Buenos Aires vota en unas elecciones primarias cruciales para Mauricio Macri

Su favorito, Horacio Rodríguez Larreta, el gestor de su doble Administración (modelo Partido Popular), parecía imponerse –por escaso margen– a su compañera, la díscola y simpática Gabriela Michetti, en los primeros sondeos (no estaban previstos resultados oficiales hasta entrada la madrugada).

Esta competición interna en el partido del líder que promete dar batalla en las presidenciales de octubre era, en rigor, el gran desafío en las urnas de estas primeras PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias). Macri, en cierto modo, sometía al veredicto del voto su papel como líder y aspirante a la Presidencia argentina.

Mauricio, como se vende en las sucesivas campañas electorales el candidato de la centro derecha, se había manifestado abiertamente a favor de Rodríguez Larreta, tras no ser capaz de convencer a Michetti de que le acompañara como candidata a la vicepresidencia en las presidenciales.

El hombre que lleva ocho años al frente de Buenos Aires, la ciudad que alberga a cerca de tres millones de personas, pareció dar entonces un paso en falso al poner en evidencia su escasa capacidad de convicción entre las filas de Pro. Sus detractores interpretaron que le faltaba liderazgo hasta para poner orden en su propia casa y con ese antecedente pronosticaban viento en contra para llegar a la Casa Rosada a fines de año.

Por el contrario, sus simpatizantes piensan que todo estaba calculado por Jaime Durán Barba, su histórico asesor ecuatoriano, y realizaron otra lectura: fue una muestra de su espíritu democrático, opuesto al que los argentinos llevan sufriendo con el kirchnerismo en los últimos 12 años. El ordeno y mando no es el estilo del macrismo, insisten.

Sin duda sí lo es del kirchnerismo , incapaz de conquistar la capital de Argentina pero firme en sus tres victorias consecutivas presidenciales. Cristina Fernández apostó para las PASO por el titular de Aerolíneas Argentinas. Mariano Recalde, uno de los jóvenes por los que la presidenta siente debilidad, fue el encargado de lanzarse por vez primera a una arena electoral que sabía perdida de antemano, con otros adversarios/compañeros del Frente para la Victoria. Pero, leal al talante de los hombres «K» y de las órdenes de «la jefa», la lucha la dio con todo y sin perder la esperanza.

Con otros modos –más elegantes– pero similar espíritu, Martín Loustea, breve ministro de Economía de Cristina Fernández, competía con Graciela Ocaña, otra exministra de CFK (siglas por las que se conoce a la presidenta). Ambos representan lo que queda de un sector del viejo UNEN, un fallido intento de la oposición de agruparse en un solo bloque que ellos ahora llaman ECO (Energía Ciudadana Organizada). La otra cara de los restos del naufragio de UNEM la presentó Margarita Stolbizer, de GEN, con otros candidatos de la UCR (Unión Cívica Radical), Proyecto Sur, Libres del Sur y agrupaciones menores.

A la izquierda de lo que en Argentina se entiende por izquierda, entre otros figuraban el profesor y actor Héctor Bidonde (Movimientos Socialista de los Trabajadores), Luis Zamora (Autodeterminación y Libertad) y Claudio Lozano (Camino Popular). En nombre del Papa (en sentido figurado, claro), el legislador Gustavo Vera (excolaborador de Francisco cuando era monseñor Bergoglio) también buscaba el apoyo de las urnas y, como todos, confiaba en superar el 1,5% de los votos necesarios para poder estar presente en las elecciones definitivas.