Suscribete a
ABC Premium

¿Rendición sin sangre?

HACE apenas tres semanas, el ministro saudí de Exteriores, Saud al-Faisal, insinuó en un viaje a Sudán que, aun con una segunda resolución de la ONU que legitimara el ataque a Irak, cabría la posibilidad de una «solución interárabe» que evitara la guerra. ¿A qué se refería el influyente príncipe saudí? Tal declaración pasó inadvertida por las sutilezas del lenguaje diplomático, excepto para algún fino analista, que apuntó entonces la posibilidad de que estuviera tejiéndose un arreglo pactado para buscar la salida de Sadam. Estas especulaciones han tomado cuerpo con la oferta oficial y pública de EE.UU.: si Sadam abandona, él y su familia tendrán un exilio dorado en un país que se ofrezca (Rusia, Libia...), no será perseguido judicialmente y, se sobreentiende, disfrutará de la inmensa fortuna que ha amasado por el saqueo de su país. La crisis quedaría aparentemente zanjada: desalojo incruento del dictador, cambio de régimen, regreso de los soldados sin pegar ni un tiro, alivio europeo y desvío del foco hacia Corea, Palestina o Colombia. Parece una propuesta voluntarista, un buen deseo más que un plan realista, aunque bien es cierto que algo se está moviendo entre bambalinas. Quizás se pretenda incitar al entorno del sátrapa a convencerle de que acepte y crear así fisuras en el régimen. Y si se produce una rendición tan poco honorable, ¿callaría el TPI ante la impunidad de ese sujeto?

La realidad, en cualquier caso, está sometida al calendario impuesto por la resolución 1.441. Y el tiempo se agota y Sadam no colabora con los inspectores como debiera. Técnicamente está violando la 1.441, según la interpretación de Washington, que puede tener razón en una versión estricta. Ayer, el jefe de los inspectores, Hans Blix, anunció en Bagdad un acuerdo por el cual el régimen se compromete a cooperar más estrechamente con la misión de la ONU, que podrá incluso interrogar a solas a científicos de armamento. Esta promesa de Sadam -la enésima- se produce a sólo una semana de la crucial comparecencia explicativa de Blix ante el Consejo de Seguridad. Tal y como están las cosas, Blix dirá que Irak no colabora de forma «activa», como exige la 1.441, pero tampoco podrá aseverar que esconde armas de destrucción masiva. En esta coyuntura, crecen las voces que piden más tiempo para la inspección. No se pierde nada con ello. Tal vez Blix logre que Irak, sometido a una presión extrema de sus enemigos (EE.UU.) y de quienes no desean la guerra (Europa, el mundo musulmán), convenga de una vez a demostrar que está «limpio» o bien a desenterrar sus arsenales. Pero si no toma las medidas necesarias y urgentes para satisfacer el requerimiento internacional, habrá guerra y él será responsable.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación