Los cometas no son «bolas de nieve sucia», sino «bolas de polvo helado»

El análisis detallado del histórico impacto revela que los núcleos cometarios son, en realidad, muy diferentes de lo que se pensaba hasta el momento

NASA Ilustración que representa a la nave «Deep Impact» junto al cometa «Tempel 1»

JOSÉ MANUEL NIEVES

MADRID. De «bolas de nieve sucia» a «bolas de polvo helado». Es la sutil diferencia entre lo que se pensaba que eran los cometas antes y después de que la misión «Deep Impact» lograra, el pasado 4 de julio, lanzar con éxito ... un proyectil de 362 kilogramos contra el núcleo del «Tempel 1». O mejor dicho, después de que un equipo internacional de astrónomos, entre ellos varios españoles del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), analizase los datos de ese histórico impacto mediante los instrumentos de la sonda europea «Rosetta», que a su vez tiene previsto encontrarse con otro cometa, el Churyumov-Gerasinenko, en noviembre de 2014.

Las conclusiones de ese estudio se publican en el último número de «Nature», y en ellas han tomado parte muy activa los investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía Pedro Gutiérrez, Luisa María Lara y Rafael Rodrigo. Para llegar a estos sorprendentes resultados, el equipo midió la cantidad de fragmentos del cometa que fueron proyectados al espacio tras la colisión. En total, 4.500 toneladas de agua y, lo que resulta más sorprendente, una cantidad aún mayor de polvo.

A la luz de estos datos, los autores del artículo consideran que la composición interna de los núcleos cometarios no es la que se creía, esto es, no se trata tanto de enormes bolas de hielo y nieve con «salpicaduras» de otros materiales como de todo lo contrario, grandes acumulaciones de polvo y rocas mezclados con agua helada.

En el estudio de la evolución del brillo del coma interno del cometa después del impacto, los investigadores descubrieron un aumento de éste durante los cuarenta primeros minutos tras la colisión del artefacto con el núcleo, lo que podría deberse a la fragmentación de los granos de polvo en otros más pequeños, lo cual incrementaría la eficiencia de dispersión de la luz. Esta fragmentación puede estar causada por la sublimación del hielo de agua presente en los granos de polvo y, a su vez, explicaría la cantidad de agua observada tras el impacto, ya que la energía cinética que llevaba el proyectil no era suficiente para sublimar las 4.500 toneladas de agua directamente del núcleo cometario.

Actividad normal

Otra novedosa conclusión expresada en el estudio de «Nature» es que los impactos de meteoritos que los núcleos cometarios pueden sufrir a lo largo de sus trayectorias no tienen sobre ellos las consecuencias que se creía hasta el momento. De hecho, los científicos pudieron comprobar que, tras la colisión con el módulo de «Deep Impact,» el núcleo del «Tempel 1» volvió a la más absoluta normalidad apenas unos días después del choque. Esto significa, según el estudio, que habrá que buscar otras causas que puedan explicar las variaciones, al parecer «caprichosas», de la actividad de los núcleos de cometas, y que se pensaba que se debían a colisiones con pequeños fragmentos de materia en el espacio.

El equipo investigador observó la colisión del módulo del «Deep Impact» contra el cometa con las cámaras OSIRIS, que se encuentran a bordo de la nave de la Agencia Espacial Europea «Rosetta» camino de su cita con el cometa Churyumov-Gerasimenko, sobre cuya superficie se posará, en 2014, un módulo de aterrizaje.

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