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música

Valery Gergiev, como un torrente

El director Valery Gergiev visita España con la Orquesta del Teatro Mariinsky, institución al frente de la cual ha impuesto su carismática y arrolladora personalidad

ABC

Juan Manuel Viana

Resulta difícil, probablemente incluso imposible, pensar en otra figura, de entre las llegadas al estrellato de la dirección orquestal en las dos últimas décadas, tan arrolladoras, impulsivas y capaces de desplegar una energía comparable a la del ruso Valery Gergiev. Solo consultar su agenda de actividades de este año que ahora concluye produce vértigo. Si hace apenas mes y medio el maestro moscovita se despachaba en el Carnegie Hall neoyorquino con seis sinfonías de Mahler –uno de sus últimos grandes amores, del que está a punto de culminar su integral sinfónica en disco con la London Symphony (LSO Live)– a lo largo de una semana, el cómputo de sus conciertos celebrados entre el 18 de enero y el 9 de febrero pasados –por poner un único ejemplo de su atestado calendario laboral– no registraba ni un solo día en blanco .

En España, el ruso se enfrenta a partituras sobre los que hace años sentó cátedra

Nacido en Moscú en 1953, graduado en el Conservatorio de Leningrado en 1977 y ganador en Berlín del Concurso Herbert von Karajan, Gergiev se dio a conocer a partir de 1978 cuando entró en el entonces llamado Teatro Kirov de San Petersburgo (hoy Teatro Mariinsky) como joven asistente del gran Yuri Temirkanov . Una década más tarde, en 1988, con apenas treinta y cinco años y la experiencia adquirida al frente de la Orquesta Sinfónica de Armenia (1981-1985), Gergiev asume la dirección artística del Mariinsky (sede de la Ópera y el Ballet del antiguo Kirov), convirtiéndose en una figura providencial para la recuperación y puesta al día de una agrupación que, depositaria de un pasado legendario (el suntuoso escenario petersburgués contempló los estrenos de Una vida por el zar, El príncipe Igor, Boris Godunov, Kitezh, El lago de los cisnes o incluso La forza del destino verdiana), se encontraba sumida por entonces en un complaciente letargo de décadas.

La carismática personalidad de Gergiev, su dinamismo y capacidad de trabajo absolutamente excepcionales le han convertido en responsable máximo de festivales como el Mikkeli de Finlandia , el de la Filarmónica de Rótterdam , el del Mar Rojo, «Desde Roma a San Petersburgo» o las «Noches blancas», creado en 1995. Una acertada política de coproducciones con otros coliseos operísticos ( Scala, Festival de Salzburgo , Metropolitan, Covent Garden ) y de grabaciones (la desaparecida Philips hizo especial hincapié en algunas parcelas olvidadas del inagotable repertorio lírico ruso) han hecho del Mariinsky una de las compañías de ópera más viajeras de cualquier tiempo y lugar.

Con Wagner a cuestas

En los últimos años, Gergiev ha multiplicado las giras de su compañía por Europa, América y Asia, ha asumido la dirección de la Sinfónica de Londres en sustitución del veterano Colin Davis , ha cambiado a más de la mitad de la plantilla de su orquesta rusa y ha creado un festival de música contemporánea en su ultramoderna nueva sala de conciertos, diseñada por el arquitecto francés Dominique Perrault , al tiempo que, en un mundo cada vez más globalizado, lucha por preservar una tradición, una escuela de canto y un repertorio genuinamente rusos. El afán de difundir su trabajo sin tener que depender del arbitrio de las multinacionales ha llevado a este infatigable músico a fundar su propia casa discográfica (Mariinsky), que en mayo de 2009 publicaba su primera grabación, una extraordinaria Nariz de Shostakovich , y que ya cuenta con ocho registros consagrados a diferentes obras de Chaikovsky , Rachmaninov , Shchedrin , Stravinsky , el citado Shostakovich y Wagner .

Su «Parsifal» corrobora que el desasosegado director sabe ser también un músico elegante

En su cuádruple visita a España –que incluye paradas en Barcelona, Valencia, Madrid y Valladolid– Valery Gergiev y su orquesta del Teatro Mariinsky se enfrentan a partituras de maestros en los que ya hace años han sentado cátedra ( Chaikovsky, Prokofiev, Shostakovich y Shchedrin ) al lado de los más internacionales Brahms y Wagner , menos ligados a su tempestuosa rectoría. Pero no olvidemos que Wagner es un músico muy querido de Gergiev: recuérdense su Tristán con Bill Viola ; ese Anillo con cantantes cien por cien rusos ofrecido con gran éxito en el Metropolitan neoyorquino; o Parsifal , aparentemente tan opuesto a su carácter pero que Gergiev resucitó en San Petersburgo, en 1997, tras ochenta años de ausencia pues su religiosidad difícilmente se prestaba, a diferencia de Rienzi , el citado Anillo o Los maestros cantores , a una lectura marxista.

Precisamente Parsifal , presente en dos de los programas españoles, constituye la última grabación publicada por Gergiev en su cuidadísimo sello discográfico. Con un reparto dominado por un magnético René Pape como Gurnemanz y al frente de su bien engrasada orquesta petersburguesa, Gergiev sorprenderá a quienes lamentan su (ocasionalmente) excesivo nervio rector. Este Parsifal , emparentado con los más lentos de la discografía, corrobora que el desasosegado y torrencial director sabe ser también un músico elegante, delicado e introspectivo.

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