169 años de su nacimiento
Fernández Grilo, el poeta de Las Ermitas
Poeta, periodista y académico, escribió los famosos versos al enclave de la Sierra
M. P. A.
«Hay en mi alegre sierra / sobre las lomas, / unas casitas blancas / como palomas. / Le dan dulces esencias / los limoneros, / los verdes naranjales / y los romeros. / Allí, junto a las nubes, / la alondra trina; / allí tiende sus brazos / la cruz divina». Son muchos los cordobeses ... que saben a qué se refieren estos versos: alas Ermitas de Córdoba.
Un conjunto de trece ermitas que, desde principios del siglo XVIII, cobijaban a los eremitas retirados a las faldas de la Sierra para meditar y llevar una vida de austeridad. Iniciada la construcción de la primera de ellas en 1703.
El autor de esos versos es Antonio Fernández Grilo (1845-1906), poeta ingenioso que colaboró en innumerables periódicos y hasta dirigió uno del que sólo salieron diez números: «El andaluz», y del que hoy se cumplen 169 años de su nacimiento.
En Córdoba desarrolló su infancia y juventud. Ganó el primer premio en unos juegos florales en el Círculo de la Amistad en 1862 y eso marcó su camino de poeta.
Fue entonces cuando comenzó a tener como mecenas a hombres importantes en la escena social cordobesa: el Barón de Fuente de Quinto o el Conde de Torres Cabrera quien le editó un libro de poesías. En 1865, contando tan sólo veinte años de edad, ingresa en la Real Academia de Córdoba.
Muy querido por el pueblo por su carácter simpático y mundano -como lo definió Ricardo de Montis- de palabras agradables y gran recitador, comenzó a trabajar de redactor en diferentes publicaciones de Madrid y se le abrieron los salones de la Restauración. Isabel II, Alfonso XII, María Cristina y Alfonso XIII lo apoyaron. Entre sus libros destacan, «Poesías» e «Ideales», publicado éste en 1891 con el patronazgo de Isabel II.
En febrero de 1906 ingresa en la Real Academia Española, pronunciando su discurso de ingreso en verso, al igual que hiciera José Zorrilla. Unos meses después fallecerá tras sufrir una caída. Su nombre bautiza una calle en Madrid, una plaza en Córdoba y un colegio en Ochavillo del Río.
Pero su recuerdo más entrañable lo vincula con el paisaje que él cantó: una placa con su busto (de 1928) y su poesía figuran a la entrada de las Ermitas.
El final de la poesía de Fernández Grilo sobre este enclave es: «La vista arrebatada / vuela en su anhelo / del llano a las ermitas, / de ellas al cielo. / Allí olvidan las almas / sus desengaños; / allí cantan y rezan / los ermitaños. / ¡Muy alta está la cumbre, / la cruz muy alta! / ¡Para llegar al cielo / cuán poco falta!».
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