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Memoria de un seductor llamado Carlos Fuentes

Carlos Fuentes falleció el 15 de mayo. De las personalidades con las que se cruzó da cuenta su primer libro póstumo, «Personas» (Alfaguara). Retratos de un autor cuyo perfil traza este artículo

Memoria de un seductor llamado Carlos Fuentes

césar antonio molina

Pocos escritores conocidos por mí, y han sido muchos a lo largo de las últimas décadas, tan seductores como Carlos Fuentes . Sabía de todo y hablaba de todo con una perfección milimétrica . Era un gran autor pero también un orador excepcional . Como un experto funambulista , pasaba de un tema a otro, fuera este literario, musical, cinematográfico, político o de la propia vida cotidiana. Su amor a España le venía de sus maestros del exilio republicano y del magisterio de Alfonso Reyes . El escritor mexicano había vuelto a recuperar las raíces hispánicas para la cultura de nuestros países hermanos, que habían mirado, desde la independencia, fundamentalmente a París. Reyes releyó a Góngora y a nuestros clásicos comunes y preparó el camino para lo que sería la edad de oro de la literatura hispanoamericana. Una literatura con voz propia, con imaginación propia y una influencia revolucionaria en la manera moderna de contar . Todo este desarrollo venía acompasado por una lengua común, el español, que no ha parado de crecer y desarrollarse, también gracias a la capacidad creadora de autores como Fuentes.

Su amor a España le venía de Alfonso Reyes, maestro del exilio

Reyes, desde Argentina o desde México, apoyó la causa republicana y atrajo a muchos intelectuales y artistas españoles , de los que Fuentes sería un alumno aventajado. Reyes, el creador de la Casa de España y El Colegio de México . Reyes en su capilla alfonsina rodeado de miles de libros y pinturas. «Aquí yace un hijo menor de la palabra», mandó escribir como epitafio. Si él humildemente se consideró «menor», lo cual no fue cierto, dio lugar a grandes hijos de la palabra, como el autor de Cambio de piel o Terra Nostra.

Libros, cuadros y algún gato

Carlos Fuentes deslumbrado por Buñuel y por María Zambrano . Del primero escuché de su propia boca cientos de historias geniales. Luego visité aquella última casa del cineasta (para salvarla de su destrucción). Según Fuentes, estaba tan despojada como un monasterio. El dormitorio era aún más monacal: un lecho duro, sin colchón . Más humilde era la de María Zambrano en la madrileña calle de Antonio Maura. Acompañé a Carlos a visitarla. Con nosotros venía su joven hijo Carlos, magnífico poeta y fotógrafo, que no paró de retratar el espacio de aquella vida enclaustrada : María rodeada de libros y unos cuantos cuadros de amigos, algún gato y su fiel primo, que, a pesar de sus propias discapacidades, la cuidó siempre.

Una familia perfecta que, en pocos años, se desintegró cruelmente

Probablemente, tendría que comprobarlo, la visita se llevó a cabo en 1988, año en que la filosofía recibió el Premio Cervantes. Fuentes lo había logrado el año anterior y, desde entonces, ella había sido su candidata. Me comentaba Carlos que su galardón no tendría verdadero valor hasta que una gran escritora como ella lo obtuviera . María había residido parte de su exilio en Morelia (México), compartiéndolo con aquellos huérfanos de la República. Fuentes hacía décadas que no la veía y se quedó impresionado por la voz oracular de la pensadora y por la dignidad de su «pobreza». Siempre había vivido abandonada de las cosas materiales y aquel galardón, por lo que representaba de cuantía económica, la inquietaba y molestaba. Ella no quería nada más que el amor de sus lectores. De pronto, la autora de Claros del bosque se puso a cantar una canción mexicana ante el asombro de Carlos, que la continuó. Juntos entonaron otras muchas.

Con paso rápido

Veo a Carlos, a su esposa Silvia, a sus hijos Natacha y Carlos sentados en el comedor del Hotel Palace de Madrid, el día anterior a la entrega del Cervantes . Una familia perfecta que, pocos años después, se desintegraría cruelmente. Carlos, muerto en plena juventud . Su padre, reuniendo sus poemas, que publicó Seix Barral , y él y yo mismo, con la ayuda de Silvia, inconsolable, recuperando las fotos y los cuadros para la exposición del Círculo de Bellas Artes . Luego, la también joven Natacha, desaparecida como el personaje más trágico de Las Troyanas. Alta, esbelta, guapísima, atravesando la vida con paso rápido. Dos golpes mortales para el corazón de su padre. Y Silvia tratando de no olvidar las voces de sus hijos.

Zambrano entonó una canción mexicana que Carlos continuó

Veo a Carlos cuando lo conocí, a comienzos de los años ochenta. Amable, generoso siempre, cuidadoso con la amistad. Veo los muchos artículos que le publiqué en el suplemento Culturas, de Diario 16. Aquella serie en la que vaticinó la caída del Muro de Berlín , que sucedió pocos meses después. Recuerdo a Carlos cuando le comenté que la biblioteca del Instituto Cervantes de Praga, la ciudad de su tan admirado Kafka , iba a llevar su nombre. No pudo acudir a la inauguración con los Príncipes de Asturias, pues había que encontrar a Natacha. Havel me preguntó por él y enmudeció.

Una comida oficial

Recuerdo a Carlos en Rosario, en el Congreso de la Lengua , y en el siguiente, en Cartagena de Indias. Estaba tan indignado por la tardanza de los Kirchner que gritó: «¡Esto no lo hubiera hecho ni Atahualpa !». Durante tres horas hicieron esperar el presidente de Argentina y su esposa a los Reyes de España y a las autoridades de ambos países. El teatro Cervantes estaba repleto de gente –allí estaba Ernesto Sábato– que no podía entrar ni salir por problemas de seguridad. Cuando llegó, Kirchner no se disculpó. Ella, que era la presidenta del Congreso, tampoco.

Indignado con los Kirchner, gritó: «¡Esto no lo hubiera hecho ni Atahualpa!»

En Cartagena compartí charla con Carlos y García Márquez en su bonita casa del casco antiguo. De repente entró Clinton con sus guardaespaldas . Yo lo saludé y los dejé para que hablaran de Cuba y de Hispanoamérica. En aquella comida oficial a la que acudió el presidente Uribe, los Reyes de España, expresidentes colombianos, ministros y autoridades, además de escritores como Fuentes y García Márquez, el exmandatario norteamericano pronunció la mejor frase publicitaria que yo jamás escuché sobre el español. Homenajeando al autor local afirmó, en inglés, que él era un gran admirador de la obra de García Márquez, que la había tenido que leer en traducción inglesa, pero que su hija ya lo había hecho en español . ¡Qué mejor eslogan para el Instituto Cervantes , del que por aquel entonces yo era director!

Recuerdo a Carlos en su casa de México, en Londres, en París, en Roma, y tantas y tantas veces en Madrid, charlando sin parar. Escucho su voz, recuerdo sus gestos teatrales. Todo esto he perdido de un gran maestro y de un gran amigo del que, sin embargo, tengo la suerte de seguir cerca mientras leo sus obras inmortales.

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