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Manuel Marín - Análisis

La monjita forrada

Manuel Marín

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Poco pudo imaginar en vida el «abuelo Florenci» que su herencia daría juego suficiente como para que en 2017 un juez terminara refiriéndose a su hijo Jordi, a su nuera Marta y a los nietos como un «grupo organizado» para delinquir.

Con la familia Pujol, ... el juez está poco a poco dibujando el retrato más realista y detallado de una organización criminal, por duro que suene. Entiéndase la ironía: nunca hubo tal herencia. Cifra a cifra, euro a euro, la Audiencia Nacional está demostrando que el famoso testamento del abuelo nunca existió como tal. O al menos, nunca pudo alcanzar los 69 millones de euros con origen no justificado que el clan Pujol ocultaba en cuentas de Andorra desde 1990. Aquella herencia virtual y falaz siempre fue una excusa burda, una forma de insultar al respetable, y un modo grotesco de reírse de la justicia y del Parlament. Porque si la herencia existía y hubo de ser regularizada, ¿qué sentido tenía que Marta Ferrusola se erigiese en «madre superiora de la congregación» para pedir a «reverendo Mosén» que traspasase «dos misales de su biblioteca a la biblioteca del capellán de la parroquia»?

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