Iberia se vean forzadas a crear marcas en las que a quienes padecemos presbicia nos resulte imposible leer el periódico porque no hay distancia suficiente entre nuestra cabeza y el papel, aprisionado por el respaldo anterior. Hasta ahí el peor capitalismo, el encarnado por un ser llamado Michael O’Leary. Pero la cosa todavía puede ser más desagradable.

En la fila de delante, asiento F (ventana de la derecha) un niño viaja junto a su madre. En tu misma fila, asiento A (ventana de la izquierda) su hermano está sentado junto a su padre. Tan pronto como empieza el vuelo los niños mantienen conversación a gritos entre la indiferencia de sus padres. Cuando otra pasajera pide compasión a la madre, ésta explica que «son niños»... Una fila más atrás, otros dos niños ven en un i-Pad una película . A falta de cascos, ponen el volumen a lo que da de forma que los que los rodeamos seguimos con detalle el capítulo de «Aquí no hay quien viva» -que debe ser una serie infantil. Todos, menos su padre, sentado junto a ellos. Él sí tiene unos cascos que le permiten disfrutar del vuelo ajeno al ruido con el que sus criaturas castigan al resto del pasaje. Dos filas más adelante, dos niños sentados a la derecha del avión libran una batalla lanzando picos de pan, de esos que ahora despachan como complemento de barritas de fuet. En un omento dado uno de los picos cae al pasajero del otro lado del pasillo. Que se une a la batalla con ellos: es su padre.

En ocasiones como ésta uno se pregunta qué tenía el rey Herodes de malo. ¿No hubiera sido justo canonizarlo? Y tan pronto como uno vuelve a la realidad se aprecia que estos niños son tan inocentes como las víctimas de Herodes. Porque son víctimas de sus propios padres. Y de una sociedad en la que muchas familias han delegado la educación de sus hijos en los colegios. No hablamos de inculcar el saber, que obviamente corresponde principalmente a los centros de enseñanza, sino a la educación en las formas y el comportamiento. Ésta corresponde a las familias. Y cada vez brilla más por su ausencia. En nuestra sociedad prima un egoísmo por el que los padres no pueden ocuparse ni de dar una mínima educación cívica a los pocos hijos que traen al mundo. ¿No es ese un signo de decadencia? Delegar esa responsabilidad en una escuela en la que toda invocación de autoridad es anatema sólo puede ser el epítome de la degeneración.

QUE CANONICEN A HERODES, POR FAVOR

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