Las dos caras de Qatar
Con su visita a Gaza, la primera de un jefe de estado al feudo de Hamás, el emir de Qatar, Hamad bin Khalifa al-Thani, se corona como gran mecenas de los islamistas surgidos de la Primavera Árabe
francisco de andrés
Al emir de Qatar, Hamad bin Khalifa al-Thani , la gloria que le rinden sus 300.000 súbditos —un año más clasificados como los más ricos del mundo— le queda pequeña. El marido de la rutilante jequesa Mozah tiene un proyecto ... mucho más ambicioso para su pequeño estado árabe, y esta semana lo demostró con su visita oficial a la Franja de Gaza , convertida en paria del mundo desde la llegada al poder de los islamistas en 2007.
El viaje de Al-Thani a Gaza se convirtió en la primera visita de un jefe de estado al mínimo territorio sometido al embargo de Israel. Tel Aviv se enfureció, y también el presidente palestino, Mahmud Abbas , que ha visto la visita del monarca qatarí a Gaza como un paso más hacia la creación del «califato islamista» independiente de la Franja. Lo último que necesitaba la causa palestina.
Pero ¿qué pretende Qatar? Los analistas árabes se sienten un poco desconcertados, aunque la mano tendida a Hamás es coherente con las últimas maniobras de Al-Thani en favor de los islamistas tunecinos, egipcios y libios. Para unos, se trata de una apuesta pragmática del emir qatarí, que ve imparable la llegada de los islamistas al poder en muchas naciones de la región y quiere ser, desde el principio, su padrino y mecenas. Para otros todo es un cálculo interesado, dirigido a convertir el riquísimo y mínimo estado —11.437 kilómetros cuadrados, menos de dos millones de habitantes, en su mayoría trabajadores de la India y Sri Lanka— en un actor diplomático regional, capaz de tutearse con Arabia Saudí, Egipto e Irán.
Lo sorprendente de la política de acercamiento del emir qatarí a todos los islamistas de Oriente Próximo es su combinación con los excelentes negocios del régimen de Doha con Occidente.
Tercer productor mundial de gas natural, y primero en gas licuado, Qatar vuelca sus enormes ingresos en sectores estratégicos de los negocios en Estados Unidos y en Europa , muchos de ellos quintaesencia del «capitalismo occidental». Su Fondo Soberano controla hoteles de lujo y ha tomado posiciones en la banca, la distribución y el deporte. La «Qatar Foundation» rescató al Fútbol Club Barcelona de los números rojos y financia al Paris Saint-Germain. Fondos qataríes están presentes en los almacenes Harrods de Londres, partes importantes de Volkswagen y Porsche, los bancos Barclays y Crédit Suisse, el grupo editor francés Lagardère y otras firmas de postín.
El juego de Al Yasira
Pero la joya de la corona qatarí es la cadena de televisión Al Yasira , propiedad de Al-Thani. El canal de televisión a gran escala, creado en 2001 como réplica árabe a la CNN norteamericana, es el primer activo del monarca de Qatar para hacer oír su voz, no solo en millones de hogares de toda la región sino también en los foros políticos regionales.
Al Yasira tiene una versión en inglés, 70 oficinas en todo el mundo, más de un millar de empleados y una penetración espectacular. Sus boletines de noticias y programas de opinión política en inglés llegan a 250 millones de hogares en 130 países ; mientras que la versión en árabe penetra en 70 millones de hogares, en su mayoría en Oriente Próximo.
Hosni Mubarak atribuyó en alguna ocasión su caída a la «información sesgada de Al Yasira» sobre Egipto. No fue el único. El régimen de Muamar Gadafi se desgañitó acusando a Qatar de ayudar con dinero y armas a los rebeldes. En alguna reunión árabe, el dictador libio se había burlado en público de la obesidad del emir (sometido hoy a un estricto régimen de adelgazamiento por «la jequesa», segunda de sus tres esposas), y Al-Thani demostró que quien ríe el último ríe mejor.
Al Yasira cubrió hasta el último intercambio artillero de la revolución libia con el mismo entusiasmo con que silenció —y sigue en ello— la Primavera Árabe en Bahréin . Los islamistas suníes son amigos. En cambio, los chiíes —población mayoritaria y discriminada en Bahréin— son enemigos históricos de la corona qatarí y, en general, de todas las monarquías suníes del Golfo Pérsico.
Por razones quizá similares, Qatar apoya sin ambages a los rebeldes sirios, levantados en armas contra la dictadura de Assad , secular y para más inri alauí, una secta del chiismo. El régimen de Doha es el único que solicita una intervención armada árabe contra Damasco.
En este juego, la estrategia de la Administración Obama consiste en hacer la vista gorda ante las críticas que recibe por su excelente relación con la monarquía qatarí. Como alguien apuntó con ironía, el Congreso de Estados Unidos alaba los lunes al emir Al-Thani como el «gran amigo americano» ( la mayor base militar de la región cerca de Doha lo certifica ), y los martes pone el grito en el cielo por su generosa ayuda a cualquier islamista que llame a las puertas de palacio.
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