Un paseo por los tesoros de la Armada

El tiempo parece haberse parado. Iniciamos el paseo. Es un orgullo porque nos esperan seis siglos de historia de la Armada y la navegación española a base de 10.000 piezas, casi todas de incalculable valor.

El Museo Naval está considerado el museo más antiguo de Europa . Sus fondos muestran la evolución de la Marina desde los Reyes Católicos hasta la actualidad. Es un legado cultural que recuerda el protagonismo del mar en la historia de España y su condición de primera potencia naval.

Su origen se remonta a 1792 , en Cádiz, pero no se abre al público hasta 1843, en Madrid. Hasta 1932 no llega a su ubicación actual , en el Paseo del Prado, sede del Cuartel General de la Armada, antes Ministerio de Marina.

La visita es un lujo. Para abrir boca, la escalera principal , que da a la fachada del edificio, en la calle Montalbán, pero que solo se abre, de momento, en ocasiones especiales y en la Noche de los Museos. Es doble y luce un mármol de Carrara (pura Toscana italiana) traído por Amadeo de Saboya.

Entramos en la Sala del Real Patronato . Maravillosa. Simula un camarote antiguo y recoleto de capitán del barco. En una de sus mesitas, los retratos de Alfonso XIII, Don Juan de Borbón y de Juan Carlos I, tres generaciones de apasionados del mar.

«Navegar no es otra cosa sino caminar sobre las aguas de un lugar a otro». Lo dijo Martín Cortés de Albacar , un eminente cosmógrafo español del siglo XVI. La frase está escrita en uno de los paneles de entrada a una de las exposiciones que se pueden disfrutar en el Museo Naval. Nos la enseña el teniente coronel Javier Bellas , uno de los responsables del lugar que, entusiasmado con todo lo que aquí se guarda, nos lleva hasta la vitrina con la Carta Universal de Juan de la Cosa (1500) .

Ante ella, ante la Carta Universal, se va la vista. Es la obra cartográfica conservada más antigua que representa el continente americano. Recoge, por primera vez, los descubrimientos geográficos entre 1492 y 1500 , posiblemente para mostrar a los Reyes Católicos los territorios descubiertos.

Este primer mapa de América, un manuscrito sobre pergamino, está considerado como una pieza imprescindible de la cartografía universal. Las costas europeas y mediterráneas siguen los avanzados portulanos mallorquines y portugueses . El continente africano aparece por vez primera orientado en dirección norte/sur y sus costas reflejan los descubrimientos portugueses mientras que una imprecisa representación de Asia sigue las teorías ptolomaicas y las crónicas de Marco Polo.

Pasamos por delante del Navío Santa Trinidad . Preciosa maqueta. Majestuoso. Estuvo en el combate de San Vicente, previo a Trafalgar. «Era un buque muy grande y giraba muy despacio», nos dice Bellas. Caramba. Esa fue también la perdición del Titanic, pensamos. «Por eso, los ingleses, con navíos más pequeños, se cebaron con él», remata este teniente coronel camino de otra de las joyas del museo.

Nos paramos en seco. Ante nosotros, un tapiz grande y precioso en la pared. Es el Repostero Ducal de Fernán Nuñez . De seda roja rodeado por una orla damasquinada de oro que fue bandera de combate y estandarte de los Fernán Nuñez. La tela, acolada sobre una vela conquistada a los turcos en la batalla de Lepanto, fue pintada por Francisco Meneses , discípulo de Murillo, con imágenes del apóstol Santiago, la Inmaculada Concepción, un Cristo crucificado y motivos heráldicos. Todas las obras de arte llevan el mimo y el cariño de Ana Ros, jefa conservadora del museo

Nos quedaba uno de los rincones más queridos de este recinto. La «enfermería». El lugar donde se curan, se sanean y se rehabilitan las piezas y los fondos. La entrada no puede ser más impresionante: ante nosotros, un galeón flamenco (1593), totalmente restaurado, luce encima de la "mesa de operaciones".

José María Gálvez, restaurador de pintura, está como loco de alegría. Ha recuperado, para regusto de todos, el único modelo de galeón del siglo XVI que se conserva en el mundo . Así de claro. Es otra de las piezas únicas del Museo Naval. La documentación señala que se construyó para ser colgado del techo, como era costumbre en el norte de Europa. Procede, al parecer, de las colecciones reales que reunió Felipe II en El Escorial, desde donde pasó al Alcázar de Madrid . Se salvó de un incendio en 1734 pero quedó recubierto de una patina negruzca.

Gálvez tiene el gesto del trabajo bien hecho. Le ha costado meses , pero hoy este galeón flamenco luce en todo su esplendor y con todo su colorido original. Ha utilizado bisturíes para desprender, pasito a pasito, la capa negra que recubría la maqueta.

En el espacio dedicado a armas y artillería se conservan más de mil piezas , desde las armas blancas y de fuego desde el siglo XIV hasta hoy. Pero algo muy especial: dos parejas de pistolas y siete sables de honor fabricados por Nicolás Boutet, el armero de Napoleón. Están en dos cofres. Napoleón se las regaló a un militar español como prueba de su admiración por la valentía de las tropas españolas. «La ilustración y la modernidad llegaron con la Armada», llegó a decir el militar francés.

Tampoco hay que perderse, en el Museo Naval, la vitrina con la historia de la bandera española . Carlos III encargo, en 1785, una enseña que se identificara con los sentimientos patrios. Hubo doce modelos pero eligió una con rojo y gualda y el escudo de los Borbones. Premonitorio: son los colores de las emergencias.

Acaba el recorrido. No dan ganas de salir . Hay que volver a este museo. Cuanto antes.