un tiempo propio
UNA PREGUNTA EN LA NAVIDAD
UNA tarde de diciembre de 1301 Dante Alighieri maldecía a sus musas. Quería escribir un cuento de Navidad a su hija Lola pero la imaginación era un tintero seco.
Al meditar en esas otra comedia divina, se le derretían las palabras emborrando el pergamino: «… el frío no puede abrazar a su Dios sin congelarle; las pajas protegen al Niño pero arañándole; el silencio despierta al Pequeño si intenta hablar con Él. Un Rey peregrino; la Eternidad, prisionera del tiempo; la Riqueza, hecha mendigo… Dios moral que engullirás la bestia brava del pecado… Eccola!. Esa piccola Madonna que del Amor sabe el arte… Lo que yo veía me parecía una sonrisa del universo. Mio Dio, ti adoro…». Absorto en sus garabatos y esbozos de cuento, no oyó crujir las escaleras del desván.
—Padre, prometiste que al volver de la escuela pondríamos juntos el Nacimiento.
—Ve al soggiorno, trae la estrella, las esculturas de Güido y… el gran ángel polaco.
El poeta dejó su pluma, apagó el quinqué y bajó. Pietro ya terminaba. Se quedaron contemplando el sencillo Misterio.
—Babo, ¿y mi cuento de Navidad?
Y Dante, tembloroso, improvisó algo: «Amanecía Dios al mundo mientras la luna y el sol batallaban por alumbrar el nacimiento divino. El primer lucero del alba disolvió aquel eclipse y abroncó a las dos criaturas: una guerra sin sentido les había privado de ver nacer a Dios». Dante suspiró. Pero la aprendiz de adolescente, Lola, quería más.
—Padre, ¿sabes tú por qué Dios quiso ser judío y no florentino?
—Ah, bambina, entonces el Imperio Romano lo abarcaba casi todo. Y ya había elegido madre: guarda, chè bella ragazzina… (espera mi bella joven…)
—Pues yo veo nuestro reino más hermoso. A veces a Dios no lo entiendo….
—Lola, a Dios no se le entiende: se le ama Capisci? (¿entiendes?).
—Ma come, babo! (pero cómo, papá) ¿Por qué si Dios es tan grande se hizo niño tan pequeño?
—¿Por qué un niño pequeño hace preguntas tan grandes?
Se miraron desconcertados, como rendidos al descubrimiento de que hay porqués que no tienen por qué. Sus miradas, ansiosas de luz, se unieron en el centro del Misterio. Allí, temblando de indigencia, entre un joven fornido, una Virgen y un ángel, dormía envuelto en pañales el porqué de todos los porqués.
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