arte
Hockney hace del Guggenheim su paisaje
El Museo Guggenheim acoge ahora la muestra que la Royal Academy dedicó al David Hockney paisajista. Una obra reciente con la que se resiste a dejar de innovar
javier díaz-guardiola
No se cansaron de repetirlo tanto la comisaria como el propio artista durante la presentación de la muestra: No es esta una retrospectiva de David Hockney . De hecho, ni rastro de sus tres décadas en Los Ángeles, y, por extensión, de sus piscinas ... o zambullones. Por eso, de otra manera debe leerse esa «visión más amplia» del título. En realidad, su artífice se refiere con ella a su manera de entender la técnica pictórica, lo que significa, en definitiva, su manera de pintar. «Me di cuenta de que cuando hablaban de la muerte de la pintura se referían a la de la pintura de caballete », afirma.
Pintar sin parar
Es decir, que se puede seguir pintando: con collages fotográficos o fotocopias como en el pasado, o con el vídeo o el iPad ahora (¡que menuda campaña gratuita le está haciendo el pintor a Apple!). Lo que ha preocupado a Hockney es no reducirlo todo a una única imagen, no enclaustrar el motivo en el clásico marco-ventana. Y por eso, aunque la rehuyera durante buena parte de su trayectoria (aunque hay una sección en esta «no antológica» con la que los organizadores intentan contextualizar desde el pasado lo que vemos), es hasta lógico que haya acabado fijándose en la naturaleza y el paisaje, siempre tan cambiante.
Una pequeña parada y les explico el origen de esta exposición. En 2007, cuando la Royal Academy –de donde viene– le propone a Hockney una muestra, él ya había regresado a Yorkshire , a su paisaje, al que dirige su mirada. En Los Ángeles el tiempo siempre es soleado y estable. En Europa, «redescubre» lo que significa el paso de las estaciones . E incide aún más en lo psicológico de la percepción: porque el camino no es el mismo cuando se hizo de niño en bicicleta que cuando se recorre, años después y en coche, para visitar al amigo que se muere ... «No es cierto que no haya nada nuevo que encontrar en el paisaje. De lo que se trata es de verlo con nuevos ojos ».
El cuadro más grande jamás pintado
Nuestro pintor, que ya llevaba años preocupado por la escala, propone a sus interlocutores crear el cuadro más grande del mundo compuesto en exteriores. Así nace el gran grueso de obras de esta muestra , pinturas que, de no ser por ella –reconoce– no habrían visto la luz: es el caso de sus versiones de El sermón de la montaña , cuadro de Claudio Lorena de 1656 que alberga la Frick Collection , que interesa al británico por su cromatismo perdido (el original se oscureció a causa de un incendio) y por su composición; o el bellísimo conjunto de La llegada de la primavera en Woldgate en 2011 , un enorme cuadro en 32 lienzos que se acompaña de 51 dibujos de los mismos entornos realizados de enero a junio y con la tableta, un guiño entre modernidad y tradición, entre la nueva tecnología y las obsesiones propias de los impresionistas. Todo ello, en un montaje que bebe mucho de su experiencia como escenógrafo . Porque el vídeo es demasiado lento para reflejar esos cambios y el proceso demasiado largo para condensarse en una imagen.
Y volvemos a la famosa tableta y la escala. El artista, en su día, se cansó de limitarse a la superficie del lienzo. Entonces situó uno encima de otro. Y otros dos al lado ; y otros tantos encima... El ámbito de actuación crecía sin problemas. El iPad, como él lo define, es el cuaderno de apuntes ilimitado , al que no se le acaban el papel, cuya calidad de impresión da lugar a conjuntos como sus vistas de Yosemite.
Y era de esperar que la acumulación de lienzos acabara en otra de cámaras, hasta nueve, en los delicados y subyugantes vídeos que se exhiben en el Guggenheim de Bilbao , para el artista, la fórmula que más se parece a la forma de actuar del ojo humano , y de los que los collages de fotos serían sus antecedentes más arcaicos. Entre lo uno y lo otro, los primeros óleos al natural, cuando el pintor (¡lo que es la vida!) rechazaba el empleo de cámaras por distorsionar la percepción (sus investigaciones posteriores para el libro El conocimiento secreto , en torno a los grandes maestros, le harían cambiar de idea); sus árboles de Thixendale y Woldgate (con sus conexiones con Rembrandt, Monet...); sus tocones y espinos, más existencialistas, con los tonos del invierno y los guiños a Philip Guston ; sus carboncillos, sus «túneles»... Ejemplos que convierten a Hockney en un clásico de la pintura ... A pesar de su modernidad.
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