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La estafa de las Madres de Mayo

Un escándalo de malversación de fondos públicos salpica a la presidenta de esta asociación y a Cristina Kirchner

La estafa de las Madres de Mayo ABC

CARMEN DE CARLOS

Presunto desfalco y malversación millonaria de fondos públicos destinados a la construcción de viviendas populares. Un Ferrari y un Porsche. Aviones privados, empresas interpuestas, una decena de propiedades particulares, vacaciones de lujo, dos parricidas con sentencia firme y Hebe de Bonafini. Estos son algunos de los ingredientes con los que se cocina un escándalo de corrupción que tiene metido hasta el tuétano a la Asociación de Madres de Plaza de Mayo y salpica, de rebote, al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

La historia empieza hace 20 años en la cárcel donde Sergio y Pablo Schoklender, entonces de 23 y 20 años, respectivamente, cumplían condena por el asesinato de su madre y de su padre. Hebe de Bonafini, asidua visitante de presos, conoce allí a Sergio, el mayor de los hermanos. Lo «adopta» como hijo propio y, una vez en libertad condicional, le introduce en la asociación que ha servido de bandera a los Gobiernos del matrimonio Kirchner para exhibir su lucha por los derechos humanos. El parricida, licenciado en Derecho y en Psicología mientras cumplía condena, gana terreno en la asociación cuyo objetivo inicial era encontrar a los miles de detenidos desaparecidos durante la dictadura militar argentina (1976-83). «Encantador de serpientes», como le define Eduardo Barcesat, abogado de Bonafini, Sergio se termina convirtiendo en el apoderado de las Madres, titulares a su vez de la Fundación «Sueños Compartidos», un saco sin fondo de subvenciones para el desarrollo de planes urbanísticos de viviendas.

«Mi hijo», como se refería a Sergio, antes del escándalo, Hebe de Bonafini, hace y deshace a su antojo. Se estima que llega a administrar en torno a los 300 millones de euros. El «apoderado» vive con un tren de vida espectacular (Ferrari, Porsche etc) al que intenta a última hora sumarse su hermano Pablo, el otro parricida.

Imagen dañada

A principios de mes la bomba de relojería estalló en los tribunales y el escándalo, que podría terminar con los hermanos Schoklender y la propia Bonafini entre rejas, ha puesto en jaque al Ministerio de Planificación —de donde salían los fondos— y amenaza con dañar la hoy inmejorable imagen de la viuda de Kirchner, cuya candidatura a las elecciones de octubre va viento en popa.

«Nadie ha perjudicado tanto a las madres de Plaza de mayo», lamentó el escritor y periodista Jorge Lanata. «Se han prestado a una estafa de grandes proporciones», advertía James Neilson, ex director de «The Buenos Aires Herald». El daño a las organizaciones de derechos humanos provocó reacciones inmediatas. Las Madres de la Línea Fundadora, separadas de Bonafini desde 1986 salieron raudas a recordar que son diferentes.

«Una pelotudez» fue lo primero que dijo Bonafini cuando la preguntaron por los presuntos desfalcos de su «hijo». Una semana más tarde aseguró no saber nada del caso. La revista Noticias calcula que recibió trece denuncias sobre «el monje negro», como le bautizó un profesor de la peculiar «Universidad de las Madres» antes de dar el portazo. Hoy, con la sede de su organización registrada por orden judicial, y con los Schoklender recordando que ella es la Presidente de la sociedad, Bonafini clama: «Son unos estafadores y traidores». Además, se ha sumado a la querella.

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