Fumar es de derechas
La cruzada emprendida por el Gobierno contra la insana costumbre de fumar resulta loable, incluso enternecedora, aunque también está sacando a la luz algunos comportamientos preocupantes. Un ejemplo es el del vicepresidente económico, a quien siempre se le ha atribuido una sensatez que, de momento, no pasa de ser una mera estimación, y que ayer se descolgó con unas manifestaciones que han puesto el pelo verde a más de un empresario. Solbes considera que las tabaqueras disfrutan de unos márgenes demasiado amplios y que, por lo tanto, es necesario incrementar los impuestos específicos que se les aplican. Estas compañías se verán así obligadas a aumentar el precio de venta de sus productos, lo que, a su vez, desincentivará el consumo.
Un objetivo digno de elogio, si no fuera porque se trata de una intervención en toda regla en un mercado teóricamente liberalizado y cuya formación de precios debería corresponder a los agentes que lo integran, y no al Gobierno.
Los efectos, además, están siendo perversos. Para regocijo de muchos, fumar es cada día más barato, mientras que los rumores de opa sobre la tabaquera hispano-francesa Altadis circulan ya sin freno por la Bolsa, alimentados por la extraña situación que vive la compañía.
La teoría de Solbes sirve también para cualquier otro sector. Algunos bancos, petroleras, constructoras o compañías de telefonía móvil -tal y como se está viendo estos días con la publicación de los resultados de 2005- ganan mucho dinero. Algo que en ningún caso puede servir para justificar una intervención pública que altere la regla sagrada de la oferta y la demanda. Una ley que, al parecer, rige para todos los mercados menos para el tabaquero.
Al Gobierno, claro, se le olvida el pequeño detalle de que las empresas no son entes abstractos y que aparte de clientes tienen también accionistas y empleados a los que hay que remunerar. Cualquier decisión que implique un cambio de reglas a mitad de partido puede afectar seriamente a las vidas de personas de carne y hueso.
Si el Ejecutivo está verdaderamente preocupado por la salud de los españoles, lo que debería hacer es prohibir, por la directa, el consumo de tabaco, como ya se ha hecho a lo largo de la historia con otros muchos productos perniciosos, asumiendo los costes que esto implicaría. Una decisión tan radical deberá ir acompañada obligatoriamente de un detallado programa de compensaciones para los trabajadores que se quedarían en la calle y los inversores que perderían sus ahorros, sin mencionar los programas de desabituación que habría que costear para los fumadores.
Ya lo dijo Zapatero: fumar es de derechas. Y parece que ganar dinero también.
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