Los españoles que quieren ser astronautas
Más de 1.300 han enviado sus solicitudes para viajar al espacio con la Agencia Espacial Europea (ESA). Tres nos cuentan por qué lo han hecho
Los requisitos para ser astronauta
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Iniciar sesiónEs una oportunidad que no se ha producido en once años y no la han querido dejar pasar. Más de 1.300 españoles han presentado sus solicitudes para convertirse en astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA). La idea de formar parte de la aventura ... del espacio parece haber calado en una sociedad que, hasta ahora, solo tenía como ejemplos locales a Pedro Duque o Miguel López-Alegría (nacido en España pero con nacionalidad estadounidense). Nuestro país está ahora en la quinta posición en el ránking de candidaturas, liderado por Francia con más de 7.000, así que podría añadir un nuevo nombre a una lista en la que seguirán sobrando los dedos de una mano.
No será fácil. La ESA solo seleccionará de cuatro a seis candidatos tras un duro proceso que terminará en 2022. Y en total ha recibido 22.589 solicitudes desde 25 países. Si el incremento general comparado con 2008 es más que notable (entonces solo se registraron 8.400), entre las mujeres es espectacular. Se han presentado 5.400, un 400% más que en la anterior convocatoria. De ellas, 299 son españolas. La agencia europea ha presentado como uno de sus objetivos reforzar la presencia femenina en el cuerpo de astronautas, un punto en el que reconoce que todavía queda mucho por hacer. En estos momentos, solo hay una, la italiana Samantha Cristoforetti, comandante de la próxima misión de la Estación Espacial Internacional (ISS), en una plantilla de siete. Sin embargo, Lucy van der Tas, responsable de Adquisición de Talento de la ESA, puntualizaba en la presentación de los resultados el pasado miércoles: «No trabajamos con cuotas, sino con objetivos».
Otra de las intenciones de la agencia consiste en llevar en una misión espacial a un parastronauta, una persona con discapacidad física que normalmente no sería seleccionada por los requisitos impuestos por el hardware espacial, con el objetivo de eliminar barreras, también allá arriba. Para este puesto se han presentado en total 257 personas, de las cuales trece son españolas.
A partir de ahora viene lo más duro para los candidatos. Solo 1.500 pasarán a la segunda ronda, lo que ya supone un exigente cribado. Después deberán superar exámenes, pruebas psicológicas y médicas y entrevistas hasta que en otoño de 2022 se conozca a los seleccionados, entre cuatro y seis. Serán ellos quienes estarán en activo y trabajarán en las misiones más emocionantes que hasta ahora hayan podido imaginar, con la Luna y Marte como grandes objetivos al final del camino. Otra veintena quedarán en la reserva para incorporarse a misiones concretas si son solicitados, entre ellos el parastronauta. Todos tendrán que ser ciudadanos europeos con un grado y tres años de experiencia en áreas como ciencias naturales, medicina, ingeniería, matemáticas o ciencias de la computación, o ser pilotos experimentados. Además, se requiere hablar inglés con fluidez y se valoran otros idiomas.
Para Josef Aschbacher, esta es «una campaña histórica» por el alto número de personas que ha participado. «La exploración espacial es una prioridad y los astronautas son los símbolos que la hacen visible», dijo. «Queremos explorar el espacio para vivir y trabajar en él», añadió David Parker, director de Exploración Humana y Robótica de la ESA. Cada vez más españoles están dispuestos a formar parte de ese sueño.
Laura González Llamazares, ingeniera aeroespacial: «Puedo dar otro modelo a las niñas»
Valentina Tereshkova tenía 26 años cuando se convirtió en la primera mujer en ir al espacio. La edad actual de Laura González Llamazares, una ingeniera aeroespacial de León que ha enviado su candidatura para formar parte de la futura generación de astronautas europeos. Sabe que emular a la rusa es «muy complicado», pero le respalda una carrera fulgurante, plagada de iniciativas. Para empezar, tiene su propia empresa, Radian system, que fundó con tan solo 24 años, en la que desarrolla un software de análisis térmico para predecir el cambio brusco de temperatura en los satélites, algo que puede afectar a su electrónica. Lo compagina con su trabajo en The Satellite Applications Catapult, cerca de Oxford. Financiada por el gobierno británico, la compañía se dedica a la impresión 3D en metal de componentes para el espacio. Esta tecnología «será muy importante en el futuro porque cuando conquistemos otros mundos no vamos a poder llevarnos todo lo que queramos de la Tierra, vamos a tener que construirlo allí, hábitats, herramientas..», explica.
«Me apasiona el espacio», asegura González. «Ser astronauta me parece el colofón de toda mi trayectoria», subraya. La joven fue becaria en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) -«lo más parecido que tenemos en España a una agencia espacial», dice- donde pudo participar en dos misiones de la Agencia Espacial Europea (ESA): PLATO, para explorar planetas extrasolares, y Atena, para estudiar los agujeros negros. «Pude tocar con mis propias manos una parte de los telescopios de PLATO y fue muy ilusionante», recuerda.
Entre los puntos a favor para ser elegida, González destaca su ilusión, su experiencia en el sector, su gran iniciativa y su capacidad de trabajar en equipo. En la universidad fundó el Maker Club León, una asociación de estudiantes para fabricar drones, cohetes y robots, y actualmente es el punto de contacto nacional del Space Generation, la mayor red de jóvenes estudiantes y profesionales del mundo apasionados del espacio. «Los ingenieros no somos los frikis delante de un ordenador. A mí me gusta liderar, gestionar equipos y sacar adelante proyectos», apunta.
Además, a González le encantaría «visibilizar el papel de la mujer en la ciencia y en la ingeniería. Creo que tenemos que normalizarlo, que no sea algo especial. Si conseguimos que más mujeres sean astronautas, al final las niñas verán más modelos, se identificarán con este tipo de carreras y conseguiremos igualar los números», dice. Entre sus sueños, «poder llegar a la superficie de la Luna o a la futura estación espacial Gateway. Todos los desarrollos de tecnología y los procedimientos que hagamos ahí servirán para viajar en un futuro a Marte». Eso sí, cree que ser española puede perjudicarle, ya que España «no es de los países que más contribuyen económicamente a la ESA. En este aspecto estamos en desventaja frente a otros países europeos y creo que afectará». Pero «hay que intentarlo» porque «el camino en sí mismo es muy interesante, es un reto de autosuperación. Solo por eso ya merece la pena».
Dani Sors, ingeniero aeroespacial: «De niño hacía cohetes y fundía los plomos de mi casa»
«Siempre me han atraído los aviones y las naves con muchos dispositivos, botones y paneles. Cuando era pequeño inventaba todo tipo de trastos, desmontaba compresores de neveras para construir cohetes y acababa cortando la electricidad en casa. Recuerdo los gritos de mi madre», dice Dani Sors, de 33 años y natural de Tona (Barcelona). Estaba claro que iba para ingeniero, pero una noche, mirando las estrellas, decidió que quería especializarse en aeroespacial. Ese mismo día compró un billete para Madrid. Se licenció en la Universidad Politécnica, donde Pedro Duque era profesor.
Sors ha presentado su candidatura porque «me gustaría contribuir a la investigación en tecnologías clave que pueden mejorar el mundo de mañana» indica. También «para divulgar y acercar el espacio a la sociedad, porque mucha gente lo ve muy lejos, pero en realidad está a 100 km por encima de nuestras cabezas. Aproximadamente la misma distancia que hay de Madrid a Toledo».
Juega a su favor su experiencia en el sector. Pasó dos años en el Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial en Noordwijk (Holanda), donde organizaba todo tipo de competiciones de ingeniería para estudiantes universitarios y de Secundaria. Por ejemplo, las de CanSat, en las que los participantes construyen satélites del tamaño de una lata de refrescos que luego lanzan a un kilómetro de altura con una misión. O las de experimentos en vuelos parabólicos en microgravedad. Acabó dando el salto a Harwell Campus, el 'Silicon Valley' del sector espacial, en Inglaterra, donde trabaja actualmente en Open Cosmos, una startup de pequeños satélites que se encarga de misiones de principio a fin. Ellos son, por ejemplo, quienes lanzaron el Enxaneta para la Generalitat de Cataluña.
A su juicio, «tenemos que darnos cuenta de los beneficios que nos aporta el espacio, desde la navegación en nuestros teléfonos, la comunicación con sitios remotos o entender dónde estamos en el universo y lo frágil que es la Tierra». Sors se encuentra estos días siguiendo las estrellas, en el Camino de Santiago. Pero quiere verlas más de cerca.
Beatriz Puente, teniente coronel del Ejército del Aire: «Cumplo 50. No podía dejar pasar esta oportunidad»
La teniente coronel del Ejército del Aire Beatriz Puente está actualmente de misión en Yibuti, en un avión de patrulla contra la piratería. Cuando se encuentra en Madrid trabaja en el CIMA (Centro de Instrucción de Medicina Aeroespacial), en la base aérea de Torrejón de Ardoz. «Soy algo así como un médico de cabecera de las tripulaciones aéreas, también de los astronautas, aunque en España no he tenido contacto con muchos». Precisamente es en lo que se quiere convertir. Cumple 50 años en septiembre, por lo que ha estado al filo de no poder presentarse. Ese es el límite de edad.
«Lo que me pregunto es cómo no lo he hecho antes, porque sin tener familia en el entorno espacial ni aeronáutico para mí el espacio ha sido una pasión siempre», admite. «Cuando llegó el hombre a la Luna, mi abuela guardaba la revista 'Hola' como si fuera un tesoro», recuerda. «No sé si eso me influyó, pero ahora no puedo dejar pasar esta oportunidad».
Entre sus puntos fuertes, Puente destaca la experiencia en el entorno aeronáutico y el cuidado de las tripulaciones. Además, como militar está acostumbrada a tratar con diferentes profesionales de distintos países y se ha desenvuelto en situaciones de riesgo. En Bosnia, tuvo que asistir un accidente de un helicóptero en el que fallecieron cuatro tripulantes. El aparato había caído en un campo minado. «Creo que esa es la situación de más riesgo en la que he estado», dice.
Su familia respalda su proyecto de ir al espacio. «Mis padres incluso me han regalado un libro de ruso», se ríe. Para ella, ser seleccionada «ya es un sueño» y le encantaría contribuir al camino abierto para que alguien vuelva a la Luna o ponga un pie por primera vez en Marte.
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