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El año en que Don Felipe modernizó la Monarquía

El Rey lo tenía claro desde el primer momento: la Corona debía ponerse al frente de las aspiraciones de los españoles y convertirse en motor de la renovación. «Mandar es servir», dice

El año en que Don Felipe modernizó la Monarquía efe

almudena martínez-fornés

Nada ha sido igual en el último año en La Zarzuela. Don Felipe ya lo anunció en su discurso de proclamación, cuando habló de «una Monarquía renovada para un tiempo nuevo» y, desde entonces, no ha habido semana en la que el nuevo Rey no haya dado algún paso para adaptar la Corona a las nuevas circunstancias .

Aparte de la Iglesia, no hay ninguna institución más entrenada que la Monarquía en el permanente proceso de la renovación . Lo lleva haciendo mil años en las tierras hispanas y para Don Felipe es una especie de mandato genético . Lo difícil para un Rey no debería ser renovarse, sino hacerlo al ritmo que demandan los tiempos. Ni más rápido que la sociedad ni después que ella. Y, para eso, hace falta saber escuchar y tener olfato político .

Don Felipe dedicó a escuchar y observar más de veinte años de su vida: los que transcurrieron desde que terminó su formación y hasta su proclamación como Rey. Y en ese tiempo aprendió a conocer a los españoles en toda su diversidad , con sus aspiraciones y sus frustraciones.

También empezó a descubrir entonces la respuesta a la pregunta que siempre se había hecho, desde que tuvo uso de razón: ¿Qué esperarán los españoles de su nuevo Rey? Hoy hace justo un año, comenzó a dar respuesta a esa pregunta.

El 23-F de Don Felipe

Pero lo que ni él ni nadie se podía imaginar hasta hace ocho años, cuando estalló la crisis económica, era cómo iba a ser la España en la que empezaría a reinar. «¿Cuál será el 23-F de Don Felipe?», se preguntaban entonces algunos y se lo planteaban también a él. Don Felipe, prudentemente, evitaba especular y seguía observando, analizando, hasta que un buen día de finales de enero de 2014 su padre, Don Juan Carlos, le comunicó su deseo de abdicar . Las circunstancias no eran las más favorables, pero llevaba toda la vida preparándose para ese momento. A los graves problemas políticos y económicos del país se sumaba el desgaste de una Corona zarandeada por los escándalos privados. Don Felipe tendría que empezar su travesía bajo la tormenta más virulenta de las últimas década s, pero es en los momentos difíciles cuando un buen capitán puede demostrar su valía.

Un rumbo claro

El nuevo Rey tenía muy claro su rumbo. Había que acercar la Corona a los ciudadanos y ganarse continuamente su aprecio y su confianza. Para ello, la Corona tenía que recuperar su autoridad moral y mantener una conducta íntegra, honesta y transparente . Sólo de esa manera podría cumplir su misión, que él resume como «escuchar, comprender, advertir, aconsejar y defender los intereses generales» . Pero también debía ponerse a la cabeza de una sociedad desencantada por la crisis y la corrupción que exige austeridad y ejemplaridad.

Don Felipe estableció unas normas claras para los miembros de la Familia Real, que blindaran a la institución frente a nuevos casos Nóos; revocó el Ducado de su hermana, puso orden en los regalos y en las cuentas de la Jefatura del Estado y se bajó el sueldo un 20 por ciento. Dio libertad de elección de símbolos religiosos en los juramentos, aligeró el protocolo cotidiano, salvo en las ceremonias de representación, e incorporó a los actos de la Corona a las personas que tradicionalmente se quedaban fuera. «Mandar es servir, y no habrá día en el que deje de recordarlo» , asegura.

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