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El libro del Buen Amor se compuso en Toledo
Ofrecemos una interesante exclusiva cultural: La famosa obra del Arcipreste de Hita, que incluye sátiras contra la clerecía y describe por vez primera la figura de la Trotaconventos, —antecedente de la Celestina—, se escribió en la casa número 3 del Callejón del Vicario, en Toledo
POR MARIANO CALVO
Entre los secretos que guarda el Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita se encuentra el del lugar donde pudo ser escrito. El presente artículo arroja una hipótesis inédita sobre esta cuestión, concluyendo que el Arcipreste compuso la última versión del Libro de Buen ... Amor en Toledo, en la casa número 3 del Callejón del Vicario.
La base de partida es el colofón del manuscrito del Libro del Buen Amor, firmado por el copista Alfonsus Peratinensis (Alonso de Paradinas), que dice de manera nítida: «Éste es el libro del arcipreste de Hita, el qual compuso seyendo preso por mandato del cardenal don Gil, Arçobispo de Toledo».
Aunque algunos críticos han objetado que la prisión aludida por el Arcipreste en diversos pasajes del libro puede ser solo un tópico literario, por el contrario son mayoría los que opinan que la prisión fue real. Así lo creen, entre otros muchos, Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz y Dámaso Alonso.
La cárcel del Vicario
La segunda consideración es que el arciprestazgo de Hita dependía de la diócesis de Toledo. Como dice Ramón Gonzálvez Ruiz en su interesante ensayo La persona de Juan Ruiz: «Por razón de que el arciprestazgo de Hita se hallaba a la sazón integrado dentro del arzobispado de Toledo, deducimos que Juan Ruiz fue un clérigo vinculado canónicamente a la iglesia primada de Toledo».
El tercer considerando es el hecho de que la prisión arzobispal de la diócesis de Toledo se hallaba en el Callejón del Vicario. Así, Sixto Ramón Parro, Julio Porres y Jean Passini coinciden en señalar al Callejón del Vicario como el lugar donde se localizaba la prisión arzobispal.
Ramón Parro, en su «Toledo en la mano» aporta una referencia muy concreta sobre su situación, que coincide con el actual número 3 del Callejón del Vicario: «Está esta casa en el callejón que llaman del Vicario frente a la puerta de los Leones de la Catedral, y es la segunda que hay a la izquierda según se entra en él».
Julio Porres, en «Historia de las calles de Toledo», ofrece referencias documentales del siglo XIV en las que se indica que el callejón se llamaba por entonces «Adarve de Canónigos» y en él poseía once casas el Cabildo catedralicio, más otras «que son agora cárçel del Arzobispo». Y añade también el dato de que hacia 1880 la cárcel se ubicaba en la casa número 5 de la calle.
En 1576, en la descripción de la ciudad de Luis Hurtado de Mendoza, redactada por orden de Felipe II, se cita expresamente a esta cárcel diciendo que existe una «casa del arzobispo para clérigos delincuentes». Y según el nomenclátor de 1864, el callejón recibe el nombre oficial de «Cárcel del Vicario», por cuanto era el Vicario del Arzobispo el juez delegado del Arzobispo, y el que dictaba sentencias en su ausencia, lo que debía ser habitual.
Sixto Ramón Parro, que conoció de primera mano el edificio de la cárcel en la segunda mitad del siglo XIX, lo describe diciendo que «solo es una casa y no muy grande, pero alegre y sana, con habitación para el alcaide o dependiente de la Vicaría que cuida de ella, y otros aposentos para los eclesiásticos arrestados, que pueden estar con bastante comodidad no siendo muchos en número; y hasta tiene su pequeño oratorio para que puedan celebrar allí (si la causa de su arresto o prisión no lo resiste) y proporcionarse de esta manera el socorro de la limosna o estipendio que nunca suele faltarles».
En el Diccionario de P. Madoz (1850) se dice de esta cárcel de clérigos que es una casa con habitaciones interiores, bastante cómoda y de poca capacidad.
Jean Passini, en su riguroso estudio sobre el Callejón del Vicario, incluido en su libro Casas y casas principales urbanas, se refiere a un documento de 1484 donde se dice que «las casas que solía tener Juan Sánchez cura de Lillo e tenía Diego Gonçalez raçionero son cárcel del señor arçobispo». El investigador aclara que la Cárcel del Vicario provenía de la unión de dos casas. La situada más al norte, es decir, la que hoy lleva el número 3, tenía un patio grande y una capilla hacia el este. La casa disponía asimismo de un aljibe empotrado en el muro maestro entre el patio y la capilla. La segunda casa, más al sur, que hoy lleva el número 5, se componía de cuatro tramos perpendiculares a la pendiente del terreno. Jean Passini anota además que en la documentación del siglo XV cada una de las dos casas se llama «de la Cárcel del Vicario» y en ellas se hicieron obras en 1673 y en el primer cuarto del siglo XIX.
En conversación privada, el investigador Jean Passini ha puesto en mi conocimiento el interesante dato de que en la casa número 3 se conserva todavía el cuerpo de la capilla original, aunque con remozamientos del XVIII, y, en cuanto a la número 5, ésta mantiene la estructura de una casa-patio toledana retocada, así como un sótano con una saetera pequeña y un brocal de pozo, lo que en su opinión puede ser significativo de haber sido utilizado como calabozo.
El qué y el cuándo
Según Menéndez Pidal, el Libro del Buen Amor se escribió en dos tiempos. La primera redacción, más breve, dataría de 1330, y la segunda, más completa y definitiva, se compondría en 1343. Sería ésta, en opinión de Menéndez Pidal, la que el Arcipreste realizaría estando en prisión. La segunda versión añade sobre la primera una serie de composiciones religiosas y el prólogo disculpando la dudosa interpretación de la obra como muestra de arrepentimiento del Arcipreste.
Por su parte, Corominas afirma que la segunda versión aporta también la aparición de Trotaconventos y la Cantiga de los clérigos de Talavera, entre otras composiciones y estrofas sueltas.
El prólogo en prosa con el que comienza el libro, tras exponer las buenas intenciones que le han llevado a escribirlo, concluye con un mensaje que es ejemplo de la ambigüedad moral del libro y del talante escurridizo de su autor: «Empero, porque es humanal cosa el pecar, si algunos, lo que no les aconsejo, quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello».
Algunos expertos suponen que la causa de su arresto fue haberse sumado o no haber actuado con la suficiente contundencia en el caso de la rebelión de los clérigos de Talavera, contrarios a la orden del arzobispo que les obligaba a «que clérigo nin casado de toda Talavera / que non toviesse manceba casada nin soltera». Teniendo en cuenta la ligereza del Arcipreste en los temas eróticos y mundanos, no sería extraño que la causa de su castigo fuese la de haber visto con benevolente complicidad el airado arrebato de sus colegas párrocos. En efecto, en la Cantiga de los clérigos de Talavera, el juglaresco arcipreste relata que les comunicó al cabildo los deseos del arzobispo, pero «…maguer que vos lo digo con ravia de mi coraçón».
La orden causó espanto en la clerecía talaverana, que en un estallido de rebeldía osó apelar al mismo rey de Castilla, y alguno como el tesorero optó por marcharse a la cercana villa de Oropesa acompañado de su manceba Teresa, ya que la jurisdicción de esa localidad caía fuera del alcance del arzobispo de Toledo.
Como es sabido, el Libro de buen Amor refiere las aventuras y desventuras amorosas del propio arcipreste, y, ciertamente, son más las desventuras que los éxitos, pues de las trece mujeres con las que tiene contacto, sólo doña Endrina y la monja acaban en coyunda, mientras que una serrana monstruosa le viola y otras diez dueñas le rechazan como amante.
Asimismo, el libro incluye sátiras contra la clerecía, desde el clerizón al Papa, y describe por primera vez la figura de la Trotaconventos, antecedente de la Celestina.
En conclusión
Recapitulando todo lo que antecede, podemos llegar a la conclusión de que el Arcipreste de Hita compuso la versión definitiva del Libro del Buen Amor durante el tiempo que pasó en la cárcel arzobispal del Callejón del Vicario de Toledo, en 1343, por mandato del arzobispo Gil de Albornoz, como castigo de no sabemos qué culpa, pero que pudo estar relacionada con la rebelión de los clérigos de Talavera; y que esta prisión la sufrió durante un tiempo que ignoramos, en la casa rotulada modernamente con el número 3, que era la que contaba con capilla y patio más espacioso, aunque no puede descartarse que pudiera haber estado recluido en la casa contigua, señalada con el número 5, pues ambas eran igualmente cárcel arzobispal.
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