La periodista agredida sexualmente en El Cairo pone a prueba la ética mediática
Lara Logan, una de las corresponsales estrella de la cadena CBS atacada por un grupo de hasta 200 personas en El Cairo, quiere volver al trabajo en unas semanas
ANNA GRAU
Lara Logan, una de las corresponsales estrella de la cadena CBS, ha abandonado hace unas horas el hospital de Washington donde se recuperaba de la brutal paliza y asalto sexual que sufrió en El Cairo cuando cubría la revuelta de la plaza Tahir y ... la caída de Hosni Mubarak. En este momento se encuentra en su casa , con su marido y sus dos hijos pequeños, y “con la moral alta”, según ha trascendido en la prensa norteamericana, que anda muy revuelta con el caso. Logan, de 39 años, quiere volver al trabajo en unas pocas semanas.
Para empezar nadie sabe qué ocurrió exactamente cuando Lara Logan se vio separada del equipo de televisión que la acompañaba por una multitud que, según algunas versiones, empezó a gritarle “judía, judía” , cosa que ella no es. La corresponsal ya había mencionado anteriormente que ella y su equipo habían sido acusados por elementos incontrolados de ser “algo más que periodistas”, es decir, espías.
Se sabe que Logan sufrió una paliza y un “largo y brutal asalto sexual” que duró más de veinte minutos , aunque no se dan más detalles. Algunas fuentes especifican que no hubo violación propiamente dicha. En el incidente pudieron participar hasta 200 personas, y duró hasta que una veintena de soldados egipcios y un grupo de mujeres consiguieron rescatar a Logan, que al día siguiente salió en avión hacia Washington, derecha al hospital.
CBS silenció la noticia
La polémica está servida por el caso en sí y por la cobertura que ha recibido en Estados Unidos. Inicialmente la CBS silenció la noticia , que en realidad salió a la luz a través de tabloides sensacionalistas como el New York Post . Hay quien cree que eso ha supuesto una grave vulneración de la privacidad de Logan. Otros creen que el suceso es noticia y que, de no haber afectado a una reportera, ningún medio de comunicación habría vacilado en hacerlo público.
El debate no es nuevo. The New York Times ya tuvo que hacer frente a acusaciones de doble rasero deontológico cuando ocultó durante meses que uno de sus reporteros, David Rohde , había sido secuestrado por los talibán en Afganistán. El secuestro duró siete meses y la opinión pública no lo conoció hasta después de la liberación de Rohde, quien escapó de sus captores robando una cuerda y usándola para saltar por una ventana. O eso se ha dicho siempre, para distraer la atención del posible pago de un rescate por parte del periódico. En cualquier caso, no quiso arriesgarse a que las noticias sobre el cautiverio de Rohde complicaran la negociación. El problema es que tales escrúpulos no suelen aplicarse cuando el secuestrado no pertenece al gremio periodístico.
Por lo demás, el caso Logan ya ha hecho rodar por lo menos una cabeza, la de Nir Rosen , periodista y miembro del Center for Law and Security de la Universidad de Nueva York (NYU). Al conocerse la noticia Rosen tuiteó, bastante frívolamente, que con este ataque la corresponsal del programa “ 60 Minutos ” conseguía superar a su colega de la CNN Anderson Cooper , golpeado en la cabeza también cuando cubría las protestas en Egipto. Ante la furibunda reacción, Rosen ha tenido que pedir perdón y dimitir. Por su parte, Cooper ha expresado su pesar por lo sucedido a Logan y ha asegurado que “nuestras oraciones están con ella”.
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